Policarpa Salavarrieta años 60 |
50 años de lucha |
Por Nelson Lombana Silva
El barrio Policarpa Salavarrieta de Bogotá, cumple cincuenta años de vida en el 2011, obra de comunistas, amigos y simpatizantes, que contra la cerril represión militarista, colocando muertos, muchas lágrimas y dolor popular, lograron su objetivo demostrando una vez más de lo que es capaz el pueblo cuando se une, se educa políticamente, se organiza y actúa colectivamente. Resulta invencible.
El barrio Policarpa Salavarrieta de Bogotá, cumple cincuenta años de vida en el 2011, obra de comunistas, amigos y simpatizantes, que contra la cerril represión militarista, colocando muertos, muchas lágrimas y dolor popular, lograron su objetivo demostrando una vez más de lo que es capaz el pueblo cuando se une, se educa políticamente, se organiza y actúa colectivamente. Resulta invencible.
Este barrio esconde toda una epopeya singular y popular que bien puede enmarcarse en la historia revolucionaria de nuestra lacerada patria y ser colocada como ejemplo para irradiar por todo el país, como precisamente lo viene haciendo la Central Provivienda, CENAPROV.
La lucha por los servicios públicos es una constante ante la incapacidad del capitalismo resolver las más sentidas necesidades del pueblo como éste de la vivienda. El esfuerzo del pueblo hace 50 años debe brillar sin mancha en el firmamento de Colombia. Los habitantes de hoy deben evocar esa efeméride con espíritu crítico, político y de clase, conocer el pasado para amar el terruño y luchar por una política de vivienda amplia y democrática para todos y todas en Colombia.
Muchas batallas se libraron en este territorio. De CENAPROV Ibagué participó en esas memorables luchas, una delegación integrada por Efraín Díaz, del municipio de Venadillo, Tolima, y de profesión sastre y el entonces adolescente natural de Anzoátegui, Tolima, José Gregorio Liberato Olaya.
Cincuenta años después, Liberato Olaya, simpatizante del partido comunista, recuerda esos momentos dramáticos e históricos en una entrevista exclusiva y que de alguna manera se convierte en homenaje a este barrio, a sus gentes, a los que dieron su propia vida. Lo hace vivamente emocionado. Afirma: “Mientras unos estaban peleando los otros estaban armando las casitas de cartón”. Recuerda el liderazgo heroico del camarada Mario Upegui: “Mario Upegui fue una persona excelente, sobrado del lote”.
“Eso al final era un espectáculo”, dice. Y sobre la gran lección: “Hay que seguir luchando porque el sistema capitalista no resuelve las necesidades del pueblo”.
La entrevista:
Hizo parte usted de la lucha del barrio Policarpa Salavarrieta en Bogotá, que a propósito, en el 2011 cumple cincuenta años. ¿Qué recuerda?
Por intermedio de la organización de CENAPROV Ibagué, que ya existía y se había hecho algún trabajo en los barrios de esta ciudad, como el primero de mayo que después se llamaría Gaitán. Es decir, la mayor parte de Ibagué en el principio fue formado por invasiones. Por eso, si usted mira en el día de hoy, Ibagué está muy mal planificado, precisamente, por la desorganización que había, no había Plan de Ordenamiento Territorial, POT, no había nada de esas cuestiones que ordenara un organismo completo, entonces, la gente por necesidad de la vivienda en su época, como en todas, ha tomado la iniciativa de siempre buscar de alguna forma conseguir la vivienda.
En esa época se utilizaba mucho la parte de la invasión. Se utilizaba terrenos del municipio, de la nación y terrenos que se podía fácilmente hacer esa acción, no había tanta represión (sí había) pero no tanta como hoy y se podía facilitar las viviendas rústicas para crear el déficit habitacional que todavía y siempre ha existido.
Entonces, de ahí surgió la toma del barrio Policarpa Salavarrieta en Bogotá. Nos delegaron del comité de Provivienda de esa época al compañero Efraín Díaz (ya fallecido) y a mí, que estaba “sardino”, tenía pocos años, pero con la “fiebre” revolucionaria de llegar a hacer algo y poder servirle a la sociedad en alguna forma. Él me llevó. Nos tocó ese batallar allá de la toma del barrio Policarpa Salavarrieta.
Ustedes llegan a Bogotá y ¿Con quién se relacionan?
Nosotros nos relacionamos con la junta directiva. Me acuerdo mucho del compañero Mario Upegui y había otros dirigentes ahí, pero el que más sacaba la cara por esa cuestión era Mario Upegui. De los otros, no me acuerdo, dicha sea la verdad.
