El País
Unas 7.000 personas marcharon el 29 de junio de 1985 en el centro de la Ciudad de México
al final del cierre de campaña del Partido Socialista Unificado de
México (PSUM). Entre los manifestantes caminaba Arnoldo Martínez Verdugo
(Mocorito, Sinaloa, 1925), el último secretario general del Partido
Comunista Mexicano (PCM). El excandidato presidencial, líder histórico
de la izquierda mexicana, murió este viernes en la capital mexicana.
Tenía 88 años.
Militante del PCM desde 1949 y secretario general de su Comité
Central a partir de 1963, Martínez Verdugo se convirtió en el líder
conciliador de un partido que, asolado por las luchas internas, navegó
en medio del poder hegemónico ostentado por el Partido Revolucionario
Institucional (PRI).
Discreto y sobrio, contrastaba con el culto a la personalidad de la
tradición estalinista. “En la historia de la izquierda mexicana,
Martínez Verdugo es un personaje olvidado por muchos y que sin embargo
constituye una pieza clave para entender la transición a la democracia”,
escribió Roger Bartra en enero pasado a propósito de un homenaje que el
barrio de Tlalpan rindió al histórico líder. “Un político excepcional
distante de las fantochadas de hoy”, afirmó Roberto Zamarripa en una
columna publicada entonces en el periódico Reforma.
Salvo un breve paréntesis en los años treinta, el PCM se mantuvo en
la clandestinidad. Martínez Verdugo fue uno de los principales
negociadores de la ley electoral de 1977 que permitió la legalización
del partido y su participación en las elecciones de 1979. Por primera
vez en su historia, el PCM ganó 18 diputados y una alcaldía en
Alcozauca, Guerrero (sureste del país).
Promovió la ruptura con la URSS tras la intervención de los soviéticos en Praga en 1968
y 10 años después por su invasión a Afganistán. “Nosotros mantenemos y
defendemos que el socialismo no debe venir configurado por la
experiencia de un país y, por el contrario, debe ser adaptado a la
experiencia de la democracia pluralista”, afirmó en 1978.
Fue una figura fundamental para establecer una coalición de izquierdas inédita en el país, el PSUM, tras la disolución del PCM en 1981,
y con la que se presentó a las elecciones presidenciales en 1982.
Intentó presentarse en 1985 pero fue secuestrado días antes de la
elección por presuntos miembros del Partido de los Pobres para exigir un supuesto adeudo. Tras el incidente se separó paulatinamente de la vida política.
Martínez Verdugo era un hombre que no dudaba en salirse de los más
férreos preceptos comunistas para defender sus puntos de vista. En 1977,
por ejemplo, abogó por la inclusión en la política de los ministros de
culto, un auténtico tabú en un país que, desde la fundación del PRI en
1929, no reconoció al Vaticano como Estado sino hasta 1992 y prohibió el
voto a los sacerdotes y monjas hasta 2000. “La propuesta de libertades
enarbolada por Arnoldo [Martínez Verdugo] abarcaba desde militares y
sacerdotes hasta obreros y campesinos”, define Zamarripa.
Cuando la participación en las elecciones en México apenas rebasaba
el 40%, Martínez Verdugo criticó lo que llamaba “la actitud
abstencionista”, que, según explicó en 1979,
servía "directamente a la conservación del sistema establecido, al
mantenimiento de las actuales relaciones entre el poder y el pueblo y
conviene en forma especial al PRI”.
Estudiante de pintura en su juventud, fue autor de varios libros, entre ellos Historia del Comunismo en México
(1985). En el homenaje que se le rindió en enero, recordó un discurso
pronunciado durante su primera campaña presidencial. “Nuestro proyecto
político tiene que ir más allá de la política. Queremos construir un
nuevo liderazgo ideológico y promover una profunda transformación en la
sociedad”, afirmó. Agradeció a “los viejos camaradas” que le acompañaban
pero subrayó: “También veo caras nuevas. Y ello me motiva”.
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