Para exdirector del DAS, Andrés Peñate, “chuzar” a oposición es legal y conducente |
En su carta tratando de refutar la columna de Gaviria Díaz, el exdirector del DAS termina aceptando que, en su concepto “chuzar” a la oposición es legal y conducente.
Por eso en su columna del 16 de febrero en El Espectador, la periodista Cecilia Orozco señaló:
El investigado Andrés Peñate, exdirector del DAS, nunca ha sido afortunado con sus declaraciones. Recuerden el motivo de su patriótica renuncia a esa entidad: ir tras un sueldo más alto. La semana pasada protestó por una columna del profesor Carlos Gaviria en la que éste se refiere, precisamente, a las “chuzadas” ilegales del DAS. Peñate insulta, en vez de controvertir; intenta ridiculizar la vasta ilustración de quien bien podría enseñarle a leer, y termina por reconocer que no comparte el derecho a la opinión divergente. ¿Cómo es posible, se pregunta, que Carlos Gaviria, pensando lo que piensa, haya sido magistrado, candidato o director de un partido? Simple. Eso es democracia, don Andrés. Para cerrar con broche de embarradas, cobra la seguridad que el Estado le brindó al dirigente del Polo como si fuera un favor personal o gubernamental y no un deber institucional. Otra carta más y le ahorrará trabajo a la Fiscalía.
Cruce de cartas en la sección Los lectores en El Espectador
Los siguientes son los textos de las cartas de Peñate y de Gaviria Díaz a El Espectador:
Rechazo y condena a una columna
Andrés Peñate Giraldo – Febrero 10 de 2011.
En erudita columna del pasado 7 de febrero, el doctor Carlos Gaviria, nos advierte, con su acostumbrado tono de profesor ilustrado y bien leído, sobre los peligros de la obediencia debida.
Con citas de Laski, Kant, Onfray y Arendt nos recuerda, como es ya bien sabido, que muchos cabecillas nazis alegaron en su defensa haber cometido los más execrables actos de barbarie en cumplimiento de un mandato superior. Tanta erudición, sin embargo, no tiene como objetivo sino comparar solapadamente a exfuncionarios del gobierno de Uribe, entre los que cita mi nombre, con Adolf Eichman y otros criminales nazis. He de decir aquí que esta comparación espuria no solo me ofende sobremanera sino que además falta a la verdad, por lo tanto la rechazo y la condeno de forma vehemente.
Yo no he dicho, como lo dice el exsenador, que actué acatando órdenes ilegales superiores; tampoco he dicho que entre dichas órdenes figuraran realizar interceptaciones telefónicas sin orden judicial. Lo que yo he dicho es que las órdenes que recibí del presidente Uribe fueron órdenes legales, legítimas, sometidas a la Constitución y vitales para garantizar la sobrevivencia de un Estado de derecho bajo asedio criminal como lo es el colombiano. El presidente Uribe nunca, en los dos años que fui director de esa entidad, me pidió, ni siquiera me insinuó, que usara los recursos del DAS por fuera del mandato legal. Es más, sus instrucciones perentorias fueron las de invertir los recursos del DAS solo en la lucha contra el espionaje extranjero, el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción, así como en la protección de opositores y la salvaguarda de los procesos electorales.
Mi conciencia me dice que actué dentro de este mandato y estoy convencido de poderlo demostrarlo ante las autoridades de la República de ser necesario.
El exsenador Gaviria, como otros contradictores del anterior gobierno, olvidan hoy las numerosas veces que me llamaron como director del DAS a agradecer los esfuerzos de la entidad para proteger su derecho a participar en la vida pública nacional sin la zozobra que produce el terror de los violentos. En aquel entonces recuerdo que dije que actuaba así porque era mi obligación, mi convicción y el mandato de mi superior jerárquico. Hoy lo repito aquí, como también lo he dicho ante varias instancias judiciales, no porque sea una “cantinela monótona”, como dice el exsenador, sino porque es la verdad.
El doctor Gaviria, expresidente de la Corte Constitucional, senador y destacado candidato presidencial, nos sorprende además al afirmar que no cree que en Colombia exista una democracia de verdad. Respeto su opinión pero no la comparto y tampoco la entiendo. ¿Cómo es posible que una persona que crea que Colombia no es una democracia haya aceptado ser magistrado de una de sus altas cortes durante tanto tiempo? ¿Cómo ser un político consecuente si uno cree no vivir en un regimen demócratico pero hace de la polÍtica electoral y de la representación popular su oficio de manera reiterada y exitosa? Nelson Mandela, con algo más de razón que el exsenador Gaviria, aseguró también durante años que su país no era una democracia, pero a diferencia de este último no acumulaba los honores de altos cargos públicos, ni llamaba al director de la agencia de seguridad del Estado a exigir, con razón, mayores y mejores medidas de seguridad personal.
Andrés Peñate Giraldo. Bogotá.
Réplica a una glosa
Carlos Gaviria Díaz - 13 de febrero de 2011
Permítame referirme de manera puntual a algunas de las afirmaciones del doctor Peñate en su airada respuesta del viernes 11 de febrero a mi columna del día 7.
