Los grandes medios se empeñan en presentar una imagen distorsionada, amañada al interés del sistema, de un Polo que pretenden identificar con el terrorismo y un Carlos Gaviria, poco menos que como un extremista. La idea de un Polo con capacidad convocante hacia el pueblo, asusta al régimen. Conviene que el Polo sepa ejercer con la firmeza y la inteligencia indispensables esta prerrogativa, que ninguna otra fuerza política tiene hoy en día en Colombia.
Entre el enredo de la reelección, que pierde adeptos en la misma medida que se manifiestan más crudamente la crisis económica y el resquebrajamiento del uribismo y la expectativa popular de un cambio democrático avanzado, media el papel de un instrumento político, dispuesto a actuar con claridad, sin sectarismo pero sin ambigüedades.
Para eso no son muchas las fórmulas posibles. Ante todo, el Polo tiene que prepararse para salir unido de su segundo congreso nacional. Existe una voluntad mayoritaria que no se equivoca al respecto. En seguida, el Polo debe tener un candidato, escogido en consulta propia, que tenga la autoridad y el prestigio ético para representar la voluntad de un cambio real en el rumbo político del Estado. Esta escogencia no tiene que ser en marzo de 2010, cuando solo queden dos meses para campaña presidencial. El Polo debe proponerle al pueblo una plataforma básica de cambios democráticos, en cuanto al modelo económico para rescatar a los desheredados del fragor de la crisis capitalista; la reforma política para desbancar el narcoparapoder de sus soportes en el Estado; y la búsqueda de una paz con justicia social, reforma agraria integral, verdad, justicia, reparación, no repetición, por una vía política, humanitaria y de diálogo.
¿Una convergencia más amplia puede ser posible? Esa puerta debe estar abierta. Se han fortalecido las movilizaciones y expresiones de la lucha social indígena, obrera y agraria, que han sido reprimidas con medidas de guerra por el gobierno; actúan con iniciativa propia los movimientos de víctimas, por los derechos humanos y la paz democrática; reafirman sus exigencias las organizaciones de los trabajadores que reclaman modificaciones de fondo en las políticas públicas en materia salarial, social y laboral. Fuerzas políticas y personas inconformes con la orientación del régimen reaccionario podrían aproximarse a la plataforma y la opción de cambio. Más que la lógica exclusiva de acuerdos con partidos y personalidades del campo tradicional, una apertura hacia los factores dinámicos de la lucha de masas potenciaría una propuesta amplia de cambio democrático. El escenario de la convergencia puede ser un representativo Congreso de Pueblo que consolide el compromiso con las bases programáticas, las reglas y garantías de una candidatura de consenso.
El Polo tiene su cuarto de hora para actuar con unidad, trabajo, audacia y decisión.
Jaime Caycedo
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