¿Qué instrucción recibió de la junta directiva y concretamente del camarada Mario Upegui?
En esa época nosotros llegamos a ayudar a organizar las casitas de cartón. Me acuerdo tanto que se hacia la casita tres por tres o tres por cuatro, más o menos, en un sitio muy cercano a la invasión y de ahí la llevaban y la colocaban en el lote ya armada, y se formaba de esta manera, la invasión de un momento a otro, creando, pues, expectativa entre las gentes del sector y en medio de la algarabía hizo presencia la fuerza pública y desalojara violentamente la parte que se estaba haciendo, pero la lucha por conseguir la vivienda hizo que se presentara ese tipo de enfrentamiento en esa época y fue fatal porque hubo seis muertos. Nos tocó ayudarlos a enterrar. Se formó una manifestación muy grande, me parece que fue por la avenida Caracas, hasta el cementerio que quedaba por ahí cerca, creo que el cementerio central. Hubo arengas, hubo exaltación de la gente, hubo discursos y todas esas cuestiones. Yo en mi niñez y con esa efervescencia y ese “calor” revolucionario, pues ayudaba, en todo el sentido de la palabra. Duramos hasta que enterramos los muertos y luego, nos venimos para Ibagué.
¿Cómo fue posible el desplazamiento de la comitiva de solidaridad, de la cual hacia parte activa usted?
Pues la ida de aquí para allá, nos fuimos, prácticamente, sin lo del pasaje. Pero, bueno, llegamos allá. Y de allá para acá, pues nos tocó lo mismo. Me acuerdo tanto, que en esa época había esos teléfonos colgantes que se le echaba las monedas de diez centavos y con hambre después que salimos de la manifestación, de la reunión, ya para salir para Ibagué, no teníamos ni lo del pasaje, entonces, me acuerdo que me colgué de ese teléfono y empecé a mirar que al teléfono le dejaban la monedita ahí, entonces yo cogía el teléfono cada ratico hasta que conseguimos lo del pasaje ahí.
Le dije feliz al compañero Efraín: ¡Mire, ya tenemos lo del pasaje e incluso, para tomarnos un café con leche con un buñuelo! Tipo dos, tres de la mañana que pensábamos salir de Bogotá. Yo el momento de salir para Ibagué. Entonces, ya tenía suficiente para pagar el pasaje y hasta para comprar el café. Estábamos felices. Cosas del destino, llegué a la ventanilla y pagué los pasajes que en esa época no costaba más de 17 pesos, y el señor equivocadamente me devolvió más de la plata que yo le di y los pasajes.
Claro, uno en su inocencia, hice el escándalo. Me exalté porque el señor me estaba dando más de la cuenta. El compañero Efraín por su experiencia y su forma de ser, me hizo señas que me callara. Acepté. Salimos y ya con plata nos desayunamos bien y nos regresamos a Ibagué. Esa es la historia a groso modo de la ida al barrio Policarpa Salavarrieta.
Me hablaba usted que ese suceso combativo y revolucionario ocurrió un Viernes Santo. ¿Es cierto?
Sí, eso fue un viernes santo. Precisamente, en esa época se acostumbraba ese tipo de actividades de invadir las tierras un viernes santo porque se aprovechaba, el viernes santo, el sábado santo, el domingo de pascua y a lo último, entonces, un lunes, que era que la ley mandaba 72 horas para ocupar el terreno y no haber desalojo. Pero, en ese momento, el Estado no aceptó esa cuestión y asesinó y acribilló a los seis compañeros que estaban haciendo parte de la invasión.
¿Recuerda usted a qué horas llegaron a ese terreno de invasión?
Nosotros llegamos en horas de la mañana, porque de Ibagué salimos tempranos, salimos a las dos o tres de la mañana y llegamos a Bogotá tipo 7:30 u ocho de la mañana y empezó el ajetreo. Cuando llegamos ya estaban algunas casitas de cartón ahí. Nosotros con la euforia y las ganas de colaborar, ayudamos a hacer inclusive algunas casitas y a transportarlas al lote de invasión.
¿Cómo comenzaron los disturbios?
La verdad no me acuerdo cómo comenzó, pero, yo sí sé que cuando estábamos haciendo y llevando las casitas allá y poniéndolas en posición, en forma desorganizada, porque una invasión es así. A uno lo que le interesa es ubicar y después mira la organización y planifica, porque repito, el deseo es enorme de hacer la casita y colocarla. Eso hizo que se presentara cierta discusión entre los mismos invasores de querer fomentar la discordia por la ubicación. Eso creó gran expectativa. Cosa que aprovechó la fuerza pública para iniciar el enfrentamiento y el desalojo.