1. Claro que él no ha dicho que las órdenes que recibió, de quienes podían dárselas, eran ilegales. No podía decirlo, por supuesto. Pero lo eran, tenían que serlo. ¿O es que en una democracia, tan perfecta como el doctor Peñate asume que es la nuestra, se puede ordenar a un jefe de Inteligencia, desde los despachos del Alto Gobierno, interceptar los teléfonos de magistrados, jueces y de quienes ejercitan el derecho de hacer oposición?
Eso sólo puede ocurrir bajo un régimen que considere terroristas a quienes (como en el caso nuestro) no comparten el proyecto oficial y por eso lo contradicen.
Alguien, con mero sentido común, podría ver allí una imperfección del modelo democrático.
2. Encuentra contradictorio el doctor Peñate que quien juzga que la de su país es una democracia muy precaria, acepte ejercer una magistratura u ocupe una curul en el Congreso, dignidades a las que ha accedido limpiamente. La respuesta a esa curiosa afirmación está a la mano: hay quienes, considerando que en Colombia no hay una democracia de verdad, pensamos que desde esos espacios se puede contribuir a construirla.
Paradójicamente quienes la juzgan suficiente, y quizá excesiva, creen que su tarea desde importantes cargos oficiales debe consistir en evitar los riesgos que implicaría su vigencia plena y que es bueno entonces matizarla (sutil o torpemente) con ingredientes de regímenes que la contradicen.
3. No tengo dificultad en reconocer que tuve un buen concepto del antiguo director del DAS (Andrés Peñate) y acudí a él algunas veces para ponerle de presente situaciones de inseguridad, derivadas de mi condición de opositor, y que él, en cumplimiento de sus deberes oficiales, atendió amablemente mis angustias.
A propósito de mi inquietud por la evidencia pública de que mi línea telefónica había sido ilegalmente interceptada, sucedió un episodio a la vez pintoresco y revelador: el doctor Peñate, muy acucioso en despejar mis dudas, apeló a un recurso definitivamente persuasivo, llamó a la doctora Marta Leal, su subalterna, y le preguntó: “¿No es cierto que nosotros no disponemos de medios técnicos ni de presupuesto para interceptar el teléfono del doctor Gaviria?”. Y ella, sin mucha convicción, le respondió: “No, doctor, no los tenemos”. Yo entonces me fui a mi casa con la absoluta y grata convicción de que mis derechos de hacer oposición y mi intimidad estaban bien garantizados.
No recuerdo muy bien si fue en ese momento cuando la imagen que tenía del doctor Peñate empezó a ensombrecerse.
Carlos Gaviria Díaz. Bogotá.
Por eso en su columna del 16 de febrero en El Espectador, la periodista Cecilia Orozco señaló:
El investigado Andrés Peñate, exdirector del DAS, nunca ha sido afortunado con sus declaraciones. Recuerden el motivo de su patriótica renuncia a esa entidad: ir tras un sueldo más alto. La semana pasada protestó por una columna del profesor Carlos Gaviria en la que éste se refiere, precisamente, a las “chuzadas” ilegales del DAS. Peñate insulta, en vez de controvertir; intenta ridiculizar la vasta ilustración de quien bien podría enseñarle a leer, y termina por reconocer que no comparte el derecho a la opinión divergente. ¿Cómo es posible, se pregunta, que Carlos Gaviria, pensando lo que piensa, haya sido magistrado, candidato o director de un partido? Simple. Eso es democracia, don Andrés. Para cerrar con broche de embarradas, cobra la seguridad que el Estado le brindó al dirigente del Polo como si fuera un favor personal o gubernamental y no un deber institucional. Otra carta más y le ahorrará trabajo a la Fiscalía.
Cruce de cartas en la sección Los lectores en El Espectador
Los siguientes son los textos de las cartas de Peñate y de Gaviria Díaz a El Espectador:
Rechazo y condena a una columna
Andrés Peñate Giraldo – Febrero 10 de 2011.
En erudita columna del pasado 7 de febrero, el doctor Carlos Gaviria, nos advierte, con su acostumbrado tono de profesor ilustrado y bien leído, sobre los peligros de la obediencia debida.
Con citas de Laski, Kant, Onfray y Arendt nos recuerda, como es ya bien sabido, que muchos cabecillas nazis alegaron en su defensa haber cometido los más execrables actos de barbarie en cumplimiento de un mandato superior. Tanta erudición, sin embargo, no tiene como objetivo sino comparar solapadamente a exfuncionarios del gobierno de Uribe, entre los que cita mi nombre, con Adolf Eichman y otros criminales nazis. He de decir aquí que esta comparación espuria no solo me ofende sobremanera sino que además falta a la verdad, por lo tanto la rechazo y la condeno de forma vehemente.
