Unir todas las voces y todas las rebeldías por la paz, la democracia y la soberanía.
Los 374 delegados y delegadas al XXI Congreso del Partido Comunista Colombiano, reunidos y reunidas en la ciudad de Bogotá durante los días del 18 al 22 de julio de 2012, luego de la más amplia deliberación, con un espíritu de sólida unidad y el más profundo compromiso con las luchas del pueblo por la verdadera independencia, la democracia plena y el socialismo, declaran:
1.- El capitalismo continúa mostrando a escala planetaria sus límites sistémicos y civilizatorios, así como su incapacidad para ofrecer una alternativa digna a la existencia humana. La persistente crisis económica y financiera mundial, se acompaña de la profundización de las tendencias a la crisis alimentaria, energética, socioambiental y cultural. Con miras a garantizar su régimen de dominación y explotación, este sistema continúa desplegando a escala planetaria su acción depredadora y destructora a través de un proyecto político-económico de mercantilización extrema de la naturaleza, de la vida y del trabajo humano. En consideración a ello, el anticapitalismo, el socialismo y el comunismo, no sólo poseen plena vigencia, sino que han devenido en necesidad histórica. La crisis y sus impactos han exacerbado la lucha de clases, llevándola a niveles no vistos en las décadas anteriores. Como resultado de ello, se ha asistido a un auge de la movilización social y popular contra el gran capital y sus políticas. El mundo del trabajo, en sus múltiples expresiones de jóvenes, mujeres, migrantes, desocupados, adultos mayores, indignados, ha salido a las calles a confrontar los ajustes neoliberales.
2.- La crisis económica y financiera mundial no ha sido más intensa y profunda gracias a los desarrollos geográficos desiguales del capitalismo, así como a una nueva potenciación de las dinámicas especulativas del capital financiero. Todo pareciera indicar que en los años siguientes, no sólo persistirá la crisis capitalista, sino que sus efectos se sentirán con agudeza e intensidad en lugares en lo que hasta ahora no se ha manifestado; lo cual augura una extensión y profundización de la lucha de clases a escala planetaria. En el marco de la crisis económica y financiera, el imperialismo colectivo, en cabeza del imperialismo norteamericano, ha acentuado su política de militarización con el propósito de proteger militarmente la inversión trasnacional, garantizar el acceso a recursos estratégicos y pretender doblegar toda forma de resistencia, sea ésta de Estados soberanos o de movimientos sociales y populares. El imperialismo, además de militarista, se ha tornado más intervencionista, en forma directa, o a través de fuerzas mercenarias, según se ha observado en algunos países árabes, o promoviendo “golpes institucionales de Estado”, como lo muestra la experiencia reciente de América Latina. Pese a ello, las luchas y resistencias sociales y populares se constituyen en límite frente a esas pretensiones.
3.- El rasgo principal del proceso socioeconómico y político de Nuestra América se encuentra en el avance de las fuerzas sociales y populares, que han logrado producir cambios políticos, incluidos el acceso al gobierno y la conducción del Estado, cuyos efectos se han expresado, por una parte, en una nueva correlación internacional de fuerzas que ha debilitado el imperialismo estadounidense, propiciado novedosos procesos de integración subregional y reivindicado la soberanía nacional. Por la otra, en importantes transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, algunas de ellas blindadas constitucional y legalmente, con alcances desiguales y diferenciados, que son expresivas de las aspiraciones de las mayorías oprimidas y explotadas. La profundización de los procesos de cambio en Nuestra América hacia una orientación decididamente anticapitalista y por el socialismo dependerá de la capacidad de movilización y organización que pueda desatar el movimiento social y popular, pues estamos en presencia de procesos no exentos de conflictos en el campo popular y de notorias resistencias de la derecha de la Región.
En ese contexto, la política intervencionista y de militarización propiciada por el imperialismo ocupa un lugar central, como lo demuestra la activación de la IV Flota estadounidense, y la instalación de bases militares en varios países de la región. Se requiere la mayor condena a los intentos de desestabilización del proceso bolivariano de Venezuela, asi como de los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua. Hay que contrarrestar las pretensiones de la derecha de revertir procesos como en Paraguay.