Mientras unos peleaban los otros ponían las casitas. Unos se dejaban matar y los otros estaban al frente. Eso fue una batalla campal. Eso era con garrote, con palos, con piedra, con lo que fuera. La policía llegó y atropelló a todo el mundo, tumbaba las casas, aporreaban a la gente, parecía la hora llegada. Bueno, resultado: seis muertos.
¿Usted qué hacía junto al compañero Efraín Díaz?
Mire, yo como pequeño en la época, pues observaba, miraba la situación, pero al mismo tiempo ayudaba para que ese esfuerzo de la comunidad no fuera a desaparecer. Es decir, mientras unos estaban peleando otros estaban armando. Sí, mientras unos estaban discutiendo y peleando, las familias iban tomando posesión hasta lograr lo que hay hoy en día.
Era bastante gente, bastante. Claro, en esos momentos aparecen oportunistas que buscan la forma de pescar en río revuelto haber si se acomodan. Pero, sí eso fue una lucha. Lucha que duró todo el día. Después, vino el velorio de los muertos en la misma invasión, en la casa que ahora es de Provivienda. Ahí, prácticamente, se hizo el velorio. De ahí se sacaron los muertos. Y como le he contado una manifestación gigantesca. De los líderes solo me acuerdo del camarada Mario Upegui.
¿Cómo analizó la capacidad de liderazgo del camarada Mario Upegui?
Una persona muy excelente. Sobrado del lote. Gracias a él, yo puedo decir, que eso se coronó. Había otros dirigentes como Gilberto Viera que era el director del partido comunista y su dirección. Claro, no lo dejaron solo, eso fue una batalla campal de todos, pero, la figura saliente ahí fue el camarada Mario Upegui.
¿Muchas mujeres, muchos niños, muchos ancianos?
Imagínese. Si se estaba dando una solución de vivienda en forma cruel, pues existido todo el mundo allí: Niños, mujeres embarazadas, ancianos, personas haciendo sus labores, llevando agua, manteniendo la comidita. Eso a la final fue un espectáculo.
¿Qué lecciones sacó usted de esa dura y dramática experiencia?
Seguir luchando. Seguir luchando porque uno ve que esto no tiene solución por parte o iniciativa del sistema capitalista, del gobierno que se tiene, entonces, le toca a uno prácticamente conseguir las cosas a la fuerza, a la brava. De ahí se desprende una descomposición social muy cruel, por el desempleo, la falta de estudio y de capacitación, entonces, la gente tiene que buscar la forma de sobrevivir de alguna manera.
Ibagué, enero 17 de 2011
La lucha por los servicios públicos es una constante ante la incapacidad del capitalismo resolver las más sentidas necesidades del pueblo como éste de la vivienda. El esfuerzo del pueblo hace 50 años debe brillar sin mancha en el firmamento de Colombia. Los habitantes de hoy deben evocar esa efeméride con espíritu crítico, político y de clase, conocer el pasado para amar el terruño y luchar por una política de vivienda amplia y democrática para todos y todas en Colombia.
Muchas batallas se libraron en este territorio. De CENAPROV Ibagué participó en esas memorables luchas, una delegación integrada por Efraín Díaz, del municipio de Venadillo, Tolima, y de profesión sastre y el entonces adolescente natural de Anzoátegui, Tolima, José Gregorio Liberato Olaya.
Cincuenta años después, Liberato Olaya, simpatizante del partido comunista, recuerda esos momentos dramáticos e históricos en una entrevista exclusiva y que de alguna manera se convierte en homenaje a este barrio, a sus gentes, a los que dieron su propia vida. Lo hace vivamente emocionado. Afirma: “Mientras unos estaban peleando los otros estaban armando las casitas de cartón”. Recuerda el liderazgo heroico del camarada Mario Upegui: “Mario Upegui fue una persona excelente, sobrado del lote”.
“Eso al final era un espectáculo”, dice. Y sobre la gran lección: “Hay que seguir luchando porque el sistema capitalista no resuelve las necesidades del pueblo”.
La entrevista:
Hizo parte usted de la lucha del barrio Policarpa Salavarrieta en Bogotá, que a propósito, en el 2011 cumple cincuenta años. ¿Qué recuerda?
