Por:Jaime Caycedo
Como todo indicaba, se impuso la aplastante maquinaria del poder, desplegada por el Gobierno y los grandes medios masivos. En el discurso de Santos como presidente electo predominó el tono arrogante que reafirmó la solución militar del conflicto armado interno y la negación de acuerdos humanitarios como única vía, en lo que se expresa el más ciego y acrítico continuismo, ahora disfrazado de “prosperidad” democrática.
El fantasma de la crisis apenas se insinúa. Aludió a este grave problema nacional en su consigna de “trabajo, trabajo y más trabajo”, sin hacer mención alguna a condiciones de empleo digno y bien remunerado. La prosperidad estará centrada en la extensión de garantías al gran capital para que continúe el cacareado crecimiento de la inversión extranjera sin empleo. Se filtran sin querer las agresivas voces que llaman a la reforma pensional que pondrá mayor distancia entre el derecho a su acceso y la necesidad de la población en edad de jubilación. Todo esto acompasado con las promesas de combate a la indigencia y la pobreza que no se desmarcan para nada del asistencialismo, atrincherado en el chantaje de retirar los subsidios para pobres salvo que se votara por el candidato oficial, sin que se atisben procesos de verdadero desarrollo económico y redistribución de la riqueza.
La salida de la crisis a costa de los trabajadores y las capas medias tiene un nuevo condimento. El apaciguamiento social, cuya responsabilidad principal estará en manos del nuevo vicepresidente, con la compra de consciencias, la mayor división sindical, el paralelismo corporativista para conformar un bloque de organizaciones sociales como apéndices del Gobierno. Tal es uno de los pilares de la pretendida unidad nacional. El otro es el intento por absorber el Partido Liberal y el lazo tendido a los verdes que anuncian escasamente el ejercicio de un tibio control político, para esquivar toda idea de oposición. Se invisibiliza totalmente al Polo y ni siquiera se menciona la urgencia de un estatuto de la oposición, verdadero clamor en un mar de garantías hostiles. El proyecto de un régimen sin oposición, fundado en la salida a la crisis a favor de los grandes capitalistas y en abierta sumisión a Estados Unidos, sus bases, su IV Flota y su TLC muestra el desquiciamiento de los estrategas del poder, ciegos y sordos a la dramática realidad de los conflictos socioeconómicos que atraviesan la vida nacional.
Las alusiones para restablecer el respeto del ejecutivo a las Cortes se condensan en la reforma a la justicia incubada por el actual gobierno. La propuesta de poner la designación del Fiscal General en manos del presidente y los ajustes a la justicia penal militar, entre otros aspectos, envuelven mensajes explícitos de tranquilidad a la cúpula militar en función de las condenas relacionadas con crímenes de Estado y de sosiego para Uribe y sus allegados vinculados con el paramilitarismo.
No hubo en el discurso de Santos más que una referencia general a otro grave problema: el aislamiento internacional de Colombia. Una simple afirmación en torno a la diplomacia y al respeto mutuo como norma de las relaciones con los demás países, especialmente los de América Latina, pero ningún compromiso con Unasur, la Comunidad Andina o el acercamiento con Venezuela. La correlación de fuerzas entre el continuismo y la innovación con que especulan algunos revela en verdad el peso muerto inercial del retroceso en la política exterior y el enorme costo que asume el Estado colombiano con su actitud sumisa e instrumentada por las corrientes más regresivas del imperio.
Editorial Voz edición 2546 del 23 al 29 de junio 2010
Como todo indicaba, se impuso la aplastante maquinaria del poder, desplegada por el Gobierno y los grandes medios masivos. En el discurso de Santos como presidente electo predominó el tono arrogante que reafirmó la solución militar del conflicto armado interno y la negación de acuerdos humanitarios como única vía, en lo que se expresa el más ciego y acrítico continuismo, ahora disfrazado de “prosperidad” democrática.
El fantasma de la crisis apenas se insinúa. Aludió a este grave problema nacional en su consigna de “trabajo, trabajo y más trabajo”, sin hacer mención alguna a condiciones de empleo digno y bien remunerado. La prosperidad estará centrada en la extensión de garantías al gran capital para que continúe el cacareado crecimiento de la inversión extranjera sin empleo. Se filtran sin querer las agresivas voces que llaman a la reforma pensional que pondrá mayor distancia entre el derecho a su acceso y la necesidad de la población en edad de jubilación. Todo esto acompasado con las promesas de combate a la indigencia y la pobreza que no se desmarcan para nada del asistencialismo, atrincherado en el chantaje de retirar los subsidios para pobres salvo que se votara por el candidato oficial, sin que se atisben procesos de verdadero desarrollo económico y redistribución de la riqueza.