Yo no he dicho, como lo dice el exsenador, que actué acatando órdenes ilegales superiores; tampoco he dicho que entre dichas órdenes figuraran realizar interceptaciones telefónicas sin orden judicial. Lo que yo he dicho es que las órdenes que recibí del presidente Uribe fueron órdenes legales, legítimas, sometidas a la Constitución y vitales para garantizar la sobrevivencia de un Estado de derecho bajo asedio criminal como lo es el colombiano. El presidente Uribe nunca, en los dos años que fui director de esa entidad, me pidió, ni siquiera me insinuó, que usara los recursos del DAS por fuera del mandato legal. Es más, sus instrucciones perentorias fueron las de invertir los recursos del DAS solo en la lucha contra el espionaje extranjero, el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción, así como en la protección de opositores y la salvaguarda de los procesos electorales.
Mi conciencia me dice que actué dentro de este mandato y estoy convencido de poderlo demostrarlo ante las autoridades de la República de ser necesario.
El exsenador Gaviria, como otros contradictores del anterior gobierno, olvidan hoy las numerosas veces que me llamaron como director del DAS a agradecer los esfuerzos de la entidad para proteger su derecho a participar en la vida pública nacional sin la zozobra que produce el terror de los violentos. En aquel entonces recuerdo que dije que actuaba así porque era mi obligación, mi convicción y el mandato de mi superior jerárquico. Hoy lo repito aquí, como también lo he dicho ante varias instancias judiciales, no porque sea una “cantinela monótona”, como dice el exsenador, sino porque es la verdad.
El doctor Gaviria, expresidente de la Corte Constitucional, senador y destacado candidato presidencial, nos sorprende además al afirmar que no cree que en Colombia exista una democracia de verdad. Respeto su opinión pero no la comparto y tampoco la entiendo. ¿Cómo es posible que una persona que crea que Colombia no es una democracia haya aceptado ser magistrado de una de sus altas cortes durante tanto tiempo? ¿Cómo ser un político consecuente si uno cree no vivir en un regimen demócratico pero hace de la polÍtica electoral y de la representación popular su oficio de manera reiterada y exitosa? Nelson Mandela, con algo más de razón que el exsenador Gaviria, aseguró también durante años que su país no era una democracia, pero a diferencia de este último no acumulaba los honores de altos cargos públicos, ni llamaba al director de la agencia de seguridad del Estado a exigir, con razón, mayores y mejores medidas de seguridad personal.
Andrés Peñate Giraldo. Bogotá.
Réplica a una glosa
Carlos Gaviria Díaz - 13 de febrero de 2011
Permítame referirme de manera puntual a algunas de las afirmaciones del doctor Peñate en su airada respuesta del viernes 11 de febrero a mi columna del día 7.
1. Claro que él no ha dicho que las órdenes que recibió, de quienes podían dárselas, eran ilegales. No podía decirlo, por supuesto. Pero lo eran, tenían que serlo. ¿O es que en una democracia, tan perfecta como el doctor Peñate asume que es la nuestra, se puede ordenar a un jefe de Inteligencia, desde los despachos del Alto Gobierno, interceptar los teléfonos de magistrados, jueces y de quienes ejercitan el derecho de hacer oposición?
Eso sólo puede ocurrir bajo un régimen que considere terroristas a quienes (como en el caso nuestro) no comparten el proyecto oficial y por eso lo contradicen.
Alguien, con mero sentido común, podría ver allí una imperfección del modelo democrático.
2. Encuentra contradictorio el doctor Peñate que quien juzga que la de su país es una democracia muy precaria, acepte ejercer una magistratura u ocupe una curul en el Congreso, dignidades a las que ha accedido limpiamente. La respuesta a esa curiosa afirmación está a la mano: hay quienes, considerando que en Colombia no hay una democracia de verdad, pensamos que desde esos espacios se puede contribuir a construirla.
Paradójicamente quienes la juzgan suficiente, y quizá excesiva, creen que su tarea desde importantes cargos oficiales debe consistir en evitar los riesgos que implicaría su vigencia plena y que es bueno entonces matizarla (sutil o torpemente) con ingredientes de regímenes que la contradicen.
3. No tengo dificultad en reconocer que tuve un buen concepto del antiguo director del DAS (Andrés Peñate) y acudí a él algunas veces para ponerle de presente situaciones de inseguridad, derivadas de mi condición de opositor, y que él, en cumplimiento de sus deberes oficiales, atendió amablemente mis angustias.
A propósito de mi inquietud por la evidencia pública de que mi línea telefónica había sido ilegalmente interceptada, sucedió un episodio a la vez pintoresco y revelador: el doctor Peñate, muy acucioso en despejar mis dudas, apeló a un recurso definitivamente persuasivo, llamó a la doctora Marta Leal, su subalterna, y le preguntó: “¿No es cierto que nosotros no disponemos de medios técnicos ni de presupuesto para interceptar el teléfono del doctor Gaviria?”. Y ella, sin mucha convicción, le respondió: “No, doctor, no los tenemos”. Yo entonces me fui a mi casa con la absoluta y grata convicción de que mis derechos de hacer oposición y mi intimidad estaban bien garantizados.
No recuerdo muy bien si fue en ese momento cuando la imagen que tenía del doctor Peñate empezó a ensombrecerse.
Carlos Gaviria Díaz. Bogotá.
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