Por intermedio de la organización de CENAPROV Ibagué, que ya existía y se había hecho algún trabajo en los barrios de esta ciudad, como el primero de mayo que después se llamaría Gaitán. Es decir, la mayor parte de Ibagué en el principio fue formado por invasiones. Por eso, si usted mira en el día de hoy, Ibagué está muy mal planificado, precisamente, por la desorganización que había, no había Plan de Ordenamiento Territorial, POT, no había nada de esas cuestiones que ordenara un organismo completo, entonces, la gente por necesidad de la vivienda en su época, como en todas, ha tomado la iniciativa de siempre buscar de alguna forma conseguir la vivienda.
En esa época se utilizaba mucho la parte de la invasión. Se utilizaba terrenos del municipio, de la nación y terrenos que se podía fácilmente hacer esa acción, no había tanta represión (sí había) pero no tanta como hoy y se podía facilitar las viviendas rústicas para crear el déficit habitacional que todavía y siempre ha existido.
Entonces, de ahí surgió la toma del barrio Policarpa Salavarrieta en Bogotá. Nos delegaron del comité de Provivienda de esa época al compañero Efraín Díaz (ya fallecido) y a mí, que estaba “sardino”, tenía pocos años, pero con la “fiebre” revolucionaria de llegar a hacer algo y poder servirle a la sociedad en alguna forma. Él me llevó. Nos tocó ese batallar allá de la toma del barrio Policarpa Salavarrieta.
Ustedes llegan a Bogotá y ¿Con quién se relacionan?
Nosotros nos relacionamos con la junta directiva. Me acuerdo mucho del compañero Mario Upegui y había otros dirigentes ahí, pero el que más sacaba la cara por esa cuestión era Mario Upegui. De los otros, no me acuerdo, dicha sea la verdad.
¿Qué instrucción recibió de la junta directiva y concretamente del camarada Mario Upegui?
En esa época nosotros llegamos a ayudar a organizar las casitas de cartón. Me acuerdo tanto que se hacia la casita tres por tres o tres por cuatro, más o menos, en un sitio muy cercano a la invasión y de ahí la llevaban y la colocaban en el lote ya armada, y se formaba de esta manera, la invasión de un momento a otro, creando, pues, expectativa entre las gentes del sector y en medio de la algarabía hizo presencia la fuerza pública y desalojara violentamente la parte que se estaba haciendo, pero la lucha por conseguir la vivienda hizo que se presentara ese tipo de enfrentamiento en esa época y fue fatal porque hubo seis muertos. Nos tocó ayudarlos a enterrar. Se formó una manifestación muy grande, me parece que fue por la avenida Caracas, hasta el cementerio que quedaba por ahí cerca, creo que el cementerio central. Hubo arengas, hubo exaltación de la gente, hubo discursos y todas esas cuestiones. Yo en mi niñez y con esa efervescencia y ese “calor” revolucionario, pues ayudaba, en todo el sentido de la palabra. Duramos hasta que enterramos los muertos y luego, nos venimos para Ibagué.
¿Cómo fue posible el desplazamiento de la comitiva de solidaridad, de la cual hacia parte activa usted?
Pues la ida de aquí para allá, nos fuimos, prácticamente, sin lo del pasaje. Pero, bueno, llegamos allá. Y de allá para acá, pues nos tocó lo mismo. Me acuerdo tanto, que en esa época había esos teléfonos colgantes que se le echaba las monedas de diez centavos y con hambre después que salimos de la manifestación, de la reunión, ya para salir para Ibagué, no teníamos ni lo del pasaje, entonces, me acuerdo que me colgué de ese teléfono y empecé a mirar que al teléfono le dejaban la monedita ahí, entonces yo cogía el teléfono cada ratico hasta que conseguimos lo del pasaje ahí.
Le dije feliz al compañero Efraín: ¡Mire, ya tenemos lo del pasaje e incluso, para tomarnos un café con leche con un buñuelo! Tipo dos, tres de la mañana que pensábamos salir de Bogotá. Yo el momento de salir para Ibagué. Entonces, ya tenía suficiente para pagar el pasaje y hasta para comprar el café. Estábamos felices. Cosas del destino, llegué a la ventanilla y pagué los pasajes que en esa época no costaba más de 17 pesos, y el señor equivocadamente me devolvió más de la plata que yo le di y los pasajes.
Claro, uno en su inocencia, hice el escándalo. Me exalté porque el señor me estaba dando más de la cuenta. El compañero Efraín por su experiencia y su forma de ser, me hizo señas que me callara. Acepté. Salimos y ya con plata nos desayunamos bien y nos regresamos a Ibagué. Esa es la historia a groso modo de la ida al barrio Policarpa Salavarrieta.
