Por: Departamento Nacional Ideológico PCC
Presentación
Varias son las circunstancias que hoy nos llevan a presentar este documento. No sólo las discusiones diarias del qué hacer frente a los retos de la organización, o los elementos que circunstancialmente nos arroja el balance de los planes de trabajo sobre la situación de nuestro Partido; sino la firme convicción de que la organización se recrea más allá de la práctica diaria en debates ideológicos y políticos, que permiten ajustar nuestra apuesta organizativa a los retos del momento político; componente fundamental de la praxis, no como la revelación de verdades absolutas, sino como la dialéctica de los principios, para lograr, desarrollar ese papel de mediador entre teoría y praxis que debe jugar el Partido.
Presentación
Varias son las circunstancias que hoy nos llevan a presentar este documento. No sólo las discusiones diarias del qué hacer frente a los retos de la organización, o los elementos que circunstancialmente nos arroja el balance de los planes de trabajo sobre la situación de nuestro Partido; sino la firme convicción de que la organización se recrea más allá de la práctica diaria en debates ideológicos y políticos, que permiten ajustar nuestra apuesta organizativa a los retos del momento político; componente fundamental de la praxis, no como la revelación de verdades absolutas, sino como la dialéctica de los principios, para lograr, desarrollar ese papel de mediador entre teoría y praxis que debe jugar el Partido.
Este documento intenta provocar un debate para destacar elementos y fortalecer nuestro trabajo hacia el logro de los grandes objetivos del partido revolucionario. Lo anterior quiere decir, que el momento político que enmarca nuestro accionar y que en alguna medida es adverso a nuestros propósitos, evidencia con más fuerza la necesidad de discutir nuestras debilidades organizativas para hacer del Partido un contingente más fuerte a la hora de confrontar el régimen. Para ello, presentamos en un primer momento algunos elementos sobre el cómo debe estudiarse el momento político y cómo ello se traduce en nuestra militancia. Pasamos luego a presentar algunos elementos sobre la concepción ideológica de nuestra organización y dar cuenta en un tercer momento, sobre los elementos que constituyen las debilidades sobre las que se erigen las dificultades que obstaculizan las perspectivas políticas del Partido y en cuarto y último momento analizamos la importancia del trabajo de masas.
1. Estudio del momento político y retos para el Partido
Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, daba mucha importancia a la evaluación del momento político, como base para elaborar una política consecuente y acertada. El análisis de este momento -llamado coyuntura política-, exige una detallada consideración sobre el carácter del Gobierno; los diversos sectores de la clase dirigente; el grado de organización y de unidad del movimiento popular; del estado de ánimo de las masas y su disposición a luchar por los objetivos inmediatos y a largo plazo . El marxismo exige de nosotros un análisis más exacto; objetivamente comprobable, de la correlación de las clases y de las peculiaridades concretas de cada momento histórico . Cuando se analiza una situación política inmediata; al hacer el “análisis concreto de una situación concreta”, como lo señalaba Lenin, son posibles las fallas y equivocaciones; diferente a cuando se analizan etapas históricas a largo plazo. Para el examen del momento político se debe tener en cuenta en el campo de la política dos aspectos: los debates de los conflictos de las clases sociales en relación con el poder y las relaciones económicas y sociales donde se deducen los intereses de clase. Es aquí donde surge la formación de agrupaciones que defienden unos intereses de clase .
Vásquez, ALVARO. Notas de lectura. La táctica y la situación política. 2002.
Lenin, VLADIMIR. Cartas sobre táctica. Carta 1, apreciación del momento, editorial progreso, Pág. 5
En relación con el poder; la lucha de los diversos sectores sobre todo de la clase dominante que lo ejerce, cómo están constituidos; cuáles son sus principales manifestaciones; en qué forma se ejerce; el estudio de la institución centralizada; el Estado. El tipo de Estado, la forma como está organizada la estructura del poder público , las relaciones del Estado en los escenarios internacionales, la conformación del Parlamento, del órgano Ejecutivo y Judicial, la Fuerza Pública y el aparato ideológico, entre otras cosas.
Por fuera del Estado hay otro tipo de organizaciones que juegan su papel en la vida política: partidos, movimientos, organizaciones gremiales, organizaciones religiosas, medios de comunicación, movimientos insurgentes, entre otras, que participan activamente en las luchas sociales y políticas.
Para analizar la situación política en un momento determinado, se abarca el desarrollo de las contradicciones de las clases, de la clase dominante, de la tendencia que predomina, para lograr ubicar cuál es la determinante, (no se puede mirar el perfil político como un todo, con una sola posición) en ese sentido tener mayores claridades de la fuerza reaccionaria principal y quiénes la acompañan, logrando identificar lo “aparente” de lo real. Con esto se tiene en cuenta los intereses de clase que se mueven, de sus diversas posiciones de las clases y de los sectores de clase, que se expresan en sus programas generalmente en forma mediatizada y enmascarada. Se examina todas las clases no de un modo estático, sino en movimiento.
Otro componente de la estructura del análisis del momento político es el económico. El carácter capitalista del país está enraizado con la situación económica mundial, la influencia que ejerce Estado Unidos sobre todos los aspectos de la vida nacional, los monopolios financieros como segmentos de la clase dominante en lo económico, que lo aplica en lo político a través del modelo neoliberal, en beneficio de ellos mismos.
Lenin decía en apreciación del momento: “nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción”: así decían siempre Marx y Engels, quienes se burlaban, con razón, del aprendizaje mecánico y de la simple repetición de “formulas” que, en el mejor de los casos, sólo sirven para trazar las tareas generales, que cambian necesariamente de acuerdo con las condiciones económicas y políticas concretas de cada fase particular del proceso histórico.
Vásquez, Álvaro. Guía de estudio “El campo de la ciencia política”. 2008.
Rodríguez, LIBARDO. Estructura del poder público en Colombia. Decima edición, editorial Temis. Bogotá 2009.
El análisis del momento político busca las diferentes contradicciones de la vida política y cuáles son sus elementos de fondo, que determinan las posiciones y las conductas de las distintas fuerzas. Y, qué tipo de solución de esas contradicciones es por la que debe trabajar el movimiento popular y los sectores más avanzados y revolucionarios. Lenin distinguía cuatros sectores: atrasados, intermedios, avanzados y revolucionarios. Los atrasados son los influenciados por la ideología dominante: la religión, los medios de comunicación que por intermedio de estos aparatos son fácilmente moldeables a sus intereses; los intermedios son los que fluctúan entre los atrasados y los avanzados; el sector avanzado es lo que se llama el sector democrático y los que algunos llaman liberales radicales; y por último el sector revolucionario de lo que trata es de saber, conservar, fortalecer, templar y conservar la táctica, la conciencia revolucionaria y la organización revolucionaria; el Partido Comunista.
2. Importancia de la concepción ideológica de la organización
Hay que recuperar la profunda tradición marxista, que convierte la teoría en poder de transformación de la vida social, destacando su función crítica y emancipadora. “El arma de la crítica no puede reemplazar, evidentemente, a la crítica de las armas, el poder material ha de ser derrocado por el poder material; pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. La teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es coger el problema por la raíz. Pero la raíz para el hombre es el hombre mismo” . La palabra “crítica” es el llamado a teorizar críticamente los problemas del hombre, los problemas sociales, los problemas de la humanidad, profundizando en la contradicción capital – trabajo, generando una conciencia al interior de las masas.
Lenin le da una importancia a la lucha teórica, en el ¿Qué hacer? (1902) ratifica “sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario” . Es una forma para combatir el pragmatismo político, el simple activismo, la “espontaneidad” de las masas, que pueden ser cooptadas por la burguesía en momentos determinados. La clase “para sí” que es la conciencia construida en la praxis, solo se puede materializar por medio de un partido revolucionario, este partido tiene la tarea fundamental de transformar la clase “en sí” en clase “para sí”.
Principios leninistas de organización
El pragmatismo político conlleva al oscurantismo, al sectarismo; actuación de fanáticos e intransigentes, de un partido o de una idea, que no permiten avanzar en los procesos de unidad, de crecimiento y fortalecimiento. El amiguismo impera en contraposición al debate colectivo, donde prima la cercanía a mis ideas individuales y no colectivas. El dogmatismo , el autoritarismo; métodos atrasados para la conducción del Partido. El culto al personalismo como prácticas heredadas de las conductas prosoviéticas, son algunas de las conductas que no deben estar en el accionar normal de un militante del Partido Comunista Colombiano.
Marx, CARLOS. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. En revista argumentos No 4-5. Versión española Rubén Jaramillo Vélez, Colombia. P29.
Lenin, V.I. ¿Qué hacer? En obras escogidas. Tomo I. editorial progreso, Moscú, 1961. P 137.
Estas prácticas en muchas ocasiones se dejan pasar bajo la falsa idea de no perder al cuadro, de no meterse en terrenos de “pequeños feudos” de un amplio trabajo de masas, o porque es el dirigente con una opinión pública que favorece la “imagen” del Partido. Este dejar pasar y dejar hacer son los retrocesos del trabajo ideológico y educativo del conjunto de la militancia, del error de considerar las posturas de la organización leninista cuando en su esencia son posturas liberales, que en últimas llevan al pragmatismo que busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida partidaria.
La crítica y autocrítica, donde se permite verificar los errores y deficiencias de una determinada orientación política, en lugar de ello se encuentra una homogenización de la militancia en la “opinión” agregándose aspectos subjetivos que en nada tiene que ver con la objetividad partidaria. El análisis, la reflexión, de procesos sobre aspectos relacionados con el quehacer de la política quedan rezagados a formalismos, a tareas realizadas, análisis positivistas de los hechos. Si los resultados son favorables entra a jugar el entusiasmó de las capacidades individuales, dejando en un segundo lugar lo colectivo; si son adversos entra a jugar la justificación para quedar bien, buscando responsabilidades en lo exógeno de la política. La responsabilidad individual es la contribución de los militantes como parte integrante del trabajo colectivo. El trabajo colectivo exige la división y distribución de tareas, es una responsabilidad ética-política, articulándose con la democracia, significando que lo esencia es la ley del colectivo contra las posiciones individuales y sobre todo individualistas; que son prácticas liberales.
Centralismo democrático es la democracia interna del Partido. Es el pensamiento y la acción del Partido como un todo único, que implica que todos sus asuntos deben ser examinados y discutidos directamente o por medio de representantes de todos los miembros, en un campo de igualdad de derechos, bajo la dirección de un centro único producto de la voluntad política y democrática de la mayoría de los integrantes de un organismo. La negativa de no someterse a la dirección de los organismos equivale a una negativa a seguir en el Partido. X o Y militante en espacios públicos plantea no estar de acuerdo con decisiones que se toman por parte de las direcciones promulgándolo abiertamente en el trabajo de masas, enviando mensajes confusos de las decisiones tomadas; pero la direcciones no toman medidas políticas – organizativas para detener el océano de confusión. Estas formas de accionar político nada tienen que ver con los principios leninistas de organización.
Presunción de quienes quieren que su doctrina o sus aseveraciones sean tenidas por verdades inconcusas.
Cuando un militante se retira del partido se lleva consigo a un grupo importante de militantes, lo que significa que el proceso de premilitancia no se fortalece en la defensa de una idea, de un partido revolucionario, sino por la fuerza de la personalidad del dirigente quien influye como “padre político” para que ingrese al partido.
