Pepe Escobar.- Asia Times Online
“¡Vete, vete cobarde; eres agente estadounidense!” Gritaban los manifestantes en Sana’a, el 24 de marzo
Hasta ahora no hay R2P (“responsabilidad para proteger”). No hay una resolución de las Naciones Unidas. No hay una zona de exclusión aérea. No hay una “coalición de los dispuestos”. Tampoco Tomahawks. Tampoco drones Predator. Tampoco aviones artillados C-130. Tampoco imperialismo humanitario.
“¡Vete, vete cobarde; eres agente estadounidense!” Gritaban los manifestantes en Sana’a, el 24 de marzo
Hasta ahora no hay R2P (“responsabilidad para proteger”). No hay una resolución de las Naciones Unidas. No hay una zona de exclusión aérea. No hay una “coalición de los dispuestos”. Tampoco Tomahawks. Tampoco drones Predator. Tampoco aviones artillados C-130. Tampoco imperialismo humanitario.
Y a pesar de todo, están matando manifestantes; un dictador se niega a renunciar; al-Qaida prospera, y abiertamente; la contrainsurgencia ataca; hay mucha CIA en el terreno, y la guerra civil amenaza. Bienvenidos al curioso caso de un Yemen no-adecuado-para-el-imperialismo humanitario.
El mantra del presidente Barack Obama de EE.UU. sobre Libia es que “Muamar Gadafi debe irse”. El jefe supremo del Pentágono, Robert Gates, cuando le preguntaron por el Gadafi yemení, el presidente Alí Abdullah Saleh, respondió, con cara seria, que Washington no tiene ninguna opinión, porque no interfiere en los asuntos internos de otros países.
La evidencia muestra otra cosa. El primer presidente afro-estadounidense -laureado con el Premio Nobel de la Paz– también ostenta la dudosa distinción de ser el único presidente estadounidense que ha lanzado una guerra contra una nación africana. También lanzó su campaña para la reelección, que probablemente se tragará unos 1.000 millones de dólares.
Mientras tanto, Saleh sigue matando a su propio pueblo, e hiriendo a cientos de personas, como en la ciudad suroccidental de Taizz este lunes. Obama tenía que hacer algo, de modo que “cambió silenciosamente de posición” según la extraña formulación del New York Times; el nuevo mantra es “Saleh debe irse”. Su retórica retorcida sugiere que Washington quiere ahora que Saleh se vaya porque ha llegado a la conclusión de que sus días en el poder han pasado, aunque durante más de dos meses, incluyendo la matanza indiscriminada, gozó de pleno respaldo de EE.UU.
Nuestro astuto hijueputa
Yemen está infectado de contraterrorismo dirigido por fuerzas especiales de la era de George W Bush y expandidas considerablemente bajo Obama. Saleh es el contratista local. El objetivo es el coco al-Qaida en la Península Arábiga (AQAP), que es atacado por frecuentes estallidos de “acción militar cinética” (en jerga de la Casa Blanca). El “daño colateral” puede haber llegado a algunos cientos.
Un Estudio de Estabilidad Glevum de marzo de 2011 estableció que no menos de un 96% de los yemeníes cree que “Occidente está en guerra con el Islam”; sólo un 4% aprueba el capítulo de la “guerra contra el terror” de EE.UU. en sus tierras; y una mayoría considera que AQAP está involucrado en “autodefensa”. Sin embargo, en lo que respecta a Washington, lo único que importa en Yemen es el contraterrorismo, no lo que piensa la gente del lugar.
Hay por lo menos 60 millones de armas letales en Yemen. Sin embargo, el levantamiento de los jóvenes yemeníes ha sido un modelo de pacifismo. Saleh, fiel al guión estándar de los dictadores árabes, los calificó de “narcotraficantes”, lavadores de dinero y una “pequeña minoría”.
Yemen del Norte y del Sur se unificaron en 1994. Los delegados de Saleh controlan gran parte de Yemen mediante jeques tribales cuya lealtad es dudosa, por decir lo menos. Arabia Saudí se apresura a comprar a todos los que ve y a financiar la influencia del wahabismo de la línea dura. AQAP es sólo un pequeño detalle en un complejo paisaje político.
En el norte, los chiíes zeidis luchan por la autonomía. La táctica de Saleh es bombardear masivamente sus aldeas, desplazar a cientos de miles de civiles y luego atacarlos. No, nadie le impondrá una zona de exclusión aérea por hacerlo. En el sur, un movimiento secesionista pacífico que lucha por la igualdad ha sido salvajemente aplastado. Algunos de sus miembros tomaron el camino de la guerrilla.
Saleh ha sido muy astuto en la instrumentalización de AQAP contra sus enemigos interiores, mientras utiliza la amenaza de AQAP para conseguir armas, inteligencia y cientos de millones de dólares de los estadounidenses. Hasta ahora ha dado resultado. Obama aumentó la “ayuda militar” para Yemen de 67 millones de dólares en 2009 a 150 millones en 2010.
WikiLeaks sacó ampliamente a la luz negocios sucios entre Washington y Saleh, incluidas las mentiras del general David Petraeus a los yemenitas sobre quién estuvo matando a civiles yemeníes durante la “guerra contra el terror”. Pero a diferencia del satanizado matón-terrorista-rehabilitado Gadafi, Saleh es uno de “nuestros hijueputas”. Es suficientemente astuto para aplastar a zeidis, yemeníes del sur, periodistas y manifestantes estudiantiles pacíficos en lugar de aplastar su huevo de oro, AQAP.
