EnfoquePor: Álvaro Vásquez
En una nota del El Espectador del 6 de enero, el economista Paul Krugman reseña la pugna que se ha abierto en Estados Unidos a propósito de lo que él llama “las ilusiones estadísticas” de un sector de los republicanos más recalcitrantes que exigen dar “marcha atrás en los pasos en que el Gobierno y la Reserva Federal dieron para impulsar la economía”. Los adversarios de la política oficial anticrisis insisten en la práctica neoliberal que deja las manos libres, sin ningún control, a los monopolios financieros que manejan la política económica del país.
A pesar que la mayoría de la opinión ha hecho énfasis en que tal política tiene grave responsabilidad en la actual crisis norteamericana, sus protagonistas se alarman sobre todo porque hay un acuerdo unánime para establecer mediadas de control oficial sobre el manejo ilimitado de ese poderoso núcleo especulativo.
En el caso Colombiano, la crisis económica -contra la cual el Gobierno había asegurado ilusamente que el país estaba “blindado”- está llamada a producir una serie de consecuencias políticas y sociales contra el modelo neoliberal que se ha impuesto por parte del grupo de derecha en el poder. Para desgracia de los responsables de este modelo económico, la crisis se está llevando de calle tal doctrina, originaria de la peor variante del complejo industrial-militar del imperialismo.
En Colombia, desde que en 1990 se oficializó tal modelo, a este se incorporaron no sólo los mandos oficiales, sino también la mayoría de los docentes universitarios, los dirigentes partidistas y los gremios empresariales. A nombre de esta política se ha desatado la más agria ofensiva contra los intereses populares, contra la democracia y en perjuicio de la autonomía nacional. Ahora, al caerse la estantería, han quedado huérfanos de la teoría y de la práctica con que han medrado durante dos décadas.
Pretendiendo mimetizar su orfandad, la mayor parte de esos neoliberales chiviados, asumen las más diversas posiciones. Para el Gobierno, el camino es mantener y profundizar el molde de la apertura y los subsidios a los monopolios capitalistas. Para el ex ministro Carrasquilla, todo se resuelve acabando con la seguridad social, con el salario mínimo y con los parafiscales. Hay otros que tratan de pasar de agache, con la cara del “yo no fui”, como los Montenegros y Alejandro Gaviria. Están aquellos que como Hommes -padre putativo del modelo- se oponen a la reelección de Uribe, mientras elogian la desgastada “seguridad democrática”.
Lo que no dice ninguno de ellos -ni tampoco Krugman- es que mientras exista el capitalismo habrá la crisis, sea con el neoliberalismo o con la ayuda del Estado. Y lo único que se abre paso es el cambio de sistema mismo, hacia una perspectiva de liberación social y nacional.
En el caso Colombiano, la crisis económica -contra la cual el Gobierno había asegurado ilusamente que el país estaba “blindado”- está llamada a producir una serie de consecuencias políticas y sociales contra el modelo neoliberal que se ha impuesto por parte del grupo de derecha en el poder. Para desgracia de los responsables de este modelo económico, la crisis se está llevando de calle tal doctrina, originaria de la peor variante del complejo industrial-militar del imperialismo.
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