3. Aspectos concretos problemas organizativos
Política de cuadros
Dos preguntas que tenemos que hacernos sin temor, son por qué y para qué planteamos la política de cuadros. Estas dos preguntas son un punto de partida para cambiar los métodos como se viene asumiendo los problemas al interior del Partido. Las luchas internas se desenvuelven en tensiones que son válidas cuando se dan en el marco de las luchas ideológicas, en los debates políticos que ayudan al desarrollo organizativo. Pero dejan de tener validez o pierden su legitimidad cuando se utilizan métodos que buscan negar absolutamente al otro, cuando la discusión tiene un contenido personal, cuando imponen el interés particular sobre el interés general, que nada tiene que ver con la ética revolucionaria de los comunistas; tensiones que surgen producto de querer alcanzar estatus de poder político al interior del trabajo de masas, con criterios oportunistas, liberales que se aprovechan en la lucha electoral, como formas de aprehensión de responsabilidades eternas. Estos factores deterioran la proyección de cuadros, creando estancamiento en el desarrollo dialéctico, dinámico de la vida partidaria.
Vladimir Ilich promovía al partido como un proyecto de vida, como defensa de una idea, como defensa de un proyecto revolucionario, para ir más allá del capital sembrándose la idea socialista en todos los espacios en que se mueve, pero en muchas ocasiones encontramos la formación de “revolucionarios profesionales”, no en el sentido leninista, sino en el sentido de convertir al Partido en una forma de vida, que nada tiene que ver con un proyecto revolucionario. Estas formas de ver el proyecto revolucionario son canalizados a través de de los acumulados históricos del trabajo de masas, en función de intereses individuales. Tomando las discusiones hechas por Lenin después del ¿Qué hacer? donde el término de revolucionarios profesionales significa que el militante partidario dedica su tiempo libre al trabajo revolucionario, que logra materializarlo como el centro de su vida, (o su estilo de vida, si se quiere).
Los vicios como la conformación de los guetos que son generados por el amiguismo o por posturas políticas frente a temas específicos; la opinión por fuera de los espacios adecuados para el debate, que generan zozobra, división, beneficiando al enemigo de clase; son el germen de actitudes ajenas a las conductas de los comunistas. Estos aspectos dan a entender el por qué de la necesidad de una política de cuadros. El para qué de la política de cuadros, es para ayudar a resolver de manera coherente, oportuna, de formar a los militantes, de fortalecer las estructuras orgánicas y de defender los principios leninistas de organización, la línea política del Partido.
Torcer la barra hacia el otro lado
En el periodo inaugural por el levantamiento de 1905, cuando la situación en Rusia cambió y se atenuó la presión de la autocracia, el “concepto de partido” de Ulianov cambio de acuerdo a las nuevas circunstancias. Sabía que el único camino para llegar al socialismo era pasar por la democracia, por la libertad política. En esos momentos se había conquistado la libertad de reunión, de asociación y de prensa, ¿qué sigue entonces? Organizar nuevos métodos de trabajo, era su consigna. Esto permitió a los activistas realizar un reclutamiento masivo de trabajadores logrando la influencia de los intelectuales en el trabajo del partido.
La democracia al interior del Partido se concibe en que todos los miembros tienen derecho a expresar y defender su opinión en el organismo al que pertenece, pero nadie tiene derecho a sobreponer su opinión individual a la opinión del colectivo, la de su organismo, o a la opinión del Partido. Lo anterior va unido a la dirección colectiva que orienta las directrices de las conclusiones de los congresos y de los planes de trabajo, de manera clara sin confusiones, tomando decisiones acertadas en los momentos oportunos sin dejarlo envejecer. El no uso correcto de la dirección colectiva crea condiciones para que aparezcan tendencias caudillistas, culto a la personalidad, que generan métodos artesanales de trabajo conduciendo al desdibujamiento de la unidad política, ideológica y orgánica.
4. El movimiento de masas
Con el avance de la ciencia y la tecnología, con el desarrollo de la informática, la globalización, con el surgimiento de las empresas transnacionales, cambiando los métodos de explotación por parte del capital, se proletarizaron a grandes capas de la población colombiana, y dieron surgimiento a nuevas formas de subordinación laboral en beneficio del capital; fragmentando a la sociedad, dando surgimiento a nuevos sujetos sociales, y con ello a nuevas reivindicaciones , (Campesinos despojados de sus tierras, el desplazamiento por la violencia que busca el retorno a su identidad-territorial, la defensa del medio ambiente, LGTB que históricamente han sido excluidos, los indígenas protegiendo su cultura, la lucha por los servicios públicos, la inclusión democrática de los grandes desarrollos urbanos, las luchas por la seguridad social, las luchas obreras y populares para no perder lo ganado, etc.). Con lo anterior, han surgido nuevos sujetos históricos conformados por la clase que busca la enajenación humana y la emancipación del capital; uno de los problemas centrales del quehacer teórico de Marx.
En la interpretación de las luchas de estas reivindicaciones, de los nuevos sujetos históricos, donde juegan un papel protagónico las masas; es necesario hacer una aproximación a este concepto. Las masas populares aparecen en contraposición al individuo concreto; es el sujeto de la acción histórica que influye en la marcha de los acontecimientos, que recoge los nuevos sujetos, a las clases sociales y capas sociales que por la situación objetiva y subjetiva son capaces de la transformación de la sociedad. Marx no desconoce la importancia del individuo, demostró es que la transformaciones de la historia las hacen las masas populares y no los individuos. Es aquí donde juega un papel importante un partido revolucionario, en la actividad política, ideológica, y orgánica encaminada a movilizar y concienciar a grandes sectores de la población para las transformaciones sociales. Un partido que se fortalece en la unidad política, orgánica e ideológica, de su militancia marca profundamente la marcha de los acontecimientos de la historia. El sujeto del proceso histórico ante todo son las masas, que no tienen un carácter lineal sino dialéctico, partiendo de la actividad de éstas es como se entiende la vida partidaria del militante, todo organismo básico debe de hacer parte a un frente de masas, en función de una idea; transformar la sociedad.
Rauber, ISABEL. Sujetos políticos. Ediciones desde abajo. 2006. P11.
Pero cuando no existe unidad política, orgánica ni ideológica, se tiende a caer en posturas oportunistas, de acomodamiento, en aras de un trabajo de masas. Es un problema ideológico impuesto por el individualismo, no son las masas sino la acción del individuo concreto quienes transforman las realidades sociales. La gran pregunta es ¿a quién favorece los pequeños cambios? Y se puede contestar: al individuo.
REFLEXIONES PEAGÓGICAS SOBRE LA FORMACIÓN DE CUADROS EN UN PARTIDO COMUNISTA
Rubén Alberto Castillo.
El presente artículo es el producto de una serie de reflexiones personales sobre el tema de la formación de cuadros. Esta preocupación teórica surge de la discusión con algunos camaradas acerca de las Escuelas de formación y sobre los aspectos pedagógicos que la tarea educativa e ideológica exige en un partido marxista-leninista. En un principio se desarrolla la noción de “cuadro” situado desde la tradición marxista, para tal efecto, se referencia a dos autores que desarrollaron la teoría de los cuadros de manera más o menos puntualizada. El primer acercamiento recoge la reflexión que hace el Che Guevara a la noción de cuadro en el texto intitulado “El cuadro, columna vertebral de la revolución”; el segundo hace referencia a la discusión sobre los cuadros planteada por Lenin en su texto “¿Qué hacer?”. Posteriormente se desarrollará una serie de apuntes que desde la pedagogía radical pueden ayudar a discutir los procesos de formación de cuadros que se vienen adelantando, los cuales apuntan a incorporar al debate ideológico el tema de la pedagogía en los procesos que adelanta el Partido.
El cuadro de partido
El tema del “cuadro político” ha sido recurrente dentro de la ciencia política y especialmente en la literatura marxista, en la medida que por lo menos para el marxismo éste cumple un papel substancial en el proceso revolucionario, por un lado como catalizador de las fuerzas sociales, que en un determinado momento desarrollan el proyecto emancipador a nombre de la clase trabajadora que se levanta como bloque de poder hegemónico y alternativo a las relaciones de producción, éstas impuestas por la vieja clase social empotrada en el poder, por otro lado, el cuadro político cumple la tarea de educar a la base social en la comprensión de la realidad social y su necesidad de transformarla.
En esa perspectiva, entendemos al igual que Ernesto “Che” Guevara, que “un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas” . De ésta manera, los desafíos históricos asumidos por los comunistas implican un partido con cuadros formados como individuos de disciplina ideológica y administrativa, que saben obrar desde el principio de la discusión colectiva, “cuya fidelidad está probada; un individuo con capacidad de análisis propio, lo que le permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina”.
Si bien para el marxismo el cuadro es “la pieza maestra del motor ideológico del Partido”, porque es quien orienta y sirve de canalizador de las fuerzas sociales anticapitalistas, no se puede olvidar que el cuadro político actúa, junto con otros, en una formación socio-histórica que le ha condicionado subjetivamente su percepción de la realidad, a la vez es hijo de su época, por tanto, convive ideológicamente con todas las contradicciones que persisten en el capitalismo. La otra alternativa para el cuadro político, es asumir una serie de rupturas con la sociedad de consumo e irse constituyendo en un intelectual orgánico, en el sentido gramsciano.
Así, para autores como Paulo Freire, el educador popular (cuadro político) necesita clarificar sus opciones políticas a través de experiencias también políticas para ir decantando las estrategias de adaptación que usa la clase hegemónica para construir consensos, a partir de los espacios de gobernabilidad en los que participa la izquierda. Lo anterior se hace pertinente en la medida en que la idea de asumir posturas “neutrales” contradicen la finalidad del cuadro político: la construcción de una sociedad más justa. Más por el contrario, el cuadro político puede verse en una contradicción sin salida frente a los procesos de cooptación que desarrolla el capitalismo por medio de la industria del arrepentimiento que publicitan las filosofías postmodernas.
En ese sentido, Freire plantea que:
“en vez de desarrollar oportunidades para la formulación de problemas que impliquen un desafío para el grupo con el cual se está comunicando, esta clase de trabajador social [cuadro político] tenderá a favorecer soluciones en el más puro estilo del síndrome del bienestar. En suma, a través de sus acciones y reacciones, este tipo de trabajador social se verá motivado a asistir a la normalización del orden establecido que sirve a los intereses de la élite en el poder” .
Lo anterior funciona de esa manera, en cuanto, el cuadro como todo ser humano es un producto social, el cual, a falta de formación reproduce inconscientemente las relaciones sociales dominantes y por tal motivo, en el seno del cuadro yace tanto las posibilidades de construcción del Hombre Nuevo, así como los antivalores que trae consigo la alienación producida por las relaciones capitalistas. Es una relación dialéctica entre las lógicas de dominación en las que crece un cuadro y las lógicas de liberación en las que se forma dentro de un partido marxista.
En efecto, desde la perspectiva del campo popular, a un cuadro político reaccionario no le puede interesar que los cuadros desarrollen una visión crítica de su propia realidad, en otras palabras, que desarrollen la capacidad de pensar su práctica política mientras la realizan. Para él éste cambio de percepción se produce inicialmente con la problematización de la realidad y sus conflictos subyacentes; así pues, al examinar los problemas vitales de la clase trabajadora en su contexto exige que enfrentemos nuestra realidad. Es decir, “necesitamos apropiarnos del contexto e insertarnos en él, no adhiriéndonos a él, no bajo el imperio del tiempo, sino ya dentro del tiempo” .