En los años que vienen, debe esperarse una intensificación de la lucha de clases en Nuestra América producto de la previsible desaceleración del crecimiento económico y de su impacto sobre la situación socioeconómica de la mayoría de la población, de los conflictos socioterritoriales asociados con la explotación minero-energética y la producción de agrocombustibles, de la persistencia en las políticas de mercantilización neoliberal, de las orientaciones de las políticas de desarrollo, y de la lucha por la persistencia y la profundización de los procesos nacional-populares. En ese contexto, el ejemplo de Cuba, por darle continuidad y mayor consistencia a su proyecto revolucionario mediante el impulso de un proceso reformas económicas y políticas merece todo nuestro acompañamiento y solidaridad internacionalistas.
4.- El momento histórico de nuestro país se caracteriza por la recurrente manifestación de tendencias a la crisis del régimen de dominación y explotación y del proyecto hegemónico, que no logran madurar plenamente, y el surgimiento de nuevas condiciones y posibilidades en el campo popular para producir un cambio político, que no logran proyectarse plenamente dadas sus dinámicas desiguales y diferenciadas, y su aún prevaleciente dispersión. Todo pareciera indicar que durante los años venideros se acentuará la contradicción entre la pretensión de estabilizar el régimen de dominación de clase fruto de los reacomodos y la redefinición de las alianzas en el bloque dominante en el poder, y las posibilidades de producir un cambio político como resultado de la unificación del campo popular en el que se logren juntar todas las rebeldías para emprender las transformaciones económicas políticas, sociales y culturales que requiere el país. El campo de la política se debate entre la consolidación del poder constituido y las posibilidades de un nuevo poder popular y democrático.
Cuatro son los factores que a nuestro juicio, son expresivos de las tendencias a la crisis del régimen de dominación y explotación y del proyecto hegemónico:
En primer lugar, son evidentes los límites de la organización institucionalizada del poder, especialmente de las configuraciones estructurales criminales, mafiosas y corruptas del régimen político, del sistema político, de las reformas a la justicia, del fuero militar y del fraudulento sistema electoral. Pese a los esfuerzos de remozamiento, es creciente el descreimiento social y la pérdida de legitimidad de las instituciones del Estado. En segundo lugar, son notorios los signos de ruptura del consenso entre las facciones que conforman el bloque dominante en el poder, lo cual se expresa en la tendencia a la diferenciación de intereses económicos y políticos y en la forma de representarlos. En tercer lugar, la desaceleración del crecimiento, fruto de los mayores impactos de la crisis capitalista y de la entrada en vigencia de los TLC debilita las condiciones de sostenimiento económico del proyecto de dominación de clase en la etapa actual, especialmente por la probable reducción de los flujos de capitales, la inminente caída de la producción y el empleo, y el consecuente deterioro de la fiscalidad del Estado. En cuarto lugar, se aprecia una creciente movilización social y popular, que trasciende la mera reivindicación, más politizada pero aún dispersa, de confrontación contra las formas asumidas por la estrategia de acumulación capitalista y contra las políticas neoliberales del gobierno de Santos. Las reconfiguraciones en el bloque en el poder y las contradicciones no antagónicas en las que ellas se sustentan, amplían objetivamente las posibilidades del campo popular, pues su accionar puede contribuir a un mayor resquebrajamiento del proyecto hegemónico.
5.- La trayectoria de la acumulación capitalista durante el gobierno de Santos se encuentra marcada por la profundización y extensión del proceso de neoliberalización iniciado hace varias décadas. La continua precarización del trabajo obrero y popular, el desempleo y la informalización, así como su feminización han aumentado la tasa de explotación; las políticas de mercantilización se han ampliado a campos antes insospechados; la creciente financiarización del capital, basada principalmente en el endeudamiento del Estado y de los hogares, le ha impuesto al conjunto de la sociedad una renta parasitaria que favorece exclusivamente los intereses del capital financiero; el aumento espectacular de la inversión extranjera ha conducido a un nuevo ciclo de colonización transnacional de territorios estratégicos, con el fin de explotar en forma intensiva recursos minero-energéticos, hídricos y de biodiversidad, produciendo una depredación socioambiental sin precedentes; la promoción de los agronegocios transnacionales ha continuado afectando la autonomía y la soberanía alimentarias, la destrucción de la economía campesina, y estimulado aún más la concentración de la propiedad sobre la tierra a través de nuevas formas de despojo; la entrada en vigencia de tratados de libre comercio continúa destruyendo la producción y el trabajo nacional y acentuando la dependencia. Todo ello le ha dado continuidad y profundizado la forma predominante de la acumulación: la acumulación por despojo del campesinado y de los habitantes urbanos pobres; encuadrada en un orden del derecho, producto de una agresiva agenda de reformas constitucionales y legales, incluido el aprobado Plan nacional de desarrollo. Se ha anunciado un nuevo paquete de reformas antipopulares, que en lo esencial apuntan a favorecer al capital transnacional y a los grandes grupos económicos.
