Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

miércoles, 26 de enero de 2011

Un Abascal creíble desmantela la línea de defensa

La defensa trató toda la tarde de convencer al jurado de que uno de los principales testigos de la fiscalía, Gilberto Abascal, no es de fiar. El abogado Arturo Hernández tiene que tratar de impugnar la credibilidad de Abascal, porque sus declaraciones contra Luis Posada Carriles son devastadoras.

Abascal testificó por la mañana que el Santrina llegó a Miami a las 10:30 AM de un día de marzo de 2005. Que Posada Carriles estuvo a bordo durante la travesía desde Isla Mujeres, México, hasta la ciudad de la Florida. Que Posada no se movió del barco hasta llegar a este destino, y que Abascal personalmente lo vio descender del yate y abordar una lancha rápida para remontar el Río Miami, que atraviesa la ciudad de oeste a este.

Irritado con el contra-interrogatorio insidioso de Arturo Hernández, Abascal le dijo al abogado de Posada: “Usted sabe que yo estoy diciendo la verdad. Usted sí lo sabe”. Esa inesperada réplica de Abascal hizo enrojecer al abogado. No sé si de furia o de vergüenza.

VINIMOS A RECOGER A POSADA

El testimonio de Abascal esta mañana fortaleció su declaración previa. Hoy añadió cosas que la jueza no le había permitido contar ayer. Por ejemplo, que al llegar el Santrina a Isla Mujeres, el dueño del barco, Santiago Álvarez, convocó a toda la tripulación en el comedor de la embarcación y les dijo: “Ahora les puedo contar a qué vinimos a Isla Mujeres. Vinimos a recoger a Posada Carriles.”

“Al escuchar eso, me molesté con Santiago Alvarez, porque me había engañado”, dijo Abascal. El fiscal que interrogó a Abascal le preguntó quién había estado en el Santrina cuando llegó el barco a Miami. Abascal no titubeó: “Santiago Alvarez, Osvaldo Mitat, Rubén López Castro, Pepín Pujol, Luis Posada Carriles y yo.”

El tiempo estaba muy malo entre Isla Mujeres y Miami. Posada Carriles se mareó, dijo Abascal. Con pulso firme, el testigo señaló en el mapa, utilizando una pluma, la ruta del Santrina desde Isla Mujeres hasta Miami. Mientras escuchaba a Abascal, el jurado lo observaba atentamente, hipnotizado por la narración. En su silla, Posada Carriles también tomó una pluma y comenzó a escribir en una libreta.

Sin más tropiezos, el Santrina entró por el Río Miami. Santiago Alvarez “dio la orden a Rubén López Castro para que éste llevara a Posada en una lancha rápida a uno de los restaurantes en el río”, narró el testigo. El hijo de Alvarez, Santiaguito, estaría ahí esperandolo. Entonces “vi a Luis Posada Carriles montarse en la lancha con Rubén López Castro rumbo al restaurante”.

Algunos de los presentes en la audiencia rieron cuando escucharon a Abascal declarar que Rubén López Castro regresó al Santrina poco después para decirles: “¡Ay, Dios mío, el jefe de la policía está ahí en el restaurante comiendo!” Es irónica la situación. Un fugitivo internacional con 73 cargos de asesinato pendiente contra él por la voladura de un avión de pasajeros, autor intelectual de una campaña terrorista contra Cuba, llega ilegalmente a los Estados Unidos e inmediatamente se encuentra con el jefe de la policía de la ciudad. Miami es el único lugar del mundo donde algo así ocurre y no pasa nada.

TROPEZANDO CON LA VERDAD

Durante sus palabras de presentación al jurado, en el primer día del juicio, Arturo Hernández prometió aportar evidencias de que Posada Carriles nunca se montó en el Santrina, aunque sí estuvo en Isla Mujeres. La teoría que Hernández quiere ofrecerle al jurado para explicar el viaje es que Santiago Alvarez le llevó 10 000 dólares a Luis Posada Carriles para que contratara un coyote que lo pudiese colar ilegalmente a los Estados Unidos por la frontera que delimita el Río Bravo entre México y Texas. “Después de haberse encontrado con la tripulación del Santrina en Isla Mujeres”, dijo Hernández hace dos semanas, “Posada regresó a Guatemala con Ernesto Abreu. Ahí contrató al coyote que lo trajo a los Estados Unidos en una camioneta”.

El novelón de Arturo Hernández tropezó esta mañana con la verdad. “Santiago Alvarez nos dijo a los que viajamos en el Santrina que si el FBI o el gobierno preguntaba, que dijéramos que fuimos a Isla Mujeres para entregarle 10 000 a Posada Carriles y que lo habíamos dejado ahí y que él se había regresado a Guatemala para contratar a un coyote”.