En primer lugar porque el educador trabaja con los sectores populares, nunca sobre ellos o a nombre de ellos, a los que considera sujetos de la acción transformadora, nunca objetos o incidencias de su teoría política. Se asume a sí mismo con modestia y crítica, sin aceptar con ingenuidad la idea de ciertas posturas pedagógicas generalizadas en la izquierda, según la cual el trabajador social aparece como agente de cambio, en vez de ser acompañante de un largo proceso de emancipación de la clase trabajadora. Probablemente Freire recordando a Lenin dice al respecto:
“el trabajador social que opta por el cambio no teme a la libertad, no es manipulador ni emite prescripciones, con lo cual, también rechaza a la vez la espontaneidad irreflexiva, [para terminar concluyendo que] sabe perfectamente que todos los intentos de transformar radicalmente la sociedad exigen una organización consciente de los oprimidos, y que esto a su vez requiere una vanguardia lúcida. Si bien esta vanguardia no puede adjudicarse derechos de propiedad sobre los demás, tampoco puede ser totalmente pasiva” .
Más aún, para Freire el cuadro político debe ser consciente de lo que se puede hacer en un momento dado teniendo en cuenta la historia viable, es decir, la historicidad de las relaciones sociales de dominación, puesto que el campo popular hace lo que puede no lo que quisiera hacer en la lucha social y política. Asimismo, el cuadro como producto social, no es un producto acabado porque está en constante transformación; de lo viejo a lo nuevo; de las subjetividades propias de la sociedad de clases a las subjetividades comunistas. En palabras del Che Guevara, “lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de auto-educación”
En ese mismo sentido le apunta Jorge Dimitrov cuando plantea que la ayuda que el partido bolchevique debe darle a sus cuadros políticos parte de enseñarle a asociar el conocimiento científico de la realidad con las tareas que el desarrollo histórico de la sociedad capitalista impone, siempre en consonancia con la causa revolucionaria . Lo anterior adquiere pertinencia en la medida en que, desde una perspectiva leninista, podríamos afirmar que la causa de las crisis internas de los partidos, por lo menos en parte, se debe al:
“atraso [formativo] de los dirigentes ("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al movimiento ascensional espontáneo de las masas[por tal razón, según Lenin] debe desarrollarse la tarea, además, de un modo sistemático en escuelas especiales donde educadores adecuados a la etapa de conciencia política de los educandos favorezcan el más rápido ascenso ideológico”
En síntesis, el cuadro político debe poseer una serie de elementos tales como suficiente desarrollo político, capacidad de análisis propio, iniciativa creadora y disciplina consciente, que combinados le sirven para orientar y conducir un proceso revolucionario desde una opción de clase claramente definida: la de los trabajadores. Sin embargo, como el cuadro político no nace, sino por el contrario, se hace a través de la teoría revolucionaria y la práctica política revolucionaria, el partido de los trabajadores debe pensarse una pedagogía acorde con las exigencias que trae consigo la formación de éste tipo de cuadros. Según Dimitrov: “Sólo una justa política de cuadros dará a nuestros partidos la posibilidad de desplegar y utilizar hasta el máximo las fuerzas de los cuadros existentes y sacar el inagotable manantial del movimiento de masas nuevos y mejores elementos” .
La formación de cuadros
A lo largo de la historia de las luchas sociales contra el capitalismo el tema de la educación de sus protagonistas ha sido recurrente. La formación de cuadros surge de la necesidad de cualificar la práctica política de los miembros del partido, a razón de darle eficacia a la lucha social contra el Capital. Probablemente Lenin es quien visualiza de manera más clara las razones que obligan a un partido que asume como objetivo la toma del poder la preparación teórica y práctica de sus militantes. Para éste “la falta de preparación práctica y la falta de habilidad en la labor de organización son, en efecto, cosas comunes a todos nosotros, incluso a quienes desde el primer momento han sustentado con firmeza el punto de vista del marxismo revolucionario. Y es cierto que nadie podría culpar de esta falta de preparación, por sí sola, a los militantes dedicados a la labor práctica” . En últimas, Lenin en su momento le presta atención a la crisis que atravesaba la socialdemocracia rusa, por un lado, gracias al atraso de los dirigentes ("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al ascenso que venía experimentando el movimiento espontáneo de las masas, y por otro lado, debido al primitivismo en el trabajo político (practicismo) que no permitía percibir el momento revolucionario que se estaba gestando al interior de las masas rusas.
Así las cosas, la tarea histórica de la clase obrera de destruir al Estado está íntimamente ligada a la Educación Popular en la medida en que las organizaciones requieren de cuadros de partido formados en el análisis de la sociedad capitalista para desarrollar una línea de acción coherente con los intereses de clase que ellas representan. En palabras de Antonio Gramsci:
“Ciertamente, no se puede pedir a todo obrero de la masa tener una completa conciencia de toda la compleja función que su clase está resuelta a desarrollar en el proceso de desarrollo de la humanidad, pues eso hay que pedírselo a los miembros del Partido […Aún así, es claro para Gramsci, al igual que para otros teóricos de la revolución, que…] no se puede proponer, antes de la conquista del Estado, modificar completamente la conciencia de toda la clase obrera; sería utópico, porque la conciencia de la clase como tal se modifica solamente cuando ha sido modificado el modo de vivir de la propia clase, esto es, cuando el proletariado se convierta en clase dominante, tenga a su disposición el aparato de producción y de cambio y el poder estatal” .
Entonces, encontramos que existe una necesidad sentida de desarrollar las potencialidades del cuadro político, y esto se logra en el quehacer diario de la práctica política, combinado con el desarrollo de escuelas especiales, en los términos del Che, en el que educador favorece el ascenso ideológico y la claridad política del cuadro político en formación, desarrollando con él “una capacidad dialéctica de análisis que permita hacer continuos aportes, a todos los niveles, a la rica teoría y práctica de la Revolución” .
Sin embargo, está recurrencia aunque surge de la necesidad sentida de pensarse la formación de dirigentes con los conocimientos pertinentes para la lucha social y la construcción del socialismo, no ha logrado calar suficientemente en los imaginarios de los actores sociales que participan en los procesos de liberación. Esto se debe en parte, al hecho de que los diferentes sectores sociales que enarbolan la lucha contra el Capital, a pesar de su riqueza en propuestas educativas, ellos en muchas ocasiones desarrollan iniciativas que reproducen subjetivamente, al igual que la escuela y otras instituciones, las lógicas y las relaciones sociales opresoras de la sociedad capitalista .
Sin embargo, se olvida que aunque la escuela no es el único referente social del aprendizaje y que la educación, en palabras de Marx, está “[…] también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela […]” , los procesos de formación de cuadros han sido concebidos como están pensados los procesos escolares. Así pues, los procesos de formación de cuadros son pensados como si los educandos volvieran a la escuela. Allí se reproducen las relaciones de dominación y poder que da el conocimiento, en la medida en que la relación educador-educando se presenta de forma bancaria en el sentido de Paulo Freire , y por su naturaleza de clase son relaciones predominantemente alienantes. En esa perspectiva, hay que revisar la relación educador-educando, la concepción tradicional de la educación, esto debido ha: por una parte, el currículo no está apoyado por una reflexión pedagógica marxista, sino por el contrario, se reproducen las lógicas de dominación de la escuela y eso causa desmotivación y deserción.
Justamente, en el sentido marxista la educación burguesa se encarga precisamente de “embotar la actitud crítica-creadora ante la realidad”. Dicho en otras palabras, estas relaciones de poder se han naturalizado en la sociedad capitalista de tal manera que cuando pensamos una propuesta de educación reproducimos automáticamente el único referente educativo que la sociedad capitalista abandera: la escuela. En últimas, vemos de forma clara que los procesos de formación están imbuidos de las relaciones de opresión y que por el contrario, toda opción de cambio significa, entre otras cosas, cuestionar los procedimientos de la enseñanza-aprendizaje típicos de la escuela burguesa, y tal vez está sea una de las razones por las que las iniciativas de educación partidaria sufren de deserción y desmotivación entre los educandos.
Justamente, para Freire la sociedad capitalista reproduce las lógicas de opresión en el proceso educativo y por tal razón hay una exigencia radical en el sentido político para el opresor y el oprimido: la transformación objetiva de la situación opresora. Ahora bien, si se quiere superar la contradicción opresor-oprimido hay en primera instancia que descubrir los mitos que alimentan las contradicciones de la sociedad capitalista.
Esta superación de la situación de opresión deben tener en cuenta las contradicciones objetivas sin perder de vista lo subjetivo. El autor plantea un viejo debate entre el marxismo: objetivismo-subjetivismo. Para él, Marx no encontró ninguna dicotomía en estos dos elementos, ya que Marx se centró en la crítica demoledora del subjetivismo pero no de la subjetividad. En ese sentido, Marx subraya: “Hay que hacer de la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquella la conciencia de la opresión, haciendo la infamia todavía más infamante” . De igual forma, para Freire es interesante el aporte que hace Lukács al observar que “el partido revolucionario debe explicar a las masas su propia acción, no sólo con el fin de asegurar continuidad de las experiencias revolucionarias del proletariado, sino también de activar conscientemente el desarrollo posterior de esas experiencias” . Sin embargo, para Freire si bien explicar a las masas su acción coincide con la exigencia de insertarse críticamente en la realidad, a través de la praxis, el problema no radica solamente en explicar a las masas sino en dialogar con ellas sobre su acción.
Lo anterior es entendible para el autor por cuanto partiendo de las tesis marxista de que los hombres son producto de las circunstancias históricas y de la educación, y de que por lo tanto, los educadores necesitan ser educados. Esta es la razón por la cual Freire resalta que el proceso educativo, cuando tiene el carácter liberador, tiene directa relación con la expulsión de los mitos creados por la estructura opresora, en ese momento la construcción de la educación se convierte en una concepción dialéctica, praxiológica y revolucionaria.
En ese sentido, toda propuesta de formación de cuadros debe partir de la idea de una educación partidaria que libere al sujeto de toda forma de opresión ideológica, a partir de una intencionalidad política enmarcada en un proyecto de liberación nacional revolucionario y que dicha liberación se comprometa con superar dialécticamente la división técnica del trabajo y la dependencia que ésta conlleva. Para tal efecto, es clave tener en cuenta que la educación tradicional genera lazos de dependencia entre el educador y el educando, en la medida en que éste último no se le enseña a pensar sino que se le enseña una serie de contenidos que se piensa son pertinentes para ser aprendidos. Baste recordar que las relaciones que se construyen en la educación son relaciones de saber y conocimiento, por tal razón, es muy importante que la educación partidaria reivindique los saberes populares construidos a lo largo de la lucha social de los educandos.
De igual forma, el problema de la motivación no es solamente una cuestión de lúdica sino que hay que pensarse y desarrollar procesos de educación partidaria que rompa radicalmente con las lógicas del sistema capitalista y sus instituciones de reproducción ideológica. En ese sentido, otras experiencias de educación popular desarrolladas en América Latina, a partir de lo que se denominó Teología de la Liberación y otros procesos políticos similares, plantean posturas liberadoras y alternativas a todo esto, las cuales se centran en la construcción de alternativas metodológicas (estrategias de enseñanza y aprendizaje).
De todas formas, a pesar de lo interesantes que pueden llegar a ser por el aspecto lúdico, se desmoronan al no conciliar la contradicción teoría-práctica por medio de la praxis. En otras palabras, hacen énfasis en la construcción social del conocimiento y en la importancia de partir todo proceso de aprendizaje de los conocimientos previos, las creencias, el sentido común, las expectativas que se tienen, y demás construccines que los educandos traen al proceso en un constante dialogo de saberes. Pero, al no ubicarse claramente en qué momento del proceso de aprendizaje se codifica y construye conocimiento nuevo que sea empalmado con la teoría revolucionaria, ésta se hace superficial y se termina asumiendo que “la voz del pueblo es la voz de dios”, como si el conocimiento popular o sentido común no estuviera permeado por las lógicas de opresión, como lo anotaría Gramsci y Freire. Además, se puede sacrificar el contenido asumiendo experiencias de educación popular de aquellos procesos centrados en la metodología, porque caen en la lúdica por la lúdica y la dinámica grupal desplaza los procesos de pensamiento.
