Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

jueves, 19 de agosto de 2021

Escuchando y aprendiendo de la UP en el exilio


Carlos Martín Beristain

Para quienes tejieron esas y otras esperanzas, para los que ya no están y para los que, como dice María Zambrano hablando de su propio exilio, nos dejaron en la vida, quienes perdimos todo, menos la vida.

I
Cuando uno escucha a los sobrevivientes de la Unión Patriótica (UP), tiene la sensación de que estuvo allí. En los inicios de la militancia muchos de ellos y ellas empezaron en la Juventud Comunista colombiana (Juco), las juventudes que andaban en las peleas de ese tiempo. El alza del transporte y la reivindicación de la tarifa para los estudiantes. La elección directa del rector de la universidad. Tal vez sin aquellas luchas no tendríamos hoy el bono del bus para los estudiantes o las elecciones de rectores en tantos lugares del mundo. Asombra escuchar por qué algo tan básico tenía que convertirse en bandera. Varios de ellos fueron detenidos unas cuantas veces mientras se hacían mayores. Una de las veces, un antiguo compañero metido ahora en la Policía, le dijo: usted puede irse al monte, se retira o lo matan.

La mamá de Olger llegó a decirle: qué bueno que te fuiste. Pienso en lo que significa que te diga eso tu madre. También le pasó a otra gente que hemos entrevistado y no era de la UP.

II
Las historias de cada militante, cada cargo que hemos entrevistado, son distintas trayectorias personales que te cuentan los matices de la vida. A él, por ejemplo, que fue sobreviviente de un atentado, le tocó oír de todo. Que tenía problemas matrimoniales. Que fue para asustar. Que pleitos por un pedazo de tierra. Que seguro fue la guerrilla por peleas en el sindicato. Las vidas también tienen esas historias compartidas que nacen de un tercer actor, que no es a quien iba dirigida la granada, ni la mano que la tiró. Ese actor no tiene cara, pero tiene todos los rostros: “en algo estará, algo habrá hecho”. Luego están las más extendidas políticamente, que tratan de explicar que a la gente la mataron cuando salía del mitin o en el salón de su casa porque las Farc habían señalado la importancia para ellos de la combinación de todas las formas de lucha.

En todos los testimonios que escuchamos solo vemos gente que lucha pacíficamente, que se presenta a las elecciones, que tiene cargos, que hace política promoviendo escuelas, carreteras, infraestructuras, que impulsa asociaciones de productores que empuja los proyectos de vivienda o que apuesta por proyectos multipropósito, que le dan a varias cosas a la vez, como un museo intangible en un cabildo indígena de Pasto, porque eso no se puede meter entre paredes, hay que preparar y guardar las semillas. Y varios consejeros de paz, que trataban de empujar una agenda de construcción de una paz que casi se tocaba con los dedos. Las razones forman parte de algo que sigue estando más cerca de lo que parece, y que lleva a un tipo de cuestionamiento colectivo. Como nos dijo una alcaldesa que sobrevivió a dos atentados, y cuando dice dos es porque la mayoría no sobrevivió al segundo: - Nos decían que éramos ingenuos, pero no lo éramos. Confiamos y creímos en la democracia. III: Identidades y cascadas

III: Identidades y cascadas

Las identidades de la UP multiplican el riesgo. Por ser de Barrancabermeja o de El Pato o de Sumapaz. Por ser dirigente sindical. Por ser alcalde o concejal. Por ser del Partido. Por aglutinar la esperanza de otra gente que quería un cambio. - Frente a eso, siempre éramos considerados “los de la guerrilla”.

- Nos detuvieron varias veces. Los informes militares que llevaron a mi detención decían que yo era de las Farc.

Varios de los sobrevivientes comparten identidades y las biografías muestran lo que era el movimiento en esos tiempos. Y también enseñan que, si bien conocemos la violencia contra la UP por cada uno de los militantes asesinados, desplazados o torturados. Detrás de cada uno de esos hechos hay una cascada de otros muchos, y años en que la persecución se llevó a cabo.

No hace falta ser el más sutil analista de la historia. Basta con mirar de frente a estos sobrevivientes.