Esa dinámica de la acumulación capitalista ha traído consigo la emergencia de nuevas y múltiples formas de la conflictividad social y de clase, que sumadas a las históricas, han ampliado el espectro de la lucha de clases en el país y, con ello, extendido las posibilidades de la política y de la acción política. Como resultado de ello, hemos asistido al surgimiento de nuevas expresiones de la movilización y organización social y popular, tales como la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, la Minga Social e Indígena, Comosoc…, múltiples movimientos socioterritoriales localizados, movimientos urbanos como los representados por el movimiento estudiantil unido en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, o en la luchas contra el régimen neoliberal de seguridad social en salud, entre otros. Todas estas expresiones, se unen a las importantes luchas de las nuevas generaciones de clase obrera, que ha traído consigo la inversión transnacional, a las luchas de los maestros, de los trabajadores de la salud, entre otros. Asimismo, a las trayectorias de lucha de los sectores consecuentes dentro del Polo Democrático Alternativo, especialmente a través de la denuncia y la oposición parlamentaria en el limitado espacio del sistema político, enfrentando la lógica de la democracia gobernable y del fraude electoral estructural.
En medio de condiciones adversas, el movimiento obrero y popular se caracteriza por distintos signos de resistencia, no obstante la desunión y la dispersión que continúan siendo algunos de sus rasgos. Es prioritario avanzar en la unificación del campo obrero y popular a través de la movilización unitaria, el fortalecimiento clasista de la CUT y la organización de los trabajadores que estimule el ascenso de la protesta y la conjunción de las luchas urbanas y rurales. Respaldamos la propuesta de preparación y realización de un Paro cívico nacional que confronte las locomotoras del Plan de desarrollo, la política represiva y el tratamiento de guerra a la protesta social.
6.- El gobierno de Santos ha mantenido en lo esencial la estrategia guerrerista de su antecesor, a pesar de una recurrente retórica acerca de la paz. Su política se condensa en el Plan Espada de Honor, que no es más que la continuación de la estrategia contrainsurgente iniciada con el Plan Colombia, pues sigue considerando la posibilidad de la paz como la victoria militar, conjugándola con un marco jurídico-institucional, el llamado marco jurídico para la paz, que descansa en lo esencial sobre la idea de la rendición y la desmovilización de las fuerzas insurgentes. La dinámica del conflicto social y armado ha demostrado la imposibilidad de una derrota militar del movimiento guerrillero para llevarlo a su entrega y desmovilización. Durante la última década se ha provisto al Estado con todos los instrumentos y recursos económicos posibles, se llevó a la escala máxima la alianza contrainsurgente con grupos narcoparamilitares, se ha dispuesto del apoyo económico y tecnológico del imperialismo estadounidense, y tras repetidos anuncios acerca de la finalización del conflicto e incluso de la prefiguración de escenarios de posconflicto, más allá de los golpes a la alta comandancia y a estructuras intermedias de la organización guerrillera, lo que se continúa observando son flujos y reflujos y una reiterada capacidad adaptativa de las fuerzas comprometidas directamente en la contienda militar, dando cuenta de una tendencia a la prolongación indefinida de la guerra, de no buscarse y acordarse una salida política.