Por otro lado, se asume que una propuesta de educación popular es una serie de contenidos, cartillas, lecturas de apoyo y conferencistas que aborden frente a un público las temáticas planeadas. No se tiene en cuenta que la educación popular parte de una reflexión pedagógica que le apunta a hacer evidente un proyecto político con una finalidad. En esa perspectiva, el educador popular cuando no supera la educación tradicional diseña, planifica, emprende acciones educativas y evalúa de buena fe “su incidencia en las masas”, pensando que de esta manera aporta en los procesos de liberación a los que hace parte; sin embargo, de lo que se trata es de entrever que la intencionalidad política del educador no siempre coincide con la intencionalidad y las lógicas del pueblo. Esto porque a veces el educador popular se percibe a sí mismo de forma mesiánica, pero también, porque los sectores populares reproducen lo aprendido socialmente del opresor, es decir, asumen la lógica de la supervivencia desde la óptica capitalista.
En esa perspectiva, la reflexión pedagógica que se mencionó anteriormente surge de la crítica a la sociedad capitalista y se proyecta en el campo de la educación. El educador popular se pregunta inicialmente el para qué de la educación popular, el con quién y el por qué de ella. Esto se hace necesario en la medida en que existen una serie de mediaciones que condicionan los procesos educativos con los sectores populares, las cuales no son buenas ni malas, simplemente están ahí como producto social de nuestra historia .
En ese sentido, la discusión pedagógica en las organizaciones políticas de la clase obrera trasciende el debate bizantino que centra su punto de atención en la lúdica. La reflexión pedagógica sobre la formación de cuadros no parte de si es divertido para el educando el proceso educativo, sino las mediaciones que se presentan en dichos procesos. Para tal efecto, debemos aclarar que la idea no es sacrificar los contenidos en aras de la lúdica, así como, tampoco debemos asumir otras experiencias de Educación Popular de otros procesos solamente porque estas han hecho adelantos significativos en el tema de cómo enseñar.
Esto se hace evidente cuando revisamos que dichas experiencias aunque se perciben a sí mismas como de estilo Freiriano, cuando intentan enseñar conocimiento nuevo partiendo de las preconcepciones de los educandos (por medio de dinámicas y juegos de grupo) caen en la lúdica por la lúdica y las dinámicas de grupo desplazan los procesos de pensamiento. En otras palabras, aunque todo proceso de Educación Popular parte de las preconcepciones de los educandos, el proceso educativo no se queda allí. Todo lo contrario, los procesos de pensamiento se desarrollan entre los educandos cuando se construyen canales y puentes de diálogo de saberes, entre los educadores populares que traen sus propias formas de mediación de su saber, y los educandos, los cuales traen sus intereses, demandas e interpretaciones del conocimiento nuevo y sobre todo su propio saber.
Sin embargo, cuando los procesos de Educación Popular se quedan en la lúdica ocurren dos cosas: Puede ocurrir que la dinámica de grupo permita aflorar preconcepciones y conocimientos previos de los educandos, para luego el educador decir: “No señores eso no es dialéctica”, o “ahora veamos lo que dice el autor sobre el tema”. Esta práctica niega de tajo que los educandos realizan constantemente una reinterpretación de los conocimientos, pero sobre todo, niega la posibilidad de pensar de los educandos. ¿Para qué preguntar a los participantes qué saben de un tema si luego se les plantea que desechen lo que saben para abrirle campo a lo que se les viene a plantear del tema? Eso comienza un proceso democrático de dialogo de saberes para luego acabarlo abruptamente; eso es negar en la práctica lo que se vocifera como discurso pedagógico, porque en el fondo la relación educador-educando es de carácter autoritario y tradicional.
Otro tipo de práctica común en algunas experiencias de Educación Popular es el quedarse en la lluvia de ideas o socialización de preconcepciones; entonces, se comparten los preconceptos de los educandos sobre un tema de interés común y ahí termina la estrategia de enseñanza. En esta práctica educativa se cae en el paternalismo, en la medida en que se asume que el saber popular es por sí mismo emancipador, olvidando entre otras cosas que las lógicas de opresión tienen unos dispositivos de reproducción que hacen que el educador y el educando reproduzcan inconscientemente las relaciones dominantes declase, y de lo que se trata es de transformar radicalmente y hasta sus cimientos estas relaciones y lógicas impuestas por el opresor.
En palabras de Marx, “No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante”. A pesar de esto, las experiencias educativas que otros sectores políticos del campo popular vienen desarrollando pueden servir de ejemplo para pensarse un proceso de formación de cuadros en un partido marxista, teniendo en cuenta que dichas herramientas de enseñanza y aprendizaje es propia para procesos de Educación Popular con compañeros que están iniciando y por último, que es posible usar metodologías como las dinámicas de grupo pero no pueden ser la clave para todo.
Finalmente, los procesos de formación de cuadros deben extraer socialmente las experiencias de lucha de los sectores populares en dos sentidos íntimamente relacionados: la investigación social “desde abajo” y la recuperación de la memoria a partir de los conocimientos previos con los que vienen los educandos a las actividades educativas que desarrolla el Partido. Por tal razón, se debe llegar a plantear que hay una historia del partido que está por hacerse y que ella debe irse construyendo en la perspectiva de recuperar la memoria histórica de los protagonistas de la lucha social, es decir, elaborar una historia del partido “desde abajo”. Lo anterior es fundamental en cuanto la historia desde abajo nos sirve como herramienta de formación de los cuadros en el desarrollo histórico de las formas de lucha y su combinación a lo largo de la vida del Partido. Es importante ir de lo concreto a lo abstracto y volver a lo concreto; de lo sencillo a lo complejo sin caer en la subestimación del compañero o en programas academicistas, así como no confundir pedagogía con método y didáctica, es más un invitación a pensarnos una interacción entre lo educativo, la historia y el Partido, haciéndose de esta forma una interrelación donde la construcción pedagógica sea un proceso pensado de acuerdo a las condiciones de lucha por las cuales se atraviesa.
PAPEL E IMPORTANCIA DE LA CELULA Y LA ATENCION A LA ESTRUCTURA
Caliche
La teoría leninista de organización determina la necesidad e importancia de la organización política, la cual tiene como fundamento y parte esencial LA CELULA como unidad básica que cumple un papel revolucionario con especificidades políticas, orgánicas e ideológicas y que de acuerdo a la interpretación de la función biológica, como estructura funcional de materia viva en movimiento y desarrollo posibilita toda la actividad del organismo que conforma dándole fortaleza, dinamismo y consistencia; es por ello que la comprensión e interpretación de la realidad existente y su correspondiente manifestación política, nos permite valorar el papel de la célula a partir de la proyección y fortalecimiento del partido como sistema orgánico que facilita su reproducción y avance; aspectos que se corresponden y se complementan con la valoración y definición de nuestros Estatutos que en el Articulo 11 consagra “La Célula es el organismo fundamental del Partido Comunista Colombiano. Se integra en sitios de trabajo, estudio o vivienda, con un mínimo de tres (3) militantes. La Célula tiene como principio desarrollar la política del partido en su radio de acción. (...).
Lo anterior precisa del diseño de planes de crecimiento que permitan el ingreso de nuevos militantes con una conciencia clara y definida, los cuales deben de actuar en función del PAPEL POLITICO DE LA CELULA con perspectiva social como manifestación de un real y efectivo trabajo de masas que se anteponga a los estilos y métodos de trabajo individual.
La célula como instancia de contacto y relacionamiento con el entorno y espacio natural de la actividad del militante que permite identificar las particularidades y los momentos del acontecer diario como interpretación de esa realidad incorpora necesariamente elementos de la acción practica en torno a las aspiraciones y anhelos como superación de problemáticas existentes; es por ello que la célula como estructura vinculante y participativa define a su interior unas metas y objetivos frente a su accionar, planificar y proyectar su trabajo, responsabilizar y delegar funciones, concretar prioridades y ejecutar acciones que se correspondan con lineamientos políticos de transformación y cambio del momento imperante, en la lógica de avanzar en la construcción de una unidad orgánica, política y de acción en torno al diseño de planes de trabajo conjuntos medibles y evaluables que cimenten la necesidad e importancia del Partido Comunista. La no implementación de estos postulados y la pérdida de perspectiva frente al trabajo y al que hacer político han propiciado la desestructuración y la desarticulación de la Célula, donde el militante se asume como un simple activista y hacedor de tareas desligándose de su función como dirigente, abandonando de paso el concepto de DIRECCION COLECTIVA; siendo este planteamiento una derivación de los momentos de crisis determinados por oportunismos que conllevan a la conformación de aparatajes para el control de subjetividades como precedente de actitudes liberales al interior de nuestra organización.
La teoría científica revolucionaria determina el conocimiento de las leyes del desarrollo social y las de la lucha de clases; de allí que el partido como destacamento organizado de hombres y mujeres incorporados a una vida social de producción laboral, intelectual, cultural etc., establece unos compromisos directos de esos militantes con su célula en la elaboración de la política como valoración del acontecer y de formulación de propuestas como acción movilizadora a partir de la iniciativa y de la creatividad que permitan la disposición de lucha, el afloramiento de liderazgos, la capacidad propositiva, la orientación consiente y oportuna, la delegación de funciones, el crecimiento constante, y la renovación permanente; aspectos que nos permiten concluir que la célula establece y concreta el sentido de pertenencia con la organización política ratificando y consolidando la identidad con nuestro proyecto revolucionario. Es por ello que se hace necesarario ratificar que la militancia en el Partido Comunista Colombiano se hace es al interior de la Celula, superando aquella tesis equivocada de que “SOY UN MILITANTE NO ORGANICO”, pues en nombre de la flexibilidad y la amplitud terminamos dándole el carácter de MILITANTES a aquellos que se consideran amigos o simpatizantes por el solo hecho de avanzar en unidad de acción frente a la coyuntura o tener algunas afinidades en los análisis políticos , siendo esta una clara tergiversación de los PRINCIPIOS LENINISTAS DE ORGANIZACIÓN, que terminan relajando y diluyendo la esencia de nuestro partido. De igual manera quienes plantean que hay que flexibilizar el vínculo o la pertenencia al partido con nuevas formas de participación que se correspondan a las cambios operados en el movimiento revolucionario internacional, su presupuesto no tendrá posibilidades de desarrollo mientras persista la decisión indeclinable de continuar la lucha por las transformaciones estructurales en perspectiva de nuestro proyecto estratégico.
En ese orden de ideas la comprensión del proceso de unidad que adelantamos como desarrollo de la táctica de los comunistas en perspectiva de nuestro proyecto estratégico no puede llevarnos a equívocos y engaños con respecto a subvalorar el papel de la Célula ni a magnificar los COLECTIVOS DE BASE DEL PDA, teniendo claro que nos asiste la responsabilidad política de avanzar en la construcción de este núcleo básico amplio.