IV

Hablar de los detalles de la tortura duele demasiado. También de la violación. Son traumas tan duros que sobre ellos se pasa de puntillas. Los detalles son esos silencios que llegan a ocupar el espacio al que ya no pueden acceder las palabras.

En una de las detenciones lo metieron en el horno. Eso era un cuarto oscuro donde te morías de calor. Había un lavatorio pero no había agua. De un momento a otro podían poner unos reflectores que le ponían el nombre al lugar, porque solo era sudor y sudor. Después de cinco días ahí metido tenía ampollas en la boca y en el cuerpo.

A la salida había que firmar un papel que decía que habías sido tratado con dignidad. He conocido esos papeles en otros países. Otras Comisiones de la Verdad también han conocido la misma amenaza sexista y racista contra los hombres desnudos en Ecuador o Paraguay: - Ahí tenemos un negro que te va a violar.

Un par de horas después escuchamos que a ella, en cambio, la amenaza no le llegó con palabras, fue directa y delante de sus hijos, cuando tras una requisa en un bus no le dejaron subirse de nuevo. Al lado del cuartel. La violación sexual tiene un eco que se queda ahí después de que la víctima cuenta: me violó. En el caso de las mujeres siempre hay que andar con los oídos bien abiertos porque esos matices están para ser escuchados por fin.

En sus casos, que se encontraban registrados en varias bases de datos consultadas por la Comisión, no aparecía el exilio como violación, pero, aún más, no constaban ninguna de las violencias sufridas, atentados, persecución, violación y tortura, durante años en esos dos casos. Aparecían solamente “amenazas”.

V

La UP nació en 1985 como una propuesta para unir dos cosas que desde hacía años andaban peleadas. La democracia y la paz. Ambas palabras tienen muchos significados y matices, pero también se usan para ponerlas de tu lado cuando te interesa, aunque también hay significados genuinos. Asombra escuchar la fe que tenían estas víctimas que entrevistamos y que transmiten en sus relatos. Te llevan a un tiempo en el que quisieras quedarte por horas, como si ese territorio de esa memoria fuera un lugar para sentir que todo eso sí es posible, porque lo fue.

Hannah Arendt dice que no hay una memoria de las revoluciones, que las conquistas se olvidan rápido o se pervierten, y de eso hay muchos ejemplos en la historia. Pero también que hay momentos en que se toca el tesoro. A veces, cuando tomas testimonios, estás ahí.

En la UP hubo varios consejeros de gobernadores que tenían cargos públicos para andar por el filo de la navaja con la amenaza de que se iban a caer hechos pedazos. Las luchas por la paz nunca han sido fáciles, pero en esos relatos andaban todo el día cruzando territorios y enemigos para hacer avanzar entre parar las amenazas de volar un puente o liberar secuestrados, y construir un colegio en el que la gente ponía la mano de obra y la gobernación el material. Todo se fue haciendo más difícil, como esos caminos que van siendo más y más angostos y no hay forma de seguir, ni puedes irte para atrás. El exilio es, entonces, un salto al vacío.

VI: Borrar los nombres

Había una vieja costumbre de quienes teníamos agendas en papel. Una práctica que parece ancestral en esta velocidad de la tecnología que nos deja tantas veces sin tiempo. A finales del año, o al inicio del siguiente, la agenda incluía los nombres nuevos, las tarjetas para las que no hubo tiempo, los cambios de teléfono o de lugar. Esas tareas anuales eran en el caso de varios sobrevivientes de la UP, un momento terrible. Las cosas pasan en un tiempo que no pueden ser vividas, necesitas de otro para revisitar los lugares y asimilar lo sucedido. Pero esto es demasiado duro.

- Eso era terrible. Había que borrar los nombres de quienes ya no están, líderes políticos, miembros de comunidades o del movimiento estudiantil o de sindicatos. Cuando borras los nombres tienes encima el peso de la historia y una sensación de culpa. Dejarlos tampoco sería un acto de resistencia. Guardarlos en la memoria, sí.

