Alicia Salinas Ruiz (al centro) acompañada de familiares y vecinos del Policarpa. Foto Archvo |
Por: Sara Elizabeth Cifuentes.Edición 2576 semana del 9 al 15 de febrero de 2011
Los 50 años del “Pola”.- Con tela asfáltica y palitos de madera se construyeron las primeras casas.
* A pesar de que muchas personas han oído hablar del barrio Policarpa ubicado en el centro de Bogotá la mayoría desconocen la intensa historia que hay tras este. Sufrimiento, lucha, solidaridad y organización son características de las heroínas y héroes que participaron en este episodio de la ciudad de Bogotá, episodio que vale la pena recordar y qué mejor manera que narrado por sus protagonistas.
Los 50 años del “Pola”.- Con tela asfáltica y palitos de madera se construyeron las primeras casas.
* A pesar de que muchas personas han oído hablar del barrio Policarpa ubicado en el centro de Bogotá la mayoría desconocen la intensa historia que hay tras este. Sufrimiento, lucha, solidaridad y organización son características de las heroínas y héroes que participaron en este episodio de la ciudad de Bogotá, episodio que vale la pena recordar y qué mejor manera que narrado por sus protagonistas.
Fundado en 1961, cuando un grupo de personas organizadas siguiendo los lineamientos de sus dirigentes comunistas de la época e interesados en ayudar a mejorar las condiciones de la gente más necesitada, desplazados y habitantes en pobreza extrema decidieron tomarse los terrenos ubicados entré lo que es hoy las carreras 10 y 13 y las calles 1ª sur y 6 sur, que en ese entonces eran potreros llenos de agua y basura.
VOZ habló con Alicia Salinas Ruíz, quien hoy tiene 91 años de edad y quien a pesar de sus quebrantos de salud, nos contó amablemente su historia:
“Yo llegué a este barrio en 1964, llegué por una necesidad tremenda, habíamos sido despropiados de nuestra finca en el Tolima, y al no tener donde meter la cabeza, pues le toca a una buscar otros horizontes. Entonces vine a Bogotá. Claro primero viví en Ibagué, luego a Villarica en donde vivimos una etapa muy difícil. En cuanto llegué a Bogotá me puse a hacer arepas para sobrevivir y pagar arriendo con mis cuatro hijos. El marido quedó perdido, porque la violencia a unos los mató y a otros los desparpajó, y mi marido no se supo en donde andaba.
Cuando ya estuve aquí, pagué arriendo por dos años, después alguien me sugirió que en el barrio Policarpa había un invasión, y yo pregunté, averigüé y me dijeron que había que llevar una camita y los hijos por delante y enfrentar la situación, había que luchar por la vivienda porque allá no nos tenían casa hecha, nos tocaba ir a luchar por la vivienda, y yo con la necesidad que tenía, pues ¿qué hice? venirme para acá, y si, aquí me ampararon los compañeros que ya estaban posesionados y los líderes que dirigían la batuta. Si no hubiera sido por los dirigentes, ¿Quién sabe no?
Viví un poco de tiempo en la casa de un amigo, que me dio permiso de hacer mi ranchito, me regaló los cuatro palos esquineros, y yo compré los otros palitos y armamos la casetica, y como a los tres o cuatro meses de haber estado en el barrio, me trasladaron al sitio, lo que hoy es mi casa aquí. En ese entonces esto era un potrero lleno de zarza, de agua, y basura, nos trasladaron a varios, pues éramos bastantes familias, ahí nos toco ayudar a los más pequeños y prestar vigilancia, porque la Policía nos tumbaba los ranchitos y nos hacia salir corriendo.
Tuvimos que uniros a los que dirigían, la gente que ya estaba ahí y defender nuestros derechos. Luego de ahí, como a los 6 meses de haber estado yo ya posesionada y de tener mi ranchito aunque fuera en tela y palitos, como mucha gente lo había hecho, decidimos copar el terreno porque todavía quedaba un poco de terreno sin copar, nos organizamos y esperamos lo que nos sobreviniera.