La atención a la estructura se precisa a partir de la responsabilidad y el compromiso de los equipos de dirección y de la interiorización del papel del dirigente con la atención oportuna y permanente, con la orientación precisa y la construcción colectiva de los planes de trabajo, con la delegación de tareas y funciones que superen la labor mecánica y rutinaria, la concentración de responsabilidades y los excesos de liderazgos en algunos cuadros, con la innovación y la iniciativa permanente para superar los errores y proyectar el trabajo y con una profunda interpretación de la comprensión humana donde la solidaridad, la fraternidad y la camaradería sean una constante diaria en la idea de recuperar la emulación y el reconocimiento del trabajo revolucionario.
La anterior formulación se corresponde con un párrafo de Álvaro Cunhal cuando dice “Nos proponemos decir con veracidad como somos, como pensamos, como actuamos, como luchamos, como vivimos nosotros, los comunistas.....Se dirá todo, tornando transparentes las paredes de nuestro Partido, de modo que quien está fuera pueda observar al Partido como a través de paredes de cristal”; siendo esta premisa la validación y valoración del papel de la célula que debe comportar la práctica de la ética y la moral revolucionaria, del acatamiento a las normas estatutarias del reconocimiento de los principios leninistas de organización, de la validez y convicción de nuestros principios revolucionarios y de la consistencia y firmeza de los postulados e ideario político.
1. Estudio del momento político y retos para el Partido
Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, daba mucha importancia a la evaluación del momento político, como base para elaborar una política consecuente y acertada. El análisis de este momento -llamado coyuntura política-, exige una detallada consideración sobre el carácter del Gobierno; los diversos sectores de la clase dirigente; el grado de organización y de unidad del movimiento popular; del estado de ánimo de las masas y su disposición a luchar por los objetivos inmediatos y a largo plazo . El marxismo exige de nosotros un análisis más exacto; objetivamente comprobable, de la correlación de las clases y de las peculiaridades concretas de cada momento histórico . Cuando se analiza una situación política inmediata; al hacer el “análisis concreto de una situación concreta”, como lo señalaba Lenin, son posibles las fallas y equivocaciones; diferente a cuando se analizan etapas históricas a largo plazo. Para el examen del momento político se debe tener en cuenta en el campo de la política dos aspectos: los debates de los conflictos de las clases sociales en relación con el poder y las relaciones económicas y sociales donde se deducen los intereses de clase. Es aquí donde surge la formación de agrupaciones que defienden unos intereses de clase .
Vásquez, ALVARO. Notas de lectura. La táctica y la situación política. 2002.
Lenin, VLADIMIR. Cartas sobre táctica. Carta 1, apreciación del momento, editorial progreso, Pág. 5
En relación con el poder; la lucha de los diversos sectores sobre todo de la clase dominante que lo ejerce, cómo están constituidos; cuáles son sus principales manifestaciones; en qué forma se ejerce; el estudio de la institución centralizada; el Estado. El tipo de Estado, la forma como está organizada la estructura del poder público , las relaciones del Estado en los escenarios internacionales, la conformación del Parlamento, del órgano Ejecutivo y Judicial, la Fuerza Pública y el aparato ideológico, entre otras cosas.
Por fuera del Estado hay otro tipo de organizaciones que juegan su papel en la vida política: partidos, movimientos, organizaciones gremiales, organizaciones religiosas, medios de comunicación, movimientos insurgentes, entre otras, que participan activamente en las luchas sociales y políticas.
Para analizar la situación política en un momento determinado, se abarca el desarrollo de las contradicciones de las clases, de la clase dominante, de la tendencia que predomina, para lograr ubicar cuál es la determinante, (no se puede mirar el perfil político como un todo, con una sola posición) en ese sentido tener mayores claridades de la fuerza reaccionaria principal y quiénes la acompañan, logrando identificar lo “aparente” de lo real. Con esto se tiene en cuenta los intereses de clase que se mueven, de sus diversas posiciones de las clases y de los sectores de clase, que se expresan en sus programas generalmente en forma mediatizada y enmascarada. Se examina todas las clases no de un modo estático, sino en movimiento.
Otro componente de la estructura del análisis del momento político es el económico. El carácter capitalista del país está enraizado con la situación económica mundial, la influencia que ejerce Estado Unidos sobre todos los aspectos de la vida nacional, los monopolios financieros como segmentos de la clase dominante en lo económico, que lo aplica en lo político a través del modelo neoliberal, en beneficio de ellos mismos.
Lenin decía en apreciación del momento: “nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción”: así decían siempre Marx y Engels, quienes se burlaban, con razón, del aprendizaje mecánico y de la simple repetición de “formulas” que, en el mejor de los casos, sólo sirven para trazar las tareas generales, que cambian necesariamente de acuerdo con las condiciones económicas y políticas concretas de cada fase particular del proceso histórico.
Vásquez, Álvaro. Guía de estudio “El campo de la ciencia política”. 2008.
Rodríguez, LIBARDO. Estructura del poder público en Colombia. Decima edición, editorial Temis. Bogotá 2009.
El análisis del momento político busca las diferentes contradicciones de la vida política y cuáles son sus elementos de fondo, que determinan las posiciones y las conductas de las distintas fuerzas. Y, qué tipo de solución de esas contradicciones es por la que debe trabajar el movimiento popular y los sectores más avanzados y revolucionarios. Lenin distinguía cuatros sectores: atrasados, intermedios, avanzados y revolucionarios. Los atrasados son los influenciados por la ideología dominante: la religión, los medios de comunicación que por intermedio de estos aparatos son fácilmente moldeables a sus intereses; los intermedios son los que fluctúan entre los atrasados y los avanzados; el sector avanzado es lo que se llama el sector democrático y los que algunos llaman liberales radicales; y por último el sector revolucionario de lo que trata es de saber, conservar, fortalecer, templar y conservar la táctica, la conciencia revolucionaria y la organización revolucionaria; el Partido Comunista.
2. Importancia de la concepción ideológica de la organización
Hay que recuperar la profunda tradición marxista, que convierte la teoría en poder de transformación de la vida social, destacando su función crítica y emancipadora. “El arma de la crítica no puede reemplazar, evidentemente, a la crítica de las armas, el poder material ha de ser derrocado por el poder material; pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. La teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es coger el problema por la raíz. Pero la raíz para el hombre es el hombre mismo” . La palabra “crítica” es el llamado a teorizar críticamente los problemas del hombre, los problemas sociales, los problemas de la humanidad, profundizando en la contradicción capital – trabajo, generando una conciencia al interior de las masas.
Lenin le da una importancia a la lucha teórica, en el ¿Qué hacer? (1902) ratifica “sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario” . Es una forma para combatir el pragmatismo político, el simple activismo, la “espontaneidad” de las masas, que pueden ser cooptadas por la burguesía en momentos determinados. La clase “para sí” que es la conciencia construida en la praxis, solo se puede materializar por medio de un partido revolucionario, este partido tiene la tarea fundamental de transformar la clase “en sí” en clase “para sí”.
Principios leninistas de organización
El pragmatismo político conlleva al oscurantismo, al sectarismo; actuación de fanáticos e intransigentes, de un partido o de una idea, que no permiten avanzar en los procesos de unidad, de crecimiento y fortalecimiento. El amiguismo impera en contraposición al debate colectivo, donde prima la cercanía a mis ideas individuales y no colectivas. El dogmatismo , el autoritarismo; métodos atrasados para la conducción del Partido. El culto al personalismo como prácticas heredadas de las conductas prosoviéticas, son algunas de las conductas que no deben estar en el accionar normal de un militante del Partido Comunista Colombiano.
Marx, CARLOS. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. En revista argumentos No 4-5. Versión española Rubén Jaramillo Vélez, Colombia. P29.
Lenin, V.I. ¿Qué hacer? En obras escogidas. Tomo I. editorial progreso, Moscú, 1961. P 137.
Estas prácticas en muchas ocasiones se dejan pasar bajo la falsa idea de no perder al cuadro, de no meterse en terrenos de “pequeños feudos” de un amplio trabajo de masas, o porque es el dirigente con una opinión pública que favorece la “imagen” del Partido. Este dejar pasar y dejar hacer son los retrocesos del trabajo ideológico y educativo del conjunto de la militancia, del error de considerar las posturas de la organización leninista cuando en su esencia son posturas liberales, que en últimas llevan al pragmatismo que busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida partidaria.
La crítica y autocrítica, donde se permite verificar los errores y deficiencias de una determinada orientación política, en lugar de ello se encuentra una homogenización de la militancia en la “opinión” agregándose aspectos subjetivos que en nada tiene que ver con la objetividad partidaria. El análisis, la reflexión, de procesos sobre aspectos relacionados con el quehacer de la política quedan rezagados a formalismos, a tareas realizadas, análisis positivistas de los hechos. Si los resultados son favorables entra a jugar el entusiasmó de las capacidades individuales, dejando en un segundo lugar lo colectivo; si son adversos entra a jugar la justificación para quedar bien, buscando responsabilidades en lo exógeno de la política. La responsabilidad individual es la contribución de los militantes como parte integrante del trabajo colectivo. El trabajo colectivo exige la división y distribución de tareas, es una responsabilidad ética-política, articulándose con la democracia, significando que lo esencia es la ley del colectivo contra las posiciones individuales y sobre todo individualistas; que son prácticas liberales.
Centralismo democrático es la democracia interna del Partido. Es el pensamiento y la acción del Partido como un todo único, que implica que todos sus asuntos deben ser examinados y discutidos directamente o por medio de representantes de todos los miembros, en un campo de igualdad de derechos, bajo la dirección de un centro único producto de la voluntad política y democrática de la mayoría de los integrantes de un organismo. La negativa de no someterse a la dirección de los organismos equivale a una negativa a seguir en el Partido. X o Y militante en espacios públicos plantea no estar de acuerdo con decisiones que se toman por parte de las direcciones promulgándolo abiertamente en el trabajo de masas, enviando mensajes confusos de las decisiones tomadas; pero la direcciones no toman medidas políticas – organizativas para detener el océano de confusión. Estas formas de accionar político nada tienen que ver con los principios leninistas de organización.
Presunción de quienes quieren que su doctrina o sus aseveraciones sean tenidas por verdades inconcusas.
Cuando un militante se retira del partido se lleva consigo a un grupo importante de militantes, lo que significa que el proceso de premilitancia no se fortalece en la defensa de una idea, de un partido revolucionario, sino por la fuerza de la personalidad del dirigente quien influye como “padre político” para que ingrese al partido.
3. Aspectos concretos problemas organizativos
Política de cuadros
Dos preguntas que tenemos que hacernos sin temor, son por qué y para qué planteamos la política de cuadros. Estas dos preguntas son un punto de partida para cambiar los métodos como se viene asumiendo los problemas al interior del Partido. Las luchas internas se desenvuelven en tensiones que son válidas cuando se dan en el marco de las luchas ideológicas, en los debates políticos que ayudan al desarrollo organizativo. Pero dejan de tener validez o pierden su legitimidad cuando se utilizan métodos que buscan negar absolutamente al otro, cuando la discusión tiene un contenido personal, cuando imponen el interés particular sobre el interés general, que nada tiene que ver con la ética revolucionaria de los comunistas; tensiones que surgen producto de querer alcanzar estatus de poder político al interior del trabajo de masas, con criterios oportunistas, liberales que se aprovechan en la lucha electoral, como formas de aprehensión de responsabilidades eternas. Estos factores deterioran la proyección de cuadros, creando estancamiento en el desarrollo dialéctico, dinámico de la vida partidaria.
