La guerra nos tiene arrinconados a los colombianos. La guerra que sea. La de aquí, que es una guerra en regla y sin reglas, y la de allá, la de Libia.
La nuestra se lleva, además de miles de muertos, desaparecidos, desplazados y torturados, billones de pesos. La de Libia se convirtió en la disculpa para subir el precio de la gasolina y, por esta vía, comerse una tajada del magro salario de los colombianos. El barril de petróleo costaba hace un año 68 dólares; hoy, 100 dólares. La gasolina subió 210 pesos por galón, el 6%. Tanquear un carro común y corriente vale ahora 50.000 pesos más. En EE. UU. —nuestro país modelo para todo, menos para esto— el galón vale 2,85 dólares, y en Colombia, 4,14. Se dice que el año entrante el barril costará 140 dólares. Así, a fin de año el galón aquí valdrá 10.000 pesos.
No es muy clara la manera como el Gobierno acostumbra calcular los aumentos de la gasolina. Colombia es un país productor y la fórmula oficial toma como base el precio en el mercado mundial. En el país producir un galón de gasolina cuesta sólo un dólar, como explicó el senador Velasco en el Congreso. De manera que entre Ecopetrol, que es una compañía en vía de privatización, y el Gobierno se estarían embolsicando tres dólares. Para ser exactos, el 35% del precio de venta se convierte en IVA, tributo global y sobretasa a la gasolina. La gran mayoría de este dinero se va en alimentar el clientelismo central o regional y en contratos de obras que pagan apoyos electorales. La malla vial del Transmilenio se paga con dineros de esta fuente. El ministro de Minas argumenta que no es sólo la guerra en Libia, sino también el invierno lo que tiene en déficit el Fondo de Estabilización Petrolera. El invierno se ha convertido en el comodín de toda partida, ajuste, convenio, decisión. Todo fue destrozado por el invierno, razón por la cual nada se puede cumplir. El tal fondo es como una motocicleta, no tiene reversa: nunca la gasolina nacional baja cuando bajan los precios internacionales. El organigrama estatal es un barril sin fondo.
El alto precio de la gasolina lleva a la gente a rebuscarse. Hace ya unos años que el gas se usa como combustible para vehículos; se calcula que hay 300.000 usuarios en el país. Paralelamente, el gas natural ha reemplazado en la cocina al carbón, al petróleo, al cocinol. Entre los dos tipos de gas hay una diferencia de presión que cambia sus usos, su manejo y su precio.
La semana pasada iba yo en un camión saliendo de Pereira. De un momento a otro el vehículo comenzó a toser y a estornudar. El chofer se orilló, me dijo sin inmutarse: “Patrón, ‘chancletéeme’ aquí este carro mientras yo le soplo. Sacó de la guantera un frasco con gasolina y una manguera, abrió el capó; oí que soplaba y el motor volvió a funcionar. Más adelante, después de unas vueltas, se detuvo frente a un garaje enorme. Pitó. Le abrieron. Un trabajador enchufó un dispositivo extraño al tanque de combustible del carro. El chofer pagó y volvimos a arrancar. “¿Qué compró?”, le pregunté. “Gas, hermano, gas de estufa. Es mucho más barato si la policía no me pilla, porque si no, me multa. Está prohibido este gas para los carros, pero es el mismo que viene en pimpinas”. El valor del rebusque. El alza de la gasolina va a darles mucho oficio al intrépido general Palomino y a sus hombres porque hay miles de vehículos que son bombas con llantas.
Nota. La Escuela Nacional de Ingenieros de Metz (Enim), ciudad industrial del este de Francia, tiene un lema: fabricar ingenieros a la carta. En 2007 otorgó el título Honoris Causa a Álvaro Uribe, quien al recibirlo dijo: “Allá iremos”. Así fue, y no de cualquier manera, sino como profesor, al lado de Darío Montoya, exdirector del Sena. Falta decir, tiene varios tratos con la Enim, como la remodelación de centros de formación. Negocios, negocios, negocios. La asociación Teje, de estudiantes colombianos y latinoamericanos en Francia, condenó el nombramiento de Uribe “por estar implicado en numerosos casos de violación de Derechos Humanos”.
