Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

martes, 25 de febrero de 2014

Aquí hay gato encerrado...


Por Davinci

Fíjense detenidamente y sin apasionamientos en los sucesos del 12F y sus aglutinantes en Venezuela, en Colombia y en el otrora omnipotente comando sur. Hace un año vivíamos dos hechos históricos: murió Chávez, sin duda el alma más visible de todo el anti imperialismo moderno. En Colombia los TLC's se convirtieron en la gota que rebosó el vaso de décadas de atraso, de guerra y de miseria en campos y ciudades. Desde El Catatumbo hasta las ruinas del eje cafetero se alzaron contra el establecimiento y el saqueo millones de voces antes invisibles hasta colmar plazas y veredas clamando -como los argentinos en su corralito-: "Que se vayan todos".



Pareciera como si la jugada de matar al comandante bolivariano les hubiera salido por la culata por enésima vez (porque nadie en la escuela de las américas imaginó siquiera que un coronel del estado mayor venezolano se les fuera a "voltear" tantito o más que un cura formado en el férreo camisón de fuerza romano y que terminó tomando las armas).


Ya con los ánimos caldeados por estos lares, al inquisidor Ordóñez, esbirro de la casa de Nari, se le ocurrió la brillante idea de no dejar llegar al tambaleante alcalde de Bogotá hasta el inevitable referendo revocatorio, y dándoselas de Torquemada justiciero en el nombre de su dios, puso de patitas en la calle a Petro, o mejor, lo puso de patitas en el balcón de Liévano, tal como algún día lo profetizó el siempre conspirador Darío Arizmendi. No fue sino que el santo oficio de la procuraduría toreara al burgomaestre para que se lanzara a la arena pública y lo viera crecer como la espuma en las ya convulsionadas aguas de la indignación nacional.


"Petro es fuerte en la política y no en la administración, por eso hay que dejarlo gobernar y dejarlo que se queme solito donde es débil" dijo el mentado guacamayo, y puso patas arriba las aspiraciones electoreras de todos: La intención de voto en blanco a dos semanas de la contienda parlamentaria se volvió una amenaza, sin contar la siempre triunfante abstención que, por cuenta del martirio de Petro y de los paros agrarios, presiento que ya no será tan triunfante. Por otro lado el regreso de la desaparecida Unión Patriótica llenando los espacios vacíos de los ecos innegables del fin de la opresión y de la violencia, poniendo a temblar a los perros rabiosos que no terminan de abandonar el palacio de Nariño.


De ahí la importancia de la nube de humo que se pretende extender desde los siempre tergiversados rumores sobre Venezuela. No podían (los señores de la guerra de aquí, de allá y de más al norte), bajo ninguna circunstancia, permitir que coincidieran en una misma semana el aplastante triunfo de Petro, el aniversario de la muerte de Chávez y las elecciones parlamentarias donde todos los dinosaurios de nuestra guerra precámbrica pretenden regresar al capitolio y ¡claro! Si los comicios son precedidos por semejante ola de poder popular, simplemente terminarían bajo la guillotina de su propio umbral, víctimas de su propia medicina.


Lo que sí es indispensable para los señores en cuestión y para sus eternos aduladores de la prensa es mantener bien alineadito el odio contra la revolución bolivariana y contra las opciones alternativas de poder en nuestro país, el muy estratégico patio trasero de cierto secretario de estado. Entonces vienen lanza en ristre contra el referendo revocatorio que ellos mismos se inventaron, y de paso forman "la guarimba" (como la llaman los vecinos) a ver sí se bajan un filipichín de talla internacional para intentar culpar al gobierno legalmente elegido y constituido de Nicolás Maduro como lo intentaron, también de forma improvisada y fallida, en momentos del "monito retrechero" cuando asesinaron a Álvaro Gómez, paladín de nuestra democracia "tan perfecta".


De ahí que la mujer del nuevo mártir escuálido diga en Blu Radio y en El Espectador (Nótese que no cito medios de izquierda) que anhela el apoyo incondicional del hasta hace pocos días líder único de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) Capriles Radonski, el mismo dos veces derrotado consecutivamente por la revolución en las urnas en un país "sin democracia". ¿Por qué se dividió la MUD? ¿Por qué el presidente Maduro teme por la vida del líder más visible de la nueva ola disidente? ¿Por qué Capriles criticó las movilizaciones? ¿Por qué Leopoldo se entregó en vez de exiliarse, como sus amigos de la casa de Nari, en Bogotá, Montería, Panamá o Miami? ¿Por qué la violencia de cuatro tirapiedras que se agarran con el ESMAD en las universidades de Bogotá cada 15 días no es noticia, y los mismos cuatro que tienen incendiado medio Chacao en Caracas son la chiva del siglo?

Aquí hay gato encerrado y yo no me como el cuento de que "el pueblo de Venezuela despertó" cuando ¡qué casualidad! el constituyente primario colombiano sí que viene despertando, cuando el gobierno y los políticos de siempre se van cayendo bajo su propio peso, bajo el despilfarro de nuestros recursos naturales, bajo el abandono de nuestros campos, bajo la corrupción hasta en las cremalleras de los soldados, bajo la zozobra del espionaje y la inquisición, bajo la persecución ideológica, bajo la mentira mediática; cuando el intervencionismo insolente del tío Sam vuelve a meter sus fauces sobre la tierra de Bolívar y Guaicaipuro con una declaración aberrante sobre los asuntos soberanos del gobierno de Venezuela, cuando la motosierra ya se cansa de cercenar colombianos y los pueblos de lado y lado del Orinoco claman más que nunca la paz.


Siembra vientos y cosecharás tempestades. Señores Arizmendi, Vélez, Amat, Morales, Señoras Gurisatti y Dávila: por mucho que lo intenten, el sol no se tapa con un dedo y así apoyen un derramamiento incalculable de sangre en Venezuela para tratar de ocultar nuestras propias desgracias, tanto va el cántaro al agua que termina por romperse.



Colombianos: a la vuelta de la esquina están las elecciones. De nosotros depende hacer historia buscando nuestro lugar en la patria grande o mantenernos en el ostracismo y la esclavitud a la sombra de un depredador insaciable que no nos ha dejado más que las cenizas de nuestros ancestros.

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