El gobierno no nos dejaba a pesar de que era un terreno que decían que era de la beneficencia, era un terreno de los pobres y pues nosotros estábamos pobres, ¿qué más hacíamos? Las casas eran de tela asfáltica y palitos, lo mas livianita que se pudiera para poderla trasladar de un lado a otro, tocaba donde hubiera libre terreno, y fuimos tomando posesión cada uno limpiando su lote, bregando a ver cómo podíamos agrandar el lotecito o construir mejor.
Recuerdo mucho la “noche de la revancha” que nos rodeaba la caballería, la policía, el ejército y los escuderos. Cuanta ley hubo nos la echaron encima y pues aquí no éramos peleanderos, sino gente trabajadora, y corrida de otras partes porque la mayoría éramos desplazados que habíamos perdido la vivienda en otras partes. Menos mal que con la ayuda del señor pudimos salir adelante. Era mucha la fuerza del gobierno y nosotros con un palo.
Pero la lucha no terminó ahí
Después que pasó todo eso, seguimos trabajando, para conseguir más palos y más tela, ya después no eran palitos y telitas, sino que había que conseguir con que rellenar los lotes porque eran llenos de agua, y animales. Tuvimos que comprar balastro para rellenar, recuerdo que me toco comprar como 30 volqueadas de balastro, y conseguir quien rellanara. A mí me toco sola con mis 4 hijos, y buscar trabajo para poder salir adelante, pues yo estaba muy alcanzada. Me dieron trabajo en la VOZ proletaria. El señor Pablino Vargas quien fuera mi vecino entonces y que hoy ya es muerto, me ayudó mucho. Yo trabajé en concina, lavé ropas hospede en mi rancho los jóvenes del CEIS que vinieron de todas partes del país y les preparaba la comida y ellos me pagaban la alimentación. También yo vendía arepas en Sanandresito, hice el engrudo para pegar carteles, me tocaba hacer esas canecadas de engrudo en el patio de la casa cultural. Nos ayudamos mutuamente entre los vecinos y yo.
Comenzamos con la familia Buenaventura fue la primera que llegó para habitar. Fueron 3 épocas en donde hubo llegada masiva de personas. Más de 15 años después nos toco hacer las chambas para los sardineles, para la alcantarilla, luego para el agua y para la luz. Nos fuimos a la quinta y destapamos un muñeco y de ahí nos servíamos el agua, y la policía quería quitárnosla, tuvimos agua en pilas la cual nos alivió un poco de tiempo. Hicimos la zanjas para meter los tubos para el agua, asesorados por ingenieros de la Universidad Nacional. La policía siempre trataba de agredirnos quitarnos la luz, el agua, los cables y muchas compañeras embarazadas se enfrentaban con la Policía una de ellas fue Mercedes Guevara.
Luego de muchos años de lucha y sacrificio logramos la legalización de los predios y de los servicios públicos y empezamos a pagar.
No crea que este ranchito lo he construido cantando, sino trabajando. Mis manitas me ayudaron, aunque hoy están chuecas. A estas alturas de la vida me queda la satisfacción de haber ayudado y de que otros me ayudaron a mí.
VOZ habló con Alicia Salinas Ruíz, quien hoy tiene 91 años de edad y quien a pesar de sus quebrantos de salud, nos contó amablemente su historia:
“Yo llegué a este barrio en 1964, llegué por una necesidad tremenda, habíamos sido despropiados de nuestra finca en el Tolima, y al no tener donde meter la cabeza, pues le toca a una buscar otros horizontes. Entonces vine a Bogotá. Claro primero viví en Ibagué, luego a Villarica en donde vivimos una etapa muy difícil. En cuanto llegué a Bogotá me puse a hacer arepas para sobrevivir y pagar arriendo con mis cuatro hijos. El marido quedó perdido, porque la violencia a unos los mató y a otros los desparpajó, y mi marido no se supo en donde andaba.
Cuando ya estuve aquí, pagué arriendo por dos años, después alguien me sugirió que en el barrio Policarpa había un invasión, y yo pregunté, averigüé y me dijeron que había que llevar una camita y los hijos por delante y enfrentar la situación, había que luchar por la vivienda porque allá no nos tenían casa hecha, nos tocaba ir a luchar por la vivienda, y yo con la necesidad que tenía, pues ¿qué hice? venirme para acá, y si, aquí me ampararon los compañeros que ya estaban posesionados y los líderes que dirigían la batuta. Si no hubiera sido por los dirigentes, ¿Quién sabe no?