La política guerrerista de Santos resulta insuficiente para los sectores más militaristas y de ultraderecha que, además de desconocer la existencia del conflicto y considerar éste más bien como una amenaza terrorista, abogan por una política de tierra arrasada y de extermino del enemigo, con claros contenidos fascistas. Guerra y economía neoliberal van de la mano en la experiencia colombiana. Si de verdad Santos pretende desmarcarse de la ultraderecha, es hora de que abandone su retórica y manifiesta su voluntad por una salida política, de la misma forma que en diversas manifestaciones y documentos lo han hecho y reclamado las fuerzas guerrilleras.
7.- La contribución a la búsqueda de una solución política para la paz ocupa un lugar central dentro de las urgencias en la etapa actual. El curso del proceso político en nuestro país y las posibilidades del cambio político hacia un nuevo poder se encuentran asociados en gran medida con esa perspectiva. La posibilidad de encauzar el país por el camino de la solución política no es un asunto exclusivo de las fuerzas comprometidas directamente en la confrontación militar. Si bien la expresión de voluntad política de las partes posee el mayor significado por lo que debería traducirse en la exploración y formalización de diálogos tendientes a un proceso de negociación, la verdadera llave de la paz se encuentra en la disposición de lucha del movimiento social y popular. Dicho movimiento tiene la difícil tarea de hacer comprender al conjunto de la sociedad que la paz no es la rendición, ni la victoria, dado el carácter histórico y la naturaleza social del conflicto y, en consecuencia, que cualquier propósito de su superación pasa por la necesidad de concebir y trazar las vías, así como de establecer los mecanismos que permitan llevar a cabo las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, tendientes a superar las causas que lo originaron y hacen que éste se reproduzca. Para los comunistas la solución política implica entender la paz como justicia social, democratización y desmilitarización de la sociedad, recuperación de la verdad, de la memoria, reparación de las víctimas y por ello debe conducir a la definición de un nuevo contrato social a través de una Asamblea Nacional Constituyente que materialice las conquistas en favor del pueblo.
Los hechos recientes del Cauca, así como de otros teatros de guerra en el país, muestran de manera fehaciente los límites de una prolongación de la guerra contrainsurgente, los costos fiscales que ella compromete y que bien pudieran destinarse a resolver los problemas acuciantes de la población, el fracaso de una presencia estatal que privilegia la creciente militarización de toda la vida social, criminaliza las resistencias y las formas de organización social y popular, y convierte a las fuerzas militares en fuerzas de ocupación. Frente a ello, se aprecia una creciente resistencia de masas, y una movilización social y popular, campesina, indígena, afrodescendiente en aumento, por la desmilitarización y en demanda de una salida política de la guerra. Además de ésta, llamamos a impulsar las múltiples iniciativas que se están desplegando en el campo popular en esa misma dirección, tales como las Constituyentes regionales que impulsa Marcha Patriótica, en continuidad de los acuerdos del Encuentro de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, celebrado en Barrancabermeja de 2011, o el Congreso de Paz convocado conjuntamente por el Congreso de los Pueblos, Marcha Patriótica y Colombianos y Colombianas por la paz .
Contribuir a juntar todas las voces y todas las rebeldías se constituye en imperativo del accionar popular para derrotar las fuerzas militaristas y de ultraderecha, entronizadas en todos los campos de la vida social, con la complicidad de los medios masivos de comunicación.
8. Del bloque dominante en el poder, considerando los procesos de ruptura del consenso, se desprenden dos proyectos políticos que se disputan la unificación de las clases dominantes con miras a la contienda electoral de 2014, sin que aún esté claro si logran constituirse en mayoritarios o predominantes. Por una parte, se encuentra el proyecto representado por Santos que se ha querido mostrar como un proyecto reformador y modernizante, de una trasnochada tercera vía, comprometido mucho más fondo con los intereses del capital financiero y los grandes grupos económicos, y más comprensivo de las dinámicas de la acumulación transnacional. Este proyecto ve en sus propuestas de política, la posibilidad de recomposición del proyecto de dominación de clase y busca el apoyo del centro político, incluidos sectores de la llamada izquierda democrática, que vienen desarrollando la tesis de detener la amenaza de la ultraderecha que representaría el uribismo. Por otra parte, se encuentra el proyecto político que pretende la unificación de las clases dominantes con base en el ideario militarista y de ultraderecha que representa el uribismo y que busca organizarse en el llamado Puro Centro Democrático, retomando al pie de la letra la política de los gobiernos de Uribe, especialmente de la lucha contra la llamada amenaza terrorista. Este proyecto no se desmarca, ni siquiera en la retórica, de las estructuras criminales, mafiosas y narcoparamilitares que le han servido y le sirven de soporte. Estos dos proyectos políticos de las clases dominantes no son expresivos en todo caso de contradicciones irreconciliables o antagónicas. La estrategia de las clases dominantes seguramente consistirá en polarizar entre las opciones que representan sus proyectos políticos, buscando una salida y reacomodo por las alturas, desconociendo de plano el campo popular y sus posibilidades.