Ahora, cuando Obama señaló que se debe ir, se puede apostar a un panorama en el cual la CIA utiliza a AQAP contra Saleh. Objetivo: balcanizar Yemen. Es donde entra en juego el legado de Said al-Shihri, un saudí liberado de Guantánamo enviado a Yemen por el gobierno de Bush, y muerto el 12 de febrero; así como la influencia de Anwar Awlaki, nacido en EE.UU., un clásico agente doble de la CIA.
La CIA ya está instrumentalizando a al-Qaida en el Magreb Islámico (AQIM) en Libia; con o sin Gadafi en el poder como parte de Libia balcanizada. AQIM ya es un factor desestabilizador en el cuadro general. El modus operandi es el mismo: CIA/Pentágono utilizan el espectro de al-Qaida para justificar la interminable guerra contra el terror, sea en el norte de África o en la Península Arábiga.
Por su parte, la Casa de Saud ha estado luchando con uñas y dientes para que se quede Saleh; es un lacayo de la Casa de Saud de la misma manera que los al-Khalifa en Bahréin. Pero sin el apoyo del gobierno de Obama, lo mejor que puede esperar la Casa de Saud es la usual “estabilidad” y la “transición sin percances del poder” –como si fuera otro general amigo de Arabia Saudí-. Arabia Saudí quiere un golpe militar “sin percances”. No le molestaría exactamente que el comandante de la línea dura, el general Ali Mohsin Saleh Ahmar, fuera el nuevo líder.
Después de olas de deserciones políticas, ministeriales, de embajadores y militares, o se va Saleh o hay guerra civil (fiel al guión, dice que no habrá guerra civil solo si se queda). El nuevo gobierno en Sana’a ha establecido un estado de emergencia. Saleh podrá durar un poco, ya que cuenta con la Guardia Republicana, las Fuerzas Especial y la seguridad interior, dirigidas por su hijo y sus sobrinos.
En cuanto a la coalición de partidos de la oposición, la Reunión de Partidos (JMP), ahora se presenta como auténtico representante de las masas que se manifiestan en las calles aunque siempre ha sido el bufón de la corte. El hecho es que las elites del poder en Yemen han cooptado la revolución pacífica. Lo que evitarán es el verdadero camino a la democracia, por lo que ha estado luchando –y muriendo– la gente en las calles de Yemen.
Las protestas en Yemen comenzaron el 11 de febrero con menos de 200 estudiantes universitarios de Sana’a y jóvenes activistas y sólo dos mujeres. Entonces los zeidis en el norte prometieron su cooperación, y los secesionistas en el sur detuvieron sus manifestaciones y comenzaron a llamar a la suqut al nidham ("la caída del régimen”), el llamado unificador en todo el mundo árabe.
Como dijo el politólogo yemení Abdulghani al Iryani a Nir Rosen, “Nunca hemos tenido verdaderas movilizaciones callejeras… Antes de Túnez la oposición hizo una manifestación de 200. Después de Túnez fueron miles. Después de Egipto se convirtió en una avalancha. Hay una nueva valoración del poder colectivo. Lo que no pudo hacer el establishment político formal, juntar a la gente, logró hacerlo la protesta de la juventud.” Sus demandas cruciales siguen siendo la reforma constitucional y una nueva ley electoral.
¿Y al-Qaida?
La creciente industria de la “guerra contra el terror” estadounidense –incluidos los medios corporativos– considera que, en este extremo sueño orientalista, los “peligrosos desiertos y montañas de Yemen”, son tan mortíferos como una trama de Star Wars.
Y a pesar de todo AQAP es un chiste. Su historial de “éxito” se limita a una bomba fracasada en la ropa interior y una bomba en un paquete que falló. El propio Saleh sabe que es un chiste, un movimiento absolutamente marginal no sólo en Yemen sino en todo Medio Oriente. La verdadera razón para que EE.UU. esté en Yemen es que el país es extraordinariamente estratégico, sobre el Mar Rojo, el Golfo de Adén y Arabia Saudí, los cruces de camino cruciales entre Medio Oriente y el Cuerno de África.
La cruenta contrarrevolución árabe de 2011 sigue avanzando por su camino misterioso. Turquía y los países del BRIC están perplejos porque ahora EE.UU. arma a los “rebeldes” infestados por AQIM, y puede estarlos agasajando con suculentas migajas de los 32.000 millones de dólares en activos congelados del gobierno libio, más una parte en las futuras ventas de petróleo.
Y hablemos de un tórrido Club Mediterráneo. Bajo el gobierno de Bush, al-Qaida se utilizó como la excusa perfecta para bombardeos y guerras preventivas. Ahora, bajo Obama, al-Qaida –como en AQIM y AQAP– se utiliza para balcanizar naciones seleccionadas, facilitando su ruptura siguiendo líneas tribales, sectarias y criminales.
El fantasma de Osama bin Laden se sigue riendo. La franquicia al-Qaida está en pleno auge, más que nunca. Incluso tal vez vuelva al juego en su condición original, como un ejército de guerrilla de la CIA. No hay mejor guerra que una guerra interminable.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
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