Vladimir Ilich promovía al partido como un proyecto de vida, como defensa de una idea, como defensa de un proyecto revolucionario, para ir más allá del capital sembrándose la idea socialista en todos los espacios en que se mueve, pero en muchas ocasiones encontramos la formación de “revolucionarios profesionales”, no en el sentido leninista, sino en el sentido de convertir al Partido en una forma de vida, que nada tiene que ver con un proyecto revolucionario. Estas formas de ver el proyecto revolucionario son canalizados a través de de los acumulados históricos del trabajo de masas, en función de intereses individuales. Tomando las discusiones hechas por Lenin después del ¿Qué hacer? donde el término de revolucionarios profesionales significa que el militante partidario dedica su tiempo libre al trabajo revolucionario, que logra materializarlo como el centro de su vida, (o su estilo de vida, si se quiere).
Los vicios como la conformación de los guetos que son generados por el amiguismo o por posturas políticas frente a temas específicos; la opinión por fuera de los espacios adecuados para el debate, que generan zozobra, división, beneficiando al enemigo de clase; son el germen de actitudes ajenas a las conductas de los comunistas. Estos aspectos dan a entender el por qué de la necesidad de una política de cuadros. El para qué de la política de cuadros, es para ayudar a resolver de manera coherente, oportuna, de formar a los militantes, de fortalecer las estructuras orgánicas y de defender los principios leninistas de organización, la línea política del Partido.
Torcer la barra hacia el otro lado
En el periodo inaugural por el levantamiento de 1905, cuando la situación en Rusia cambió y se atenuó la presión de la autocracia, el “concepto de partido” de Ulianov cambio de acuerdo a las nuevas circunstancias. Sabía que el único camino para llegar al socialismo era pasar por la democracia, por la libertad política. En esos momentos se había conquistado la libertad de reunión, de asociación y de prensa, ¿qué sigue entonces? Organizar nuevos métodos de trabajo, era su consigna. Esto permitió a los activistas realizar un reclutamiento masivo de trabajadores logrando la influencia de los intelectuales en el trabajo del partido.
La democracia al interior del Partido se concibe en que todos los miembros tienen derecho a expresar y defender su opinión en el organismo al que pertenece, pero nadie tiene derecho a sobreponer su opinión individual a la opinión del colectivo, la de su organismo, o a la opinión del Partido. Lo anterior va unido a la dirección colectiva que orienta las directrices de las conclusiones de los congresos y de los planes de trabajo, de manera clara sin confusiones, tomando decisiones acertadas en los momentos oportunos sin dejarlo envejecer. El no uso correcto de la dirección colectiva crea condiciones para que aparezcan tendencias caudillistas, culto a la personalidad, que generan métodos artesanales de trabajo conduciendo al desdibujamiento de la unidad política, ideológica y orgánica.
4. El movimiento de masas
Con el avance de la ciencia y la tecnología, con el desarrollo de la informática, la globalización, con el surgimiento de las empresas transnacionales, cambiando los métodos de explotación por parte del capital, se proletarizaron a grandes capas de la población colombiana, y dieron surgimiento a nuevas formas de subordinación laboral en beneficio del capital; fragmentando a la sociedad, dando surgimiento a nuevos sujetos sociales, y con ello a nuevas reivindicaciones , (Campesinos despojados de sus tierras, el desplazamiento por la violencia que busca el retorno a su identidad-territorial, la defensa del medio ambiente, LGTB que históricamente han sido excluidos, los indígenas protegiendo su cultura, la lucha por los servicios públicos, la inclusión democrática de los grandes desarrollos urbanos, las luchas por la seguridad social, las luchas obreras y populares para no perder lo ganado, etc.). Con lo anterior, han surgido nuevos sujetos históricos conformados por la clase que busca la enajenación humana y la emancipación del capital; uno de los problemas centrales del quehacer teórico de Marx.
En la interpretación de las luchas de estas reivindicaciones, de los nuevos sujetos históricos, donde juegan un papel protagónico las masas; es necesario hacer una aproximación a este concepto. Las masas populares aparecen en contraposición al individuo concreto; es el sujeto de la acción histórica que influye en la marcha de los acontecimientos, que recoge los nuevos sujetos, a las clases sociales y capas sociales que por la situación objetiva y subjetiva son capaces de la transformación de la sociedad. Marx no desconoce la importancia del individuo, demostró es que la transformaciones de la historia las hacen las masas populares y no los individuos. Es aquí donde juega un papel importante un partido revolucionario, en la actividad política, ideológica, y orgánica encaminada a movilizar y concienciar a grandes sectores de la población para las transformaciones sociales. Un partido que se fortalece en la unidad política, orgánica e ideológica, de su militancia marca profundamente la marcha de los acontecimientos de la historia. El sujeto del proceso histórico ante todo son las masas, que no tienen un carácter lineal sino dialéctico, partiendo de la actividad de éstas es como se entiende la vida partidaria del militante, todo organismo básico debe de hacer parte a un frente de masas, en función de una idea; transformar la sociedad.
Rauber, ISABEL. Sujetos políticos. Ediciones desde abajo. 2006. P11.
Pero cuando no existe unidad política, orgánica ni ideológica, se tiende a caer en posturas oportunistas, de acomodamiento, en aras de un trabajo de masas. Es un problema ideológico impuesto por el individualismo, no son las masas sino la acción del individuo concreto quienes transforman las realidades sociales. La gran pregunta es ¿a quién favorece los pequeños cambios? Y se puede contestar: al individuo.
REFLEXIONES PEAGÓGICAS SOBRE LA FORMACIÓN DE CUADROS EN UN PARTIDO COMUNISTA
Rubén Alberto Castillo.
El presente artículo es el producto de una serie de reflexiones personales sobre el tema de la formación de cuadros. Esta preocupación teórica surge de la discusión con algunos camaradas acerca de las Escuelas de formación y sobre los aspectos pedagógicos que la tarea educativa e ideológica exige en un partido marxista-leninista. En un principio se desarrolla la noción de “cuadro” situado desde la tradición marxista, para tal efecto, se referencia a dos autores que desarrollaron la teoría de los cuadros de manera más o menos puntualizada. El primer acercamiento recoge la reflexión que hace el Che Guevara a la noción de cuadro en el texto intitulado “El cuadro, columna vertebral de la revolución”; el segundo hace referencia a la discusión sobre los cuadros planteada por Lenin en su texto “¿Qué hacer?”. Posteriormente se desarrollará una serie de apuntes que desde la pedagogía radical pueden ayudar a discutir los procesos de formación de cuadros que se vienen adelantando, los cuales apuntan a incorporar al debate ideológico el tema de la pedagogía en los procesos que adelanta el Partido.
El cuadro de partido
El tema del “cuadro político” ha sido recurrente dentro de la ciencia política y especialmente en la literatura marxista, en la medida que por lo menos para el marxismo éste cumple un papel substancial en el proceso revolucionario, por un lado como catalizador de las fuerzas sociales, que en un determinado momento desarrollan el proyecto emancipador a nombre de la clase trabajadora que se levanta como bloque de poder hegemónico y alternativo a las relaciones de producción, éstas impuestas por la vieja clase social empotrada en el poder, por otro lado, el cuadro político cumple la tarea de educar a la base social en la comprensión de la realidad social y su necesidad de transformarla.
En esa perspectiva, entendemos al igual que Ernesto “Che” Guevara, que “un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas” . De ésta manera, los desafíos históricos asumidos por los comunistas implican un partido con cuadros formados como individuos de disciplina ideológica y administrativa, que saben obrar desde el principio de la discusión colectiva, “cuya fidelidad está probada; un individuo con capacidad de análisis propio, lo que le permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina”.
Si bien para el marxismo el cuadro es “la pieza maestra del motor ideológico del Partido”, porque es quien orienta y sirve de canalizador de las fuerzas sociales anticapitalistas, no se puede olvidar que el cuadro político actúa, junto con otros, en una formación socio-histórica que le ha condicionado subjetivamente su percepción de la realidad, a la vez es hijo de su época, por tanto, convive ideológicamente con todas las contradicciones que persisten en el capitalismo. La otra alternativa para el cuadro político, es asumir una serie de rupturas con la sociedad de consumo e irse constituyendo en un intelectual orgánico, en el sentido gramsciano.
Así, para autores como Paulo Freire, el educador popular (cuadro político) necesita clarificar sus opciones políticas a través de experiencias también políticas para ir decantando las estrategias de adaptación que usa la clase hegemónica para construir consensos, a partir de los espacios de gobernabilidad en los que participa la izquierda. Lo anterior se hace pertinente en la medida en que la idea de asumir posturas “neutrales” contradicen la finalidad del cuadro político: la construcción de una sociedad más justa. Más por el contrario, el cuadro político puede verse en una contradicción sin salida frente a los procesos de cooptación que desarrolla el capitalismo por medio de la industria del arrepentimiento que publicitan las filosofías postmodernas.
En ese sentido, Freire plantea que:
“en vez de desarrollar oportunidades para la formulación de problemas que impliquen un desafío para el grupo con el cual se está comunicando, esta clase de trabajador social [cuadro político] tenderá a favorecer soluciones en el más puro estilo del síndrome del bienestar. En suma, a través de sus acciones y reacciones, este tipo de trabajador social se verá motivado a asistir a la normalización del orden establecido que sirve a los intereses de la élite en el poder” .
Lo anterior funciona de esa manera, en cuanto, el cuadro como todo ser humano es un producto social, el cual, a falta de formación reproduce inconscientemente las relaciones sociales dominantes y por tal motivo, en el seno del cuadro yace tanto las posibilidades de construcción del Hombre Nuevo, así como los antivalores que trae consigo la alienación producida por las relaciones capitalistas. Es una relación dialéctica entre las lógicas de dominación en las que crece un cuadro y las lógicas de liberación en las que se forma dentro de un partido marxista.
En efecto, desde la perspectiva del campo popular, a un cuadro político reaccionario no le puede interesar que los cuadros desarrollen una visión crítica de su propia realidad, en otras palabras, que desarrollen la capacidad de pensar su práctica política mientras la realizan. Para él éste cambio de percepción se produce inicialmente con la problematización de la realidad y sus conflictos subyacentes; así pues, al examinar los problemas vitales de la clase trabajadora en su contexto exige que enfrentemos nuestra realidad. Es decir, “necesitamos apropiarnos del contexto e insertarnos en él, no adhiriéndonos a él, no bajo el imperio del tiempo, sino ya dentro del tiempo” .
En primer lugar porque el educador trabaja con los sectores populares, nunca sobre ellos o a nombre de ellos, a los que considera sujetos de la acción transformadora, nunca objetos o incidencias de su teoría política. Se asume a sí mismo con modestia y crítica, sin aceptar con ingenuidad la idea de ciertas posturas pedagógicas generalizadas en la izquierda, según la cual el trabajador social aparece como agente de cambio, en vez de ser acompañante de un largo proceso de emancipación de la clase trabajadora. Probablemente Freire recordando a Lenin dice al respecto:
“el trabajador social que opta por el cambio no teme a la libertad, no es manipulador ni emite prescripciones, con lo cual, también rechaza a la vez la espontaneidad irreflexiva, [para terminar concluyendo que] sabe perfectamente que todos los intentos de transformar radicalmente la sociedad exigen una organización consciente de los oprimidos, y que esto a su vez requiere una vanguardia lúcida. Si bien esta vanguardia no puede adjudicarse derechos de propiedad sobre los demás, tampoco puede ser totalmente pasiva” .
