Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

martes, 16 de mayo de 2017

Lander y la izquierda buena

Por  Enrique Toledo

El conocido intelectual puertorriqueño Enrique Toledo responde, en el siguiente artículo, a las críticas y señalamientos que Edgardo Lander ha realizado sobre la supuesta “solidaridad incondicional” y “falta de crítica” de la izquierda latinoamericana con el chavismo.


Y entre otras cosas está bueno porque suele ocurrir que la izquierda que se asume como crítica, suele ser bastante reacia cuando se le critica a ella.Publicado originalmente por los amigos de La Diaria en Uruguay en Uruguay, la reproducimos acá en 15 y último para nuestros lectores y lectoras.

Recientemente leí la entrevista del distinguido pensador venezolano Edgardo Lander en La diaria del jueves 23/03/2017.

En término generales, discrepo con Lander en su línea de análisis, tanto en puntos de contenido como de formas. Considero que el colega tiende al reduccionismo político y su análisis reboza de eurocentrismo, lo que lo lleva a desconsiderar al chavismo desde la complejidad de las relaciones de poder en las cuales está insertado.

En este comentario concluyo que el análisis de Lander es desorientador respecto a lo que busca (que no seamos incondicionales del chavismo) y tiende a una infantilización de la política y lo político, por desconsiderar las dinámicas de la colonialidad del poder en el sistema-mundo moderno/colonial.

Dinámica económica

Los problemas económicos actuales que afronta Venezuela se pueden cuestionar tanto como sus “grandes éxitos”. Si el petróleo subió a 100 dólares en la época de Chávez (fenómeno generalizado en las materias primas mundiales) fue resultado de la financiarización de los commodities en la economía-mundo capitalista. Es decir, la época “dorada” de América Latina en toda la primera década del siglo XXI (que causó tanto entusiasmo en tanta gente) se debió no al gran desempeño de las economías latinoamericanas o las políticas distributivas de los gobiernos de izquierda, sino a que el capital del norte se mudaba al sur masivamente para extraer rentas, ya sea por las tasas de cambio más altas en la región que las tasas en EE. UU. o para invertir en los sectores primarios, titularizando sus ingresos de sectores primarios y especular con ellos. El “éxito” económico de esa izquierda estaba escondiendo la colonialidad económica que se cernía sobre sus economías (hoy lo podemos ver claramente en Venezuela y Brasil).

Oscar Ugarteche tiene un trabajo excelente (EconomíaUnam, Vol 13, Nº 38, 2016) en el que explica este fenómeno inédito en la economía-mundo capitalista, específicamente en la financiarización de los commodities, aunque también esta alza era por la demanda de China, que se alimentaba vía el endeudamiento de EE. UU. que funcionaba precisamente mediante la financiarización.

Chávez recibió esa riqueza, en parte real y en gran parte resultado de la especulación financiera, y creó una institucionalidad que repartía la riqueza a las clases populares a costa de aumentar la burocracia del Estado-Nación. Pero, ¿podemos esperar otra cosa del Estado-Nación dentro de la dinámica del sistema interestatal y de la economía-mundo capitalista que no sea la burocratización de las relaciones sociales (cosa que Lander soslaya)? El logro de Chávez dentro de Venezuela no solo fue tener carisma y politizar la desigualdad y a las clases populares, sino montar una institucionalidad que redistribuyera la renta petrolera a las clases populares mediante la burocratización de las relaciones sociales. Esto último no es un fenómeno exclusivo de Venezuela. En EE. UU. también ha pasado (y se llama federalización, o la extensión de los tentáculos burocráticos del gobierno federal sobre los Estados), pero con políticas redistributivas inversas, precisamente porque el Estado-Nación moderno se expande, a medida que se expande el mercado, mediante la burocratización de las relaciones sociales. La burocratización es lo que permite la extensión de la corrupción, precisamente porque por ahí circulan los excedentes económicos del país. Este no es un fenómeno exclusivamente chavista, sino un fenómeno mundial que Lander hace exclusivo a Venezuela.

La economía venezolana tenía el papel asignado en la economía-mundo capitalista de proveedor de commodities. Chávez intentó darle la vuelta a eso (igual que está intentando Correa, utilizando las materias primas para montar su proyecto de “cambio de matriz productiva”) y dio préstamos con intereses bien bajos a los productores venezolanos para aumentar la producción o la productividad del país. Pero estos los utilizaron para convertirse en importadores, aprovechando las tasas de cambio, o se fueron a la especulación de la renta mediante bienes raíces, porque así obtenían más ganancias que produciendo bienes y servicios. Esa rentalización de la economía no solo se ha dado en Venezuela, sino en casi todas las economías mundiales, por la globalización del sistema financiero anglosajón. Tanto la ratificación del lugar de proveedor de materias primas dentro de la economía-mundo como la rentalización interna de la economía, hubiesen pasado también si la “derecha” gobernara, porque la dinámica es global, no propiamente por el modelo chavista económico. Lander achaca esto a un colapso exclusivo del socialismo del siglo XXI, invisibilizando esas fuerzas de la economía-mundo capitalista.