Me hablaba usted que ese suceso combativo y revolucionario ocurrió un Viernes Santo. ¿Es cierto?
Sí, eso fue un viernes santo. Precisamente, en esa época se acostumbraba ese tipo de actividades de invadir las tierras un viernes santo porque se aprovechaba, el viernes santo, el sábado santo, el domingo de pascua y a lo último, entonces, un lunes, que era que la ley mandaba 72 horas para ocupar el terreno y no haber desalojo. Pero, en ese momento, el Estado no aceptó esa cuestión y asesinó y acribilló a los seis compañeros que estaban haciendo parte de la invasión.
¿Recuerda usted a qué horas llegaron a ese terreno de invasión?
Nosotros llegamos en horas de la mañana, porque de Ibagué salimos tempranos, salimos a las dos o tres de la mañana y llegamos a Bogotá tipo 7:30 u ocho de la mañana y empezó el ajetreo. Cuando llegamos ya estaban algunas casitas de cartón ahí. Nosotros con la euforia y las ganas de colaborar, ayudamos a hacer inclusive algunas casitas y a transportarlas al lote de invasión.
¿Cómo comenzaron los disturbios?
La verdad no me acuerdo cómo comenzó, pero, yo sí sé que cuando estábamos haciendo y llevando las casitas allá y poniéndolas en posición, en forma desorganizada, porque una invasión es así. A uno lo que le interesa es ubicar y después mira la organización y planifica, porque repito, el deseo es enorme de hacer la casita y colocarla. Eso hizo que se presentara cierta discusión entre los mismos invasores de querer fomentar la discordia por la ubicación. Eso creó gran expectativa. Cosa que aprovechó la fuerza pública para iniciar el enfrentamiento y el desalojo.
Mientras unos peleaban los otros ponían las casitas. Unos se dejaban matar y los otros estaban al frente. Eso fue una batalla campal. Eso era con garrote, con palos, con piedra, con lo que fuera. La policía llegó y atropelló a todo el mundo, tumbaba las casas, aporreaban a la gente, parecía la hora llegada. Bueno, resultado: seis muertos.
¿Usted qué hacía junto al compañero Efraín Díaz?
Mire, yo como pequeño en la época, pues observaba, miraba la situación, pero al mismo tiempo ayudaba para que ese esfuerzo de la comunidad no fuera a desaparecer. Es decir, mientras unos estaban peleando otros estaban armando. Sí, mientras unos estaban discutiendo y peleando, las familias iban tomando posesión hasta lograr lo que hay hoy en día.
Era bastante gente, bastante. Claro, en esos momentos aparecen oportunistas que buscan la forma de pescar en río revuelto haber si se acomodan. Pero, sí eso fue una lucha. Lucha que duró todo el día. Después, vino el velorio de los muertos en la misma invasión, en la casa que ahora es de Provivienda. Ahí, prácticamente, se hizo el velorio. De ahí se sacaron los muertos. Y como le he contado una manifestación gigantesca. De los líderes solo me acuerdo del camarada Mario Upegui.
¿Cómo analizó la capacidad de liderazgo del camarada Mario Upegui?
Una persona muy excelente. Sobrado del lote. Gracias a él, yo puedo decir, que eso se coronó. Había otros dirigentes como Gilberto Viera que era el director del partido comunista y su dirección. Claro, no lo dejaron solo, eso fue una batalla campal de todos, pero, la figura saliente ahí fue el camarada Mario Upegui.
¿Muchas mujeres, muchos niños, muchos ancianos?
Imagínese. Si se estaba dando una solución de vivienda en forma cruel, pues existido todo el mundo allí: Niños, mujeres embarazadas, ancianos, personas haciendo sus labores, llevando agua, manteniendo la comidita. Eso a la final fue un espectáculo.
¿Qué lecciones sacó usted de esa dura y dramática experiencia?
Seguir luchando. Seguir luchando porque uno ve que esto no tiene solución por parte o iniciativa del sistema capitalista, del gobierno que se tiene, entonces, le toca a uno prácticamente conseguir las cosas a la fuerza, a la brava. De ahí se desprende una descomposición social muy cruel, por el desempleo, la falta de estudio y de capacitación, entonces, la gente tiene que buscar la forma de sobrevivir de alguna manera.
Ibagué, enero 17 de 2011
NL/PCC
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