La nuestra se lleva, además de miles de muertos, desaparecidos, desplazados y torturados, billones de pesos. La de Libia se convirtió en la disculpa para subir el precio de la gasolina y, por esta vía, comerse una tajada del magro salario de los colombianos. El barril de petróleo costaba hace un año 68 dólares; hoy, 100 dólares. La gasolina subió 210 pesos por galón, el 6%. Tanquear un carro común y corriente vale ahora 50.000 pesos más. En EE. UU. —nuestro país modelo para todo, menos para esto— el galón vale 2,85 dólares, y en Colombia, 4,14. Se dice que el año entrante el barril costará 140 dólares. Así, a fin de año el galón aquí valdrá 10.000 pesos.
No es muy clara la manera como el Gobierno acostumbra calcular los aumentos de la gasolina. Colombia es un país productor y la fórmula oficial toma como base el precio en el mercado mundial. En el país producir un galón de gasolina cuesta sólo un dólar, como explicó el senador Velasco en el Congreso. De manera que entre Ecopetrol, que es una compañía en vía de privatización, y el Gobierno se estarían embolsicando tres dólares. Para ser exactos, el 35% del precio de venta se convierte en IVA, tributo global y sobretasa a la gasolina. La gran mayoría de este dinero se va en alimentar el clientelismo central o regional y en contratos de obras que pagan apoyos electorales. La malla vial del Transmilenio se paga con dineros de esta fuente. El ministro de Minas argumenta que no es sólo la guerra en Libia, sino también el invierno lo que tiene en déficit el Fondo de Estabilización Petrolera. El invierno se ha convertido en el comodín de toda partida, ajuste, convenio, decisión. Todo fue destrozado por el invierno, razón por la cual nada se puede cumplir. El tal fondo es como una motocicleta, no tiene reversa: nunca la gasolina nacional baja cuando bajan los precios internacionales. El organigrama estatal es un barril sin fondo.
El alto precio de la gasolina lleva a la gente a rebuscarse. Hace ya unos años que el gas se usa como combustible para vehículos; se calcula que hay 300.000 usuarios en el país. Paralelamente, el gas natural ha reemplazado en la cocina al carbón, al petróleo, al cocinol. Entre los dos tipos de gas hay una diferencia de presión que cambia sus usos, su manejo y su precio.
La semana pasada iba yo en un camión saliendo de Pereira. De un momento a otro el vehículo comenzó a toser y a estornudar. El chofer se orilló, me dijo sin inmutarse: “Patrón, ‘chancletéeme’ aquí este carro mientras yo le soplo. Sacó de la guantera un frasco con gasolina y una manguera, abrió el capó; oí que soplaba y el motor volvió a funcionar. Más adelante, después de unas vueltas, se detuvo frente a un garaje enorme. Pitó. Le abrieron. Un trabajador enchufó un dispositivo extraño al tanque de combustible del carro. El chofer pagó y volvimos a arrancar. “¿Qué compró?”, le pregunté. “Gas, hermano, gas de estufa. Es mucho más barato si la policía no me pilla, porque si no, me multa. Está prohibido este gas para los carros, pero es el mismo que viene en pimpinas”. El valor del rebusque. El alza de la gasolina va a darles mucho oficio al intrépido general Palomino y a sus hombres porque hay miles de vehículos que son bombas con llantas.
Nota. La Escuela Nacional de Ingenieros de Metz (Enim), ciudad industrial del este de Francia, tiene un lema: fabricar ingenieros a la carta. En 2007 otorgó el título Honoris Causa a Álvaro Uribe, quien al recibirlo dijo: “Allá iremos”. Así fue, y no de cualquier manera, sino como profesor, al lado de Darío Montoya, exdirector del Sena. Falta decir, tiene varios tratos con la Enim, como la remodelación de centros de formación. Negocios, negocios, negocios. La asociación Teje, de estudiantes colombianos y latinoamericanos en Francia, condenó el nombramiento de Uribe “por estar implicado en numerosos casos de violación de Derechos Humanos”.
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