La salida de la crisis a costa de los trabajadores y las capas medias tiene un nuevo condimento. El apaciguamiento social, cuya responsabilidad principal estará en manos del nuevo vicepresidente, con la compra de consciencias, la mayor división sindical, el paralelismo corporativista para conformar un bloque de organizaciones sociales como apéndices del Gobierno. Tal es uno de los pilares de la pretendida unidad nacional. El otro es el intento por absorber el Partido Liberal y el lazo tendido a los verdes que anuncian escasamente el ejercicio de un tibio control político, para esquivar toda idea de oposición. Se invisibiliza totalmente al Polo y ni siquiera se menciona la urgencia de un estatuto de la oposición, verdadero clamor en un mar de garantías hostiles. El proyecto de un régimen sin oposición, fundado en la salida a la crisis a favor de los grandes capitalistas y en abierta sumisión a Estados Unidos, sus bases, su IV Flota y su TLC muestra el desquiciamiento de los estrategas del poder, ciegos y sordos a la dramática realidad de los conflictos socioeconómicos que atraviesan la vida nacional.
Las alusiones para restablecer el respeto del ejecutivo a las Cortes se condensan en la reforma a la justicia incubada por el actual gobierno. La propuesta de poner la designación del Fiscal General en manos del presidente y los ajustes a la justicia penal militar, entre otros aspectos, envuelven mensajes explícitos de tranquilidad a la cúpula militar en función de las condenas relacionadas con crímenes de Estado y de sosiego para Uribe y sus allegados vinculados con el paramilitarismo.
No hubo en el discurso de Santos más que una referencia general a otro grave problema: el aislamiento internacional de Colombia. Una simple afirmación en torno a la diplomacia y al respeto mutuo como norma de las relaciones con los demás países, especialmente los de América Latina, pero ningún compromiso con Unasur, la Comunidad Andina o el acercamiento con Venezuela. La correlación de fuerzas entre el continuismo y la innovación con que especulan algunos revela en verdad el peso muerto inercial del retroceso en la política exterior y el enorme costo que asume el Estado colombiano con su actitud sumisa e instrumentada por las corrientes más regresivas del imperio.
Editorial Voz edición 2546 del 23 al 29 de junio 2010
El jefe de los escuadrones de la muerte gana las elecciones colombianas
Por: James Petras
Juan Manuel Santos, ministro de Defensa de triste fama del régimen del presidente saliente Álvaro Uribe y estrechamente vinculado con los graves crímenes contra la humanidad, ha «ganado» las recientes elecciones celebradas en Colombia en junio de 2010. Los principales medios electrónicos e impresos, CNN, FOX News, The Washington Post, The New York Times, The Wall Street Journal y el otrora liberal The Financial Times (FT), han celebrado la elecciónn de Santos como un gran triunfo para la democracia. Según The Financial Times, «Colombia, y no Venezuela, es (el) mejor modelo para América Latina» (FT, 23/06/2010, p. 8). Aludiendo a la «abrumadora» ventaja obtenida por Santos (acumuló el 69% de los votos), The Financial Times proclamó que se ha hecho acreedor de «un mandato sólido» (FT, 22/06/2010). En lo que tiene que convertirse en una de las maniobras más flagrantes para ocultar la historia reciente, las explicaciones de los medios de comunicación excluyen los hechos atroces de las elecciones y las políticas profundamente autoritarias llevadas a cabo por Santos durante la última década. Siga..
¡Vacíos y superficiales, ni G8 ni G20!
Escrito por Damien Millet - Sophie Perchellet - Eric Toussaint
Como en el caso de reuniones precedentes, la cumbre del G20 -un club privado en el que los más ricos del planeta invitan a los jefes de Estado de las principales potencias emergentes- se ha mostrado de nuevo rica en efectos publicitarios pero vacía de decisiones. Como en 2008 en Londres, y luego en 2009 en Pittsburg, las discusiones del G20 reunido en Toronto giraron alrededor de la salida de la crisis, pero siempre de una salida capitalista, favorable a los acreedores y a las grandes potencias. Siga..
Como en el caso de reuniones precedentes, la cumbre del G20 -un club privado en el que los más ricos del planeta invitan a los jefes de Estado de las principales potencias emergentes- se ha mostrado de nuevo rica en efectos publicitarios pero vacía de decisiones. Como en 2008 en Londres, y luego en 2009 en Pittsburg, las discusiones del G20 reunido en Toronto giraron alrededor de la salida de la crisis, pero siempre de una salida capitalista, favorable a los acreedores y a las grandes potencias. Siga..
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