La primera vuelta presidencial arrojó como ganadores a Óscar Iván Zuluaga y a Juan Manuel Santos voceros de las dos fracciones de la burguesía gobernante. Aunque la guerra ha sido parte de la política de clase de la oligarquía colombiana por más de medio siglo, el punto de su desavenencia está en el cómo zafarse ese fardo, en medio de una crisis capitalista global y del agotamiento de un modelo de dominación, impresentable en el sistema mundial interestatal.
La política de la guerra convertida en política de Estado terminó por generar desde el poder un sistema de guerra, con su economía, su empresariado, su corrupción y su mafia, con intereses cada vez más inclinados a su perpetuación que a su desmonte. La derecha neoconservadora de orientación fascistoide caricaturizó con su irracionalismo anticomunista y su culto al caudillo la noción de patria y construyó la ideología de una refundación, a la vez mítica, grotesca y criminal de la sociedad nacional. La fracción burguesa que se aparta de esta visión y se proclama partidaria de la paz no contempla, sin embargo, un proyecto democrático de país ni la idea de un nuevo contrato social que supere los privilegios y las crecientes desigualdades impuestas a la formación económica y social con la represión y los pretextos del orden público contrainsurgente.
La crisis política, largamente incubada, llega a un punto de definiciones. Lo que se disputa el 15 de junio no es la paz o la guerra simplemente, sino la posibilidad de afianzar la salida política, por una vía de diálogo y de negociación, o el retroceso a la concepción uribista de solución militar, con su modelo de sometimiento, concentración tipo Santa Fe de Ralito, extradición a Estados Unidos, confianza inversionista y guerra sucia.
No hay neutralidad posible ante esta disyuntiva. Colombia necesita una política de paz de Estado, un cese al fuego bilateral, una ampliación del proceso de diálogo al ELN, unas respuestas a la inconformidad social, agraria, de la salud, de la educación y de la precarización laboral, que el candidato-presidente está lejos de contemplar y Zuluaga simplemente confronta en su arrogancia.
La fórmula Clara y Aida de la coalición Polo-Unión Patriótica mostró que la izquierda unida es fuerza actuante y tiene peso electoral multiplicado, con capacidad de incidir en la vida política. Los comunistas, integrantes raizales de Unión Patriótica hacemos un llamado a todos los sectores democráticos a rodear los acuerdos y el proceso de diálogo de La Habana, a continuar la búsqueda de una solución política para la paz, a derrotar la solución militar y la legitimación del proyecto fascista narcoparamilitar. La batalla por la solución política para la paz democrática y la justicia social implica la movilización popular, la resistencia y la utilización del voto como dique de contención a la marea narcofascista. Esta actitud no significa en ningún caso identidad, aceptación y menos respaldo al modelo neoliberal ni al régimen autoritario y excluyente que seguiremos combatiendo con la acción de masas, el debate público y las propuestas alternativas.
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