Más aún, para Freire el cuadro político debe ser consciente de lo que se puede hacer en un momento dado teniendo en cuenta la historia viable, es decir, la historicidad de las relaciones sociales de dominación, puesto que el campo popular hace lo que puede no lo que quisiera hacer en la lucha social y política. Asimismo, el cuadro como producto social, no es un producto acabado porque está en constante transformación; de lo viejo a lo nuevo; de las subjetividades propias de la sociedad de clases a las subjetividades comunistas. En palabras del Che Guevara, “lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de auto-educación”
En ese mismo sentido le apunta Jorge Dimitrov cuando plantea que la ayuda que el partido bolchevique debe darle a sus cuadros políticos parte de enseñarle a asociar el conocimiento científico de la realidad con las tareas que el desarrollo histórico de la sociedad capitalista impone, siempre en consonancia con la causa revolucionaria . Lo anterior adquiere pertinencia en la medida en que, desde una perspectiva leninista, podríamos afirmar que la causa de las crisis internas de los partidos, por lo menos en parte, se debe al:
“atraso [formativo] de los dirigentes ("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al movimiento ascensional espontáneo de las masas[por tal razón, según Lenin] debe desarrollarse la tarea, además, de un modo sistemático en escuelas especiales donde educadores adecuados a la etapa de conciencia política de los educandos favorezcan el más rápido ascenso ideológico”
En síntesis, el cuadro político debe poseer una serie de elementos tales como suficiente desarrollo político, capacidad de análisis propio, iniciativa creadora y disciplina consciente, que combinados le sirven para orientar y conducir un proceso revolucionario desde una opción de clase claramente definida: la de los trabajadores. Sin embargo, como el cuadro político no nace, sino por el contrario, se hace a través de la teoría revolucionaria y la práctica política revolucionaria, el partido de los trabajadores debe pensarse una pedagogía acorde con las exigencias que trae consigo la formación de éste tipo de cuadros. Según Dimitrov: “Sólo una justa política de cuadros dará a nuestros partidos la posibilidad de desplegar y utilizar hasta el máximo las fuerzas de los cuadros existentes y sacar el inagotable manantial del movimiento de masas nuevos y mejores elementos” .
La formación de cuadros
A lo largo de la historia de las luchas sociales contra el capitalismo el tema de la educación de sus protagonistas ha sido recurrente. La formación de cuadros surge de la necesidad de cualificar la práctica política de los miembros del partido, a razón de darle eficacia a la lucha social contra el Capital. Probablemente Lenin es quien visualiza de manera más clara las razones que obligan a un partido que asume como objetivo la toma del poder la preparación teórica y práctica de sus militantes. Para éste “la falta de preparación práctica y la falta de habilidad en la labor de organización son, en efecto, cosas comunes a todos nosotros, incluso a quienes desde el primer momento han sustentado con firmeza el punto de vista del marxismo revolucionario. Y es cierto que nadie podría culpar de esta falta de preparación, por sí sola, a los militantes dedicados a la labor práctica” . En últimas, Lenin en su momento le presta atención a la crisis que atravesaba la socialdemocracia rusa, por un lado, gracias al atraso de los dirigentes ("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al ascenso que venía experimentando el movimiento espontáneo de las masas, y por otro lado, debido al primitivismo en el trabajo político (practicismo) que no permitía percibir el momento revolucionario que se estaba gestando al interior de las masas rusas.
Así las cosas, la tarea histórica de la clase obrera de destruir al Estado está íntimamente ligada a la Educación Popular en la medida en que las organizaciones requieren de cuadros de partido formados en el análisis de la sociedad capitalista para desarrollar una línea de acción coherente con los intereses de clase que ellas representan. En palabras de Antonio Gramsci:
“Ciertamente, no se puede pedir a todo obrero de la masa tener una completa conciencia de toda la compleja función que su clase está resuelta a desarrollar en el proceso de desarrollo de la humanidad, pues eso hay que pedírselo a los miembros del Partido […Aún así, es claro para Gramsci, al igual que para otros teóricos de la revolución, que…] no se puede proponer, antes de la conquista del Estado, modificar completamente la conciencia de toda la clase obrera; sería utópico, porque la conciencia de la clase como tal se modifica solamente cuando ha sido modificado el modo de vivir de la propia clase, esto es, cuando el proletariado se convierta en clase dominante, tenga a su disposición el aparato de producción y de cambio y el poder estatal” .
Entonces, encontramos que existe una necesidad sentida de desarrollar las potencialidades del cuadro político, y esto se logra en el quehacer diario de la práctica política, combinado con el desarrollo de escuelas especiales, en los términos del Che, en el que educador favorece el ascenso ideológico y la claridad política del cuadro político en formación, desarrollando con él “una capacidad dialéctica de análisis que permita hacer continuos aportes, a todos los niveles, a la rica teoría y práctica de la Revolución” .
Sin embargo, está recurrencia aunque surge de la necesidad sentida de pensarse la formación de dirigentes con los conocimientos pertinentes para la lucha social y la construcción del socialismo, no ha logrado calar suficientemente en los imaginarios de los actores sociales que participan en los procesos de liberación. Esto se debe en parte, al hecho de que los diferentes sectores sociales que enarbolan la lucha contra el Capital, a pesar de su riqueza en propuestas educativas, ellos en muchas ocasiones desarrollan iniciativas que reproducen subjetivamente, al igual que la escuela y otras instituciones, las lógicas y las relaciones sociales opresoras de la sociedad capitalista .
Sin embargo, se olvida que aunque la escuela no es el único referente social del aprendizaje y que la educación, en palabras de Marx, está “[…] también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela […]” , los procesos de formación de cuadros han sido concebidos como están pensados los procesos escolares. Así pues, los procesos de formación de cuadros son pensados como si los educandos volvieran a la escuela. Allí se reproducen las relaciones de dominación y poder que da el conocimiento, en la medida en que la relación educador-educando se presenta de forma bancaria en el sentido de Paulo Freire , y por su naturaleza de clase son relaciones predominantemente alienantes. En esa perspectiva, hay que revisar la relación educador-educando, la concepción tradicional de la educación, esto debido ha: por una parte, el currículo no está apoyado por una reflexión pedagógica marxista, sino por el contrario, se reproducen las lógicas de dominación de la escuela y eso causa desmotivación y deserción.
Justamente, en el sentido marxista la educación burguesa se encarga precisamente de “embotar la actitud crítica-creadora ante la realidad”. Dicho en otras palabras, estas relaciones de poder se han naturalizado en la sociedad capitalista de tal manera que cuando pensamos una propuesta de educación reproducimos automáticamente el único referente educativo que la sociedad capitalista abandera: la escuela. En últimas, vemos de forma clara que los procesos de formación están imbuidos de las relaciones de opresión y que por el contrario, toda opción de cambio significa, entre otras cosas, cuestionar los procedimientos de la enseñanza-aprendizaje típicos de la escuela burguesa, y tal vez está sea una de las razones por las que las iniciativas de educación partidaria sufren de deserción y desmotivación entre los educandos.
Justamente, para Freire la sociedad capitalista reproduce las lógicas de opresión en el proceso educativo y por tal razón hay una exigencia radical en el sentido político para el opresor y el oprimido: la transformación objetiva de la situación opresora. Ahora bien, si se quiere superar la contradicción opresor-oprimido hay en primera instancia que descubrir los mitos que alimentan las contradicciones de la sociedad capitalista.
Esta superación de la situación de opresión deben tener en cuenta las contradicciones objetivas sin perder de vista lo subjetivo. El autor plantea un viejo debate entre el marxismo: objetivismo-subjetivismo. Para él, Marx no encontró ninguna dicotomía en estos dos elementos, ya que Marx se centró en la crítica demoledora del subjetivismo pero no de la subjetividad. En ese sentido, Marx subraya: “Hay que hacer de la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquella la conciencia de la opresión, haciendo la infamia todavía más infamante” . De igual forma, para Freire es interesante el aporte que hace Lukács al observar que “el partido revolucionario debe explicar a las masas su propia acción, no sólo con el fin de asegurar continuidad de las experiencias revolucionarias del proletariado, sino también de activar conscientemente el desarrollo posterior de esas experiencias” . Sin embargo, para Freire si bien explicar a las masas su acción coincide con la exigencia de insertarse críticamente en la realidad, a través de la praxis, el problema no radica solamente en explicar a las masas sino en dialogar con ellas sobre su acción.
Lo anterior es entendible para el autor por cuanto partiendo de las tesis marxista de que los hombres son producto de las circunstancias históricas y de la educación, y de que por lo tanto, los educadores necesitan ser educados. Esta es la razón por la cual Freire resalta que el proceso educativo, cuando tiene el carácter liberador, tiene directa relación con la expulsión de los mitos creados por la estructura opresora, en ese momento la construcción de la educación se convierte en una concepción dialéctica, praxiológica y revolucionaria.
En ese sentido, toda propuesta de formación de cuadros debe partir de la idea de una educación partidaria que libere al sujeto de toda forma de opresión ideológica, a partir de una intencionalidad política enmarcada en un proyecto de liberación nacional revolucionario y que dicha liberación se comprometa con superar dialécticamente la división técnica del trabajo y la dependencia que ésta conlleva. Para tal efecto, es clave tener en cuenta que la educación tradicional genera lazos de dependencia entre el educador y el educando, en la medida en que éste último no se le enseña a pensar sino que se le enseña una serie de contenidos que se piensa son pertinentes para ser aprendidos. Baste recordar que las relaciones que se construyen en la educación son relaciones de saber y conocimiento, por tal razón, es muy importante que la educación partidaria reivindique los saberes populares construidos a lo largo de la lucha social de los educandos.
De igual forma, el problema de la motivación no es solamente una cuestión de lúdica sino que hay que pensarse y desarrollar procesos de educación partidaria que rompa radicalmente con las lógicas del sistema capitalista y sus instituciones de reproducción ideológica. En ese sentido, otras experiencias de educación popular desarrolladas en América Latina, a partir de lo que se denominó Teología de la Liberación y otros procesos políticos similares, plantean posturas liberadoras y alternativas a todo esto, las cuales se centran en la construcción de alternativas metodológicas (estrategias de enseñanza y aprendizaje).
De todas formas, a pesar de lo interesantes que pueden llegar a ser por el aspecto lúdico, se desmoronan al no conciliar la contradicción teoría-práctica por medio de la praxis. En otras palabras, hacen énfasis en la construcción social del conocimiento y en la importancia de partir todo proceso de aprendizaje de los conocimientos previos, las creencias, el sentido común, las expectativas que se tienen, y demás construccines que los educandos traen al proceso en un constante dialogo de saberes. Pero, al no ubicarse claramente en qué momento del proceso de aprendizaje se codifica y construye conocimiento nuevo que sea empalmado con la teoría revolucionaria, ésta se hace superficial y se termina asumiendo que “la voz del pueblo es la voz de dios”, como si el conocimiento popular o sentido común no estuviera permeado por las lógicas de opresión, como lo anotaría Gramsci y Freire. Además, se puede sacrificar el contenido asumiendo experiencias de educación popular de aquellos procesos centrados en la metodología, porque caen en la lúdica por la lúdica y la dinámica grupal desplaza los procesos de pensamiento.
Por otro lado, se asume que una propuesta de educación popular es una serie de contenidos, cartillas, lecturas de apoyo y conferencistas que aborden frente a un público las temáticas planeadas. No se tiene en cuenta que la educación popular parte de una reflexión pedagógica que le apunta a hacer evidente un proyecto político con una finalidad. En esa perspectiva, el educador popular cuando no supera la educación tradicional diseña, planifica, emprende acciones educativas y evalúa de buena fe “su incidencia en las masas”, pensando que de esta manera aporta en los procesos de liberación a los que hace parte; sin embargo, de lo que se trata es de entrever que la intencionalidad política del educador no siempre coincide con la intencionalidad y las lógicas del pueblo. Esto porque a veces el educador popular se percibe a sí mismo de forma mesiánica, pero también, porque los sectores populares reproducen lo aprendido socialmente del opresor, es decir, asumen la lógica de la supervivencia desde la óptica capitalista.
