En este fin de año varios mitos deben ser develados. El primero, que aquí no hay crisis, solo desajustes. Que Uribe goza del respaldo unánime del país. Que la izquierda está neutralizada y que no tiene opción en la coyuntura política. Disimular la realidad es la función de la derecha. No cohonestamos tal distorsión del mundo real.
La crisis del estado comunitario se manifiesta en el más alto y creciente desempleo del hemisferio, la caída de la producción industrial, el incremento de la criminalidad urbana, la confrontación con la Corte suprema, el favoritismo a la fracción burguesa y a las mafias beneficiarias y soporte de la política uribista. El choque en las relaciones con Venezuela, efecto directo de la claudicación del Estado colombiano ante el Comando sur, es algo que le agrega grave coloración a la crisis de un modelo que conjuga la guerra contrainsurgente con la sobreacumulación por despojo, el refugio interno masivo y el silenciamiento del descontento por las amenazas y el terror. La política exterior, extensión de la política estadounidense, enfrenta al país con América Latina, ahonda la crisis interna y agrega material inflamable a la hoguera de la inconformidad.
El momento político describe una trayectoria que puede conducir directamente a una ruptura institucional, con o sin referendo. Cada vez más las decisiones oficiales pasan por alto la legalidad existente. El pretendido estado de opinión es solo el taparrabo del golpe de estado. Uribe prepara minuciosamente los pretextos para imponer su reelección. Su encrucijada en el alma no es nada distinto a tratar de lograr, de alguna manera, la condescendencia de Washington, hasta ahora retrechero. Un régimen que ha hecho entrega de la justicia por la vía de la extradición de nacionales y permitido el copamiento de la defensa nacional por estructuras militares de una potencia extranjera necesita hacerse indispensable y permanente en su servilismo ante el imperio.
Tras la experiencia de Honduras, que ha recibido asesoría y respaldo del gobierno colombiano, no puede haber sorpresas. Pero el pueblo colombiano debe prepararse para responder a una nueva situación de facto con la unidad de las fuerzas democráticas en defensa de las libertades, las garantías y los derechos populares, muchos de ellos consagrados en la Constitución. Una salida democrática de la crisis exige la presencia popular en la calle y una plataforma de reivindicación por la tierra, el trabajo, la educación, el salario, la lucha contra la miseria y los golpes de la crisis capitalista.
El primer deber es rechazar la confrontación entre los pueblos de Colombia y Venezuela, como lo vienen promoviendo el imperialismo y la ultra derecha. Los comunistas llamamos a la movilización de masas en franco rechazo a toda idea de provocación o de guerra entre pueblos hermanos.
El Polo como expresión unitaria de la izquierda y su candidato presidencial deben cumplir un papel de convocantes a la acción. El diálogo entre fuerzas políticas, movimientos sociales, indígenas y regionales podría ampliarse, más allá de una simple consulta interpartidista electoral a la urgencia de un Congreso del Pueblo que asuma con decisión clara la resistencia y la contraofensiva popular.
Que el nuevo año sea motivo de mayor unidad y coherencia del movimiento popular.
La crisis del estado comunitario se manifiesta en el más alto y creciente desempleo del hemisferio, la caída de la producción industrial, el incremento de la criminalidad urbana, la confrontación con la Corte suprema, el favoritismo a la fracción burguesa y a las mafias beneficiarias y soporte de la política uribista. El choque en las relaciones con Venezuela, efecto directo de la claudicación del Estado colombiano ante el Comando sur, es algo que le agrega grave coloración a la crisis de un modelo que conjuga la guerra contrainsurgente con la sobreacumulación por despojo, el refugio interno masivo y el silenciamiento del descontento por las amenazas y el terror. La política exterior, extensión de la política estadounidense, enfrenta al país con América Latina, ahonda la crisis interna y agrega material inflamable a la hoguera de la inconformidad.
El momento político describe una trayectoria que puede conducir directamente a una ruptura institucional, con o sin referendo. Cada vez más las decisiones oficiales pasan por alto la legalidad existente. El pretendido estado de opinión es solo el taparrabo del golpe de estado. Uribe prepara minuciosamente los pretextos para imponer su reelección. Su encrucijada en el alma no es nada distinto a tratar de lograr, de alguna manera, la condescendencia de Washington, hasta ahora retrechero. Un régimen que ha hecho entrega de la justicia por la vía de la extradición de nacionales y permitido el copamiento de la defensa nacional por estructuras militares de una potencia extranjera necesita hacerse indispensable y permanente en su servilismo ante el imperio.
Tras la experiencia de Honduras, que ha recibido asesoría y respaldo del gobierno colombiano, no puede haber sorpresas. Pero el pueblo colombiano debe prepararse para responder a una nueva situación de facto con la unidad de las fuerzas democráticas en defensa de las libertades, las garantías y los derechos populares, muchos de ellos consagrados en la Constitución. Una salida democrática de la crisis exige la presencia popular en la calle y una plataforma de reivindicación por la tierra, el trabajo, la educación, el salario, la lucha contra la miseria y los golpes de la crisis capitalista.
El primer deber es rechazar la confrontación entre los pueblos de Colombia y Venezuela, como lo vienen promoviendo el imperialismo y la ultra derecha. Los comunistas llamamos a la movilización de masas en franco rechazo a toda idea de provocación o de guerra entre pueblos hermanos.
El Polo como expresión unitaria de la izquierda y su candidato presidencial deben cumplir un papel de convocantes a la acción. El diálogo entre fuerzas políticas, movimientos sociales, indígenas y regionales podría ampliarse, más allá de una simple consulta interpartidista electoral a la urgencia de un Congreso del Pueblo que asuma con decisión clara la resistencia y la contraofensiva popular.
Que el nuevo año sea motivo de mayor unidad y coherencia del movimiento popular.
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