9.- El momento político representa una ocasión importante para el campo popular. Existen condiciones para avanzar hacia un cambio político que posibilite la construcción de un nuevo poder. En ello puede cumplir un papel decisivo la conformación de un Gobierno Democrático de amplia Participación Popular, comprometido con la paz democrática y las soluciones a favor del pueblo. En ese sentido, llamamos a todos los procesos sociales y populares, a los movimientos políticos y sociales, a los partidos de izquierda, a los diferentes procesos regionales a construir mancomunadamente un Frente Amplio de Convergencias y Procesos, con base en acuerdos programáticos que recoja los elementos comunes de las diferentes plataformas políticas e idearios de unidad, sin perjuicio de mantener las propias dinámicas organizativas y políticas, como los enseñan múltiples experiencias de Nuestra América. En lo inmediato ganan consenso puntos esenciales de convergencia como:
• Solución política con diálogo y negociación para la paz
• Lucha contra la voracidad y las rentas parasitarias el capital financiero
• Defensa de la soberanía, la tierra, el territorio, los recursos naturales y una relación no depredadora con la naturaleza
• Garantías y materialización de los derechos de la población (civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales) salud, educación, reforma agraria, vivienda
• Democratización del Estado, del régimen político y del sistema político
• Integración de Nuestra América.
10.- Los comunistas reafirmamos el compromiso con la unidad del campo popular con fundamento en definiciones y acuerdos programáticos. El accionar en ese sentido se encuentra orientado por el respeto, el reconocimiento mutuo, la fraternidad y la cooperación; por no ver en la izquierda enemigos ni inventarlos; por privilegiar lo que une y no considerar las diferencias como irreconciliables, sin desconocerlas; por cumplir y llevar a la práctica los acuerdos. Los entendimientos de la política y de la acción política, expresados en los procesos del movimiento real, indican que al tiempo que se está asistiendo a los inicios de un prometedor despliegue de la potencia del poder constituyente y a la producción de nuevas formas de poder popular, la confrontación con el poder constituido, en los limitados espacios institucionales, incluidos los existentes en el sistema político, posee la mayor relevancia. En tal sentido se concretará una política frente a las elecciones de 2014. Como integrantes del Polo Democrático Alternativo contribuirán a su fortalecimiento como proyecto unitario, a su 3er. Congreso nacional y a la coordinación con los diversos procesos de unidad en desarrollo. Como militantes de la unidad del pueblo trabajaremos por el acercamiento, la convergencia programática, la solidaridad y la construcción de nuevas formas de confianza política entre los procesos en desarrollo. Apoyaremos la creación colectiva del proyecto político de unificación de las clases subalternas y del campo popular. La difícil tarea de la unidad consiste justamente en poder juntar las rebeldías y unir las voces que en los diversos ámbitos de la acción política, la movilización, la organización y la lucha de masas se vienen expresando en nuestro país y deben tener ahora la prioridad. En las condiciones actuales, la unidad ha devenido en imperativo histórico y a este compromiso convocamos a concurrir con voluntad y apertura.
11.- El Congreso hace un llamado a los (as) trabajadores (as) y al pueblo colombiano a reforzar las filas del Partido Comunista, apoyar su política de unidad y coadyuvar a la construcción del nuevo país con paz, libertades, democracia, soberanía y solidaridad latinoamerica e internacionalista.
21 CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA COLOMBIANO
Bogotá, julio 22 de 2012
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