En esa perspectiva, la reflexión pedagógica que se mencionó anteriormente surge de la crítica a la sociedad capitalista y se proyecta en el campo de la educación. El educador popular se pregunta inicialmente el para qué de la educación popular, el con quién y el por qué de ella. Esto se hace necesario en la medida en que existen una serie de mediaciones que condicionan los procesos educativos con los sectores populares, las cuales no son buenas ni malas, simplemente están ahí como producto social de nuestra historia .
En ese sentido, la discusión pedagógica en las organizaciones políticas de la clase obrera trasciende el debate bizantino que centra su punto de atención en la lúdica. La reflexión pedagógica sobre la formación de cuadros no parte de si es divertido para el educando el proceso educativo, sino las mediaciones que se presentan en dichos procesos. Para tal efecto, debemos aclarar que la idea no es sacrificar los contenidos en aras de la lúdica, así como, tampoco debemos asumir otras experiencias de Educación Popular de otros procesos solamente porque estas han hecho adelantos significativos en el tema de cómo enseñar.
Esto se hace evidente cuando revisamos que dichas experiencias aunque se perciben a sí mismas como de estilo Freiriano, cuando intentan enseñar conocimiento nuevo partiendo de las preconcepciones de los educandos (por medio de dinámicas y juegos de grupo) caen en la lúdica por la lúdica y las dinámicas de grupo desplazan los procesos de pensamiento. En otras palabras, aunque todo proceso de Educación Popular parte de las preconcepciones de los educandos, el proceso educativo no se queda allí. Todo lo contrario, los procesos de pensamiento se desarrollan entre los educandos cuando se construyen canales y puentes de diálogo de saberes, entre los educadores populares que traen sus propias formas de mediación de su saber, y los educandos, los cuales traen sus intereses, demandas e interpretaciones del conocimiento nuevo y sobre todo su propio saber.
Sin embargo, cuando los procesos de Educación Popular se quedan en la lúdica ocurren dos cosas: Puede ocurrir que la dinámica de grupo permita aflorar preconcepciones y conocimientos previos de los educandos, para luego el educador decir: “No señores eso no es dialéctica”, o “ahora veamos lo que dice el autor sobre el tema”. Esta práctica niega de tajo que los educandos realizan constantemente una reinterpretación de los conocimientos, pero sobre todo, niega la posibilidad de pensar de los educandos. ¿Para qué preguntar a los participantes qué saben de un tema si luego se les plantea que desechen lo que saben para abrirle campo a lo que se les viene a plantear del tema? Eso comienza un proceso democrático de dialogo de saberes para luego acabarlo abruptamente; eso es negar en la práctica lo que se vocifera como discurso pedagógico, porque en el fondo la relación educador-educando es de carácter autoritario y tradicional.
Otro tipo de práctica común en algunas experiencias de Educación Popular es el quedarse en la lluvia de ideas o socialización de preconcepciones; entonces, se comparten los preconceptos de los educandos sobre un tema de interés común y ahí termina la estrategia de enseñanza. En esta práctica educativa se cae en el paternalismo, en la medida en que se asume que el saber popular es por sí mismo emancipador, olvidando entre otras cosas que las lógicas de opresión tienen unos dispositivos de reproducción que hacen que el educador y el educando reproduzcan inconscientemente las relaciones dominantes declase, y de lo que se trata es de transformar radicalmente y hasta sus cimientos estas relaciones y lógicas impuestas por el opresor.
En palabras de Marx, “No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante”. A pesar de esto, las experiencias educativas que otros sectores políticos del campo popular vienen desarrollando pueden servir de ejemplo para pensarse un proceso de formación de cuadros en un partido marxista, teniendo en cuenta que dichas herramientas de enseñanza y aprendizaje es propia para procesos de Educación Popular con compañeros que están iniciando y por último, que es posible usar metodologías como las dinámicas de grupo pero no pueden ser la clave para todo.
Finalmente, los procesos de formación de cuadros deben extraer socialmente las experiencias de lucha de los sectores populares en dos sentidos íntimamente relacionados: la investigación social “desde abajo” y la recuperación de la memoria a partir de los conocimientos previos con los que vienen los educandos a las actividades educativas que desarrolla el Partido. Por tal razón, se debe llegar a plantear que hay una historia del partido que está por hacerse y que ella debe irse construyendo en la perspectiva de recuperar la memoria histórica de los protagonistas de la lucha social, es decir, elaborar una historia del partido “desde abajo”. Lo anterior es fundamental en cuanto la historia desde abajo nos sirve como herramienta de formación de los cuadros en el desarrollo histórico de las formas de lucha y su combinación a lo largo de la vida del Partido. Es importante ir de lo concreto a lo abstracto y volver a lo concreto; de lo sencillo a lo complejo sin caer en la subestimación del compañero o en programas academicistas, así como no confundir pedagogía con método y didáctica, es más un invitación a pensarnos una interacción entre lo educativo, la historia y el Partido, haciéndose de esta forma una interrelación donde la construcción pedagógica sea un proceso pensado de acuerdo a las condiciones de lucha por las cuales se atraviesa.
PAPEL E IMPORTANCIA DE LA CELULA Y LA ATENCION A LA ESTRUCTURA
Caliche
La teoría leninista de organización determina la necesidad e importancia de la organización política, la cual tiene como fundamento y parte esencial LA CELULA como unidad básica que cumple un papel revolucionario con especificidades políticas, orgánicas e ideológicas y que de acuerdo a la interpretación de la función biológica, como estructura funcional de materia viva en movimiento y desarrollo posibilita toda la actividad del organismo que conforma dándole fortaleza, dinamismo y consistencia; es por ello que la comprensión e interpretación de la realidad existente y su correspondiente manifestación política, nos permite valorar el papel de la célula a partir de la proyección y fortalecimiento del partido como sistema orgánico que facilita su reproducción y avance; aspectos que se corresponden y se complementan con la valoración y definición de nuestros Estatutos que en el Articulo 11 consagra “La Célula es el organismo fundamental del Partido Comunista Colombiano. Se integra en sitios de trabajo, estudio o vivienda, con un mínimo de tres (3) militantes. La Célula tiene como principio desarrollar la política del partido en su radio de acción. (...).
Lo anterior precisa del diseño de planes de crecimiento que permitan el ingreso de nuevos militantes con una conciencia clara y definida, los cuales deben de actuar en función del PAPEL POLITICO DE LA CELULA con perspectiva social como manifestación de un real y efectivo trabajo de masas que se anteponga a los estilos y métodos de trabajo individual.
La célula como instancia de contacto y relacionamiento con el entorno y espacio natural de la actividad del militante que permite identificar las particularidades y los momentos del acontecer diario como interpretación de esa realidad incorpora necesariamente elementos de la acción practica en torno a las aspiraciones y anhelos como superación de problemáticas existentes; es por ello que la célula como estructura vinculante y participativa define a su interior unas metas y objetivos frente a su accionar, planificar y proyectar su trabajo, responsabilizar y delegar funciones, concretar prioridades y ejecutar acciones que se correspondan con lineamientos políticos de transformación y cambio del momento imperante, en la lógica de avanzar en la construcción de una unidad orgánica, política y de acción en torno al diseño de planes de trabajo conjuntos medibles y evaluables que cimenten la necesidad e importancia del Partido Comunista. La no implementación de estos postulados y la pérdida de perspectiva frente al trabajo y al que hacer político han propiciado la desestructuración y la desarticulación de la Célula, donde el militante se asume como un simple activista y hacedor de tareas desligándose de su función como dirigente, abandonando de paso el concepto de DIRECCION COLECTIVA; siendo este planteamiento una derivación de los momentos de crisis determinados por oportunismos que conllevan a la conformación de aparatajes para el control de subjetividades como precedente de actitudes liberales al interior de nuestra organización.
La teoría científica revolucionaria determina el conocimiento de las leyes del desarrollo social y las de la lucha de clases; de allí que el partido como destacamento organizado de hombres y mujeres incorporados a una vida social de producción laboral, intelectual, cultural etc., establece unos compromisos directos de esos militantes con su célula en la elaboración de la política como valoración del acontecer y de formulación de propuestas como acción movilizadora a partir de la iniciativa y de la creatividad que permitan la disposición de lucha, el afloramiento de liderazgos, la capacidad propositiva, la orientación consiente y oportuna, la delegación de funciones, el crecimiento constante, y la renovación permanente; aspectos que nos permiten concluir que la célula establece y concreta el sentido de pertenencia con la organización política ratificando y consolidando la identidad con nuestro proyecto revolucionario. Es por ello que se hace necesarario ratificar que la militancia en el Partido Comunista Colombiano se hace es al interior de la Celula, superando aquella tesis equivocada de que “SOY UN MILITANTE NO ORGANICO”, pues en nombre de la flexibilidad y la amplitud terminamos dándole el carácter de MILITANTES a aquellos que se consideran amigos o simpatizantes por el solo hecho de avanzar en unidad de acción frente a la coyuntura o tener algunas afinidades en los análisis políticos , siendo esta una clara tergiversación de los PRINCIPIOS LENINISTAS DE ORGANIZACIÓN, que terminan relajando y diluyendo la esencia de nuestro partido. De igual manera quienes plantean que hay que flexibilizar el vínculo o la pertenencia al partido con nuevas formas de participación que se correspondan a las cambios operados en el movimiento revolucionario internacional, su presupuesto no tendrá posibilidades de desarrollo mientras persista la decisión indeclinable de continuar la lucha por las transformaciones estructurales en perspectiva de nuestro proyecto estratégico.
En ese orden de ideas la comprensión del proceso de unidad que adelantamos como desarrollo de la táctica de los comunistas en perspectiva de nuestro proyecto estratégico no puede llevarnos a equívocos y engaños con respecto a subvalorar el papel de la Célula ni a magnificar los COLECTIVOS DE BASE DEL PDA, teniendo claro que nos asiste la responsabilidad política de avanzar en la construcción de este núcleo básico amplio.
La atención a la estructura se precisa a partir de la responsabilidad y el compromiso de los equipos de dirección y de la interiorización del papel del dirigente con la atención oportuna y permanente, con la orientación precisa y la construcción colectiva de los planes de trabajo, con la delegación de tareas y funciones que superen la labor mecánica y rutinaria, la concentración de responsabilidades y los excesos de liderazgos en algunos cuadros, con la innovación y la iniciativa permanente para superar los errores y proyectar el trabajo y con una profunda interpretación de la comprensión humana donde la solidaridad, la fraternidad y la camaradería sean una constante diaria en la idea de recuperar la emulación y el reconocimiento del trabajo revolucionario.
La anterior formulación se corresponde con un párrafo de Álvaro Cunhal cuando dice “Nos proponemos decir con veracidad como somos, como pensamos, como actuamos, como luchamos, como vivimos nosotros, los comunistas.....Se dirá todo, tornando transparentes las paredes de nuestro Partido, de modo que quien está fuera pueda observar al Partido como a través de paredes de cristal”; siendo esta premisa la validación y valoración del papel de la célula que debe comportar la práctica de la ética y la moral revolucionaria, del acatamiento a las normas estatutarias del reconocimiento de los principios leninistas de organización, de la validez y convicción de nuestros principios revolucionarios y de la consistencia y firmeza de los postulados e ideario político.
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