Viví un poco de tiempo en la casa de un amigo, que me dio permiso de hacer mi ranchito, me regaló los cuatro palos esquineros, y yo compré los otros palitos y armamos la casetica, y como a los tres o cuatro meses de haber estado en el barrio, me trasladaron al sitio, lo que hoy es mi casa aquí. En ese entonces esto era un potrero lleno de zarza, de agua, y basura, nos trasladaron a varios, pues éramos bastantes familias, ahí nos toco ayudar a los más pequeños y prestar vigilancia, porque la Policía nos tumbaba los ranchitos y nos hacia salir corriendo.
Tuvimos que uniros a los que dirigían, la gente que ya estaba ahí y defender nuestros derechos. Luego de ahí, como a los 6 meses de haber estado yo ya posesionada y de tener mi ranchito aunque fuera en tela y palitos, como mucha gente lo había hecho, decidimos copar el terreno porque todavía quedaba un poco de terreno sin copar, nos organizamos y esperamos lo que nos sobreviniera.
El gobierno no nos dejaba a pesar de que era un terreno que decían que era de la beneficencia, era un terreno de los pobres y pues nosotros estábamos pobres, ¿qué más hacíamos? Las casas eran de tela asfáltica y palitos, lo mas livianita que se pudiera para poderla trasladar de un lado a otro, tocaba donde hubiera libre terreno, y fuimos tomando posesión cada uno limpiando su lote, bregando a ver cómo podíamos agrandar el lotecito o construir mejor.
Recuerdo mucho la “noche de la revancha” que nos rodeaba la caballería, la policía, el ejército y los escuderos. Cuanta ley hubo nos la echaron encima y pues aquí no éramos peleanderos, sino gente trabajadora, y corrida de otras partes porque la mayoría éramos desplazados que habíamos perdido la vivienda en otras partes. Menos mal que con la ayuda del señor pudimos salir adelante. Era mucha la fuerza del gobierno y nosotros con un palo.
Pero la lucha no terminó ahí
Después que pasó todo eso, seguimos trabajando, para conseguir más palos y más tela, ya después no eran palitos y telitas, sino que había que conseguir con que rellenar los lotes porque eran llenos de agua, y animales. Tuvimos que comprar balastro para rellenar, recuerdo que me toco comprar como 30 volqueadas de balastro, y conseguir quien rellanara. A mí me toco sola con mis 4 hijos, y buscar trabajo para poder salir adelante, pues yo estaba muy alcanzada. Me dieron trabajo en la VOZ proletaria. El señor Pablino Vargas quien fuera mi vecino entonces y que hoy ya es muerto, me ayudó mucho. Yo trabajé en concina, lavé ropas hospede en mi rancho los jóvenes del CEIS que vinieron de todas partes del país y les preparaba la comida y ellos me pagaban la alimentación. También yo vendía arepas en Sanandresito, hice el engrudo para pegar carteles, me tocaba hacer esas canecadas de engrudo en el patio de la casa cultural. Nos ayudamos mutuamente entre los vecinos y yo.
Comenzamos con la familia Buenaventura fue la primera que llegó para habitar. Fueron 3 épocas en donde hubo llegada masiva de personas. Más de 15 años después nos toco hacer las chambas para los sardineles, para la alcantarilla, luego para el agua y para la luz. Nos fuimos a la quinta y destapamos un muñeco y de ahí nos servíamos el agua, y la policía quería quitárnosla, tuvimos agua en pilas la cual nos alivió un poco de tiempo. Hicimos la zanjas para meter los tubos para el agua, asesorados por ingenieros de la Universidad Nacional. La policía siempre trataba de agredirnos quitarnos la luz, el agua, los cables y muchas compañeras embarazadas se enfrentaban con la Policía una de ellas fue Mercedes Guevara.
Luego de muchos años de lucha y sacrificio logramos la legalización de los predios y de los servicios públicos y empezamos a pagar.
No crea que este ranchito lo he construido cantando, sino trabajando. Mis manitas me ayudaron, aunque hoy están chuecas. A estas alturas de la vida me queda la satisfacción de haber ayudado y de que otros me ayudaron a mí.
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