Posada Carriles también repitió, durante varias entrevistas con oficiales de Inmigración, la ficción de su viaje por carretera desde Guatemala a Houston. Escuchamos la semana pasada las grabaciones en las cuales Posada dijo que en Houston tomó un ómnibus Greyhound hasta Miami. También identificó un boleto de ómnibus Houston-Miami con fecha del 26 de marzo de 2005, y dijo que le había costado aproximadamente 100 dólares.

Pero hoy Abascal declaró que fue Santiago Alvarez quien tuvo la idea de comprar el boleto de la Greyhound en Houston: “Alvarez nos dijo que había enviado a López Castro a Houston a comprar un boleto de la Greyhound para poder mostrarlo después y decir que fue Posada el que lo compró y usó para su viaje a Miami”. Todo aparentemente lo tenían preparado y pensaban que las pistas comprometedoras desaparecían con la historia inventada por Santiago Álvarez.

¿Por qué mintió Posada Carriles? ¿Por qué dijo que entró por la frontera con un coyote, en vez de decir la verdad: que entró en el Santrina con Santiago Alvarez, Osvaldo Mitat, Pepín Pujol, Rubén López Castro y Gilberto Abascal? Es ilegal ayudar a una persona para que entre a los Estados Unidos sin visa, pero si el indocumentado es también un terrorista, las sanciones son muy severas. Pueden significar hasta 30 años de prisión. Posada estaba protegiendo a sus benefactores. Por eso mintió y por eso Santiago Alvarez y el resto de la tripulación conspiraron para ocultarle al gobierno de los Estados Unidos qué había ocurrido en realidad.

LA VERDADERA PREOCUPACION

Pero las declaraciones de Gilberto Abascal  muestran que la gran preocupación en marzo de 2005 no era cómo engañar a Inmigración. Eso lo tenían planeado muy bien. Las inquietudes tenían que ver con la entrevista que le dio a la periodista del New York Times, Ann Louise Bardach, en junio de 1998. Allí Posada admitió ser el autor intelectual de las bombas que explotaron en La Habana en esa época, una de las cuales mató a Fabio di Celmo, un joven italiano, en el Hotel Copacabana de La Habana, el 4 de septiembre de 1997. “Escuché a Santiago Alvarez decirle a Luis Posada Carriles: ‘lo que te va a dañar es lo que le declaraste a la periodista’”, le dijo al jurado Gilberto Abascal.

Posada Carriles estaba muy agradecido con los amigos que lo habían introducido de contrabando a la ciudad de Miami. Tanto así que  “nos regaló un cuadro pintado por él a cada uno de nosotros”, confirmó Abascal. El testigo lamentó que le prestó el suyo a la novia que tenía en aquel entonces y ella “me dijo que lo botó. Nunca lo pude recuperar”.

ESTRATEGIA DE POSADA

La estrategia de la defensa de Posada es desprestigiar a Gilberto Abascal. Mostrar que es un mentiroso, un enfermo mental y un espía. El contra-interrogatorio fue feroz. Hernández le preguntó sobre las falsas declaraciones que Abascal había hecho anteriormente en sus declaraciones de impuestos federales, y las falsas declaraciones sobre sus ingresos en relación con su divorcio. Abascal admitió haber cometido errores, pero insistió firmemente en que está diciendo la verdad sobre cómo entró Luis Posada Carriles a los Estados Unidos.

Testificó de modo coherente y firme. En varias ocasiones hasta regañó a Hernández: “Hágame preguntas, pero no me trate de confundir”, le dijo. “Por favor baje el tono de su voz. Yo no le estoy faltando el respeto”.

LA IMPACIENCIA DEL JURADO

El jurado comenzó a impacientarse. Hernández, por ejemplo, tardó toda la tarde para establecer que Abascal juró decir la verdad sobre sus ingresos y que hizo falsas declaraciones. Los abogados interrumpieron el interrogatorio de Abascal varias veces para consultar en privado con la Jueza Cardone. Algunos integrantes del jurado expresaron incomodidad de muy diversa manera. Se miraron entre ellos, algunos alzaron los ojos hacia el techo, otros consultaron impacientes los relojes de pulsera, y una de las siete mujeres suspiró ruidosamente.

Este caso lo decide el jurado, no la jueza. Los miembros de este panel tienen trabajos, familias y compromisos. No les apetece la idea de pasarse varias semanas en esto, especialmente si piensan que los abogados no les respetan su tiempo. Demasiadas demoras e interrupciones militan contra una decisión imparcial.

Mañana continuamos a las 8:30 de la mañana. Hernández resumirá su contra-interrogatorio y probablemente se concentrará en la acusación que lanzó hace unos días: que Abascal es un “espía del gobierno de Cuba”. Veremos.

Cubadebate

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