VII

En la historia de la UP, como en la de otros movimientos políticos, hay muchas mujeres, pero tantas veces son invisibles. Aunque sean compañeras de un cargo, también tienen su propio papel.

No detrás, al lado de muchos miembros más visibles. También sus compañeros las acompañan cuando ellas son diputadas, concejalas, senadoras, alcaldesas, o las que tomaban los testimonios, o las telefonistas, y son una muestra de por dónde viene también el cambio, un ejemplo en un tiempo en que las mujeres andaban relegadas de lo público.

En algunos casos, eran militantes más silenciosas que hacían las tareas que cada quien asumía. Entre las personas que entrevistamos en esta acción conjunta entre la Comisión de la Verdad y la presentación de informes orales a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), ellas también fueron objeto de atentado, persecución, violación, asesinato.

En otros casos no eran militantes con carné, porque las convicciones y el hacer no pasa por la ficha ni el archivo. Contra ellas se pone siempre más el peso de los demás, la presión de las consecuencias para otros. Generalmente estos se cargan sobre las espaldas de las mujeres, forman parte de la victimización y no son factores secundarios asociados a ellas.

La UP tenía, en muchos casos, una dimensión familiar. Como si esa militancia fuera parte de un vínculo afectivo. Cuando uno piensa en el ataque a un grupo como este no puede perder de vista a las familias con dos, tres o más víctimas.

VIII

Estamos en Madrid. Paquita Sauquillo viene esta tarde a saludarnos. A veces hablamos en diminutivo para hacer a la gente más nuestra. Ella fue la primera abogada laboralista en los años 60, en pleno franquismo, en España.

En estos días la Comisión y la JEP tomamos informes orales y testimonios en la sede del Movimiento Por la Paz (Mpdl) del que ella es ahora presidenta. En pleno inicio de la transición política española, entre los atentados de todos los lados, de ETA, Grapo, BVE y otros grupos de extrema derecha, su despacho sufrió un atentado con armas de fuego por un grupo parapolicial que los declaraba objetivo militar porque ser ”comunistas”.

Comunista se puede ser sin comillas, pero con comillas en Colombia o, en esa España a la que no querían dejar ser, podía ser la muerte. En el atentado mataron a su hermano y a otros cuatro abogados laboralistas del Partido Comunista y del sindicato Comisiones Obreras, y la transición estuvo a punto de quebrarse. La gente salió a la calle y de aquel atentado, además del horror, recordamos ahora el abrazo del pintor Juan Genovés, uno de esos cuadros que acompañan.

Ella cuenta la historia despacio y con esos detalles que son lugares de descanso en un largo paseo. La gente escucha, escuchamos con un tipo de atención especial en donde te llenas de preguntas y de asombro.

Este barrio del Pozo del Tío Raimundo era un barrio de chabolas en los años 60, donde el padre Llanos, un jesuita metido con la gente, se vino a vivir y trabajar con esos chabolistas, desplazados internos de tantos lugares de la España republicana rural, que llegaron a los alrededores de Madrid, un barrio de los vencidos.

Aquí se fue creando el tejido social con el que se consolidaron algunos cambios, los más de verdad, de esa historia de la transición que tantas veces parece un cuento rosa escrito desde arriba. El tío Raimundo era un gitano, un rrom.

Mi padre vino hasta acá en sus ejercicios de la hermandad obrera de la acción católica (Hoac) a trabajar con él, cuando ese era el refugio legal de quienes no podían ser parte de sindicatos prohibidos y se negaban a ser parte del sindicato del régimen que se llamaba vertical. Este lugar era la Iglesia, y fue hecho en ese tiempo por un casi estudiante de arquitectura que hoy es muy famoso. En estas habitaciones estaban la Iglesia y la sacristía, eran un lugar donde había que esconderse tantas veces de la policía.

Quienes escuchan saben lo que escuchan, lo entienden, lo acarician, lo reconocen. Han caminado por toda esa historia que ahora hacen suya. Todos andamos asombrados. Cuando ella termina y se despide, entre aplausos, nos quedamos un tantito en silencio.

Hay veces en la vida que todos los hilos coinciden, y entonces se hace este tejido.

Fuente la Silla vacía

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