Dinámica geopolítica

Asimismo, de ese “colapso” económico (los desabastecimientos) Lander soslaya las acciones reales de EE. UU. en socavar la economía y ayudar a desestabilizar a Venezuela. Si bien el chavismo puede exagerar las intervenciones externas para esconder sus propio errores, Lander lo elimina en su análisis del “fracaso” económico chavista. El proyecto chavista de construir instituciones regionales (ALBA, la Celac, Unasur, el Banco del Sur), de vender petróleo en monedas que no sean dólares o en trueque (vulnerando el fundamental sistema de petrodólares), de intentar establecer una nueva lógica comercial regional (el ALBA) y de alinearse al proyecto ruso-chino-iraní, sí es una amenaza seria para EE. UU, no solo regional sino mundial.

Venezuela es el país eje en América Latina de la desoccidentalización (o el cuestionamiento estatal de los privilegios de los países occidentales, que han tenido por 500 años), por su fuerza económica y porque es quien asegura el sistema petrodólares con la reserva de petróleo más grande del mundo (aunque EE. UU. no compre petróleo venezolano, necesita que Venezuela lo venda en dólares para mantener el dominio de las finanzas mundiales mediante el mantenimiento del dólar como principal reserva). La campaña mediática de la prensa occidental contra Venezuela es una manipulación brutal de la realidad venezolana, y me parece que Lander peca de lo mismo que dicha prensa: reduce la narrativa sobre la situación de Venezuela solo a lo que hace el chavismo, invisibilizando las relaciones entre las fuerzas externas y las internas venezolanas. Ahora mismo los rusos enviaron su único portaviones a Venezuela (después de estar en Siria). Eso no es por casualidad ante el ambiente geopolítico. Lander invisibiliza ese escenario geopolítico mundial.

Respecto a la situación política interna

Lander también olvidó decir lo que ha hecho la oposición. La Asamblea está en desacato desde sus inicios por acusaciones sobre las irregularidades en la elección de los diputados de la zona de Amazonia. Estos dos diputados daban la mayoría absoluta a la Asamblea, otorgándole poderes adicionales (inclusive, el de cambiar la Constitución). La lógica de la oposición ha sido todo o nada. El tribunal les dijo que mientras siguieran esos dos personas, la Asamblea no se podía constituir y, por tanto, legislar. Como la lógica de la oposición ha sido de “todo o nada”, no le hizo caso al tribunal (¿eso no es un tipo de desconocimiento del Poder Judicial?) y el tribunal la declaró en desacato, impedida de legislar hasta que no cortara con las dos personas de la región amazónica (y fue en enero 9 cuando le hizo caso al Tribunal). En el proceso de desacato intentaron destituir a Maduro con un impeachment que no contempla la Constitución, o declarar vacante el puesto de Presidente por abandono de funciones por razones irrisorias. Las alteraciones al orden constitucional (que no necesariamente son violaciones) son la dinámica actual de Venezuela, pero aun más de parte de la oposición, desde que intentaron derrocar a Chávez en 2002.

Quien dirige la Asamblea venezolana es el sector golpista de esta (el presidente de la Asamblea salió en los papeles de wikileaks pidiendo ayuda a la embajada estadounidense), y la lógica de la oposición no ha sido apostar a la política (la de mover proyectos con alianzas y negociación, empujar soluciones electorales como ganar otra vez la Amazonia) sino el “tú” o “yo”. La pura antipolítica.

Lander, al quitarle agencia a la oposición, invisibiliza las dinámicas de las relaciones de poder internas, lo que lo conduce a achacar desproporcionadamente al chavismo la responsabilidad de la inestabilidad republicana en Venezuela. Pero lo que es peor en su análisis es hacer la equivalencia entre democracia y republicanismo. ¿Significa que si se viola la separación de poderes hay menos democracia? Tal interpretación es puro liberalismo anglocentrista, y es la misma manipulación que hace el secretario de la Organización de Estados Americanos contra Venezuela. ¿Entonces la destitución de Dilma en Brasil o de Lugo en Paraguay fue democrática por constitucional, porque mantuvo el republicanismo? Terrible el análisis eurocéntrico de Lander para analizar su propio país. Era mejor preguntarse: ¿ha habido democracia en Venezuela, el chavismo fue un proceso democratizador? Y, si lo fue, ¿hay posibilidades para radicalizarlo? La reducción de lo democrático al republicanismo es un eurocentrismo inadmisible para un pensador decolonial.

Crítica a la izquierda

Hacer una comparación entre el chavismo y el estalinismo es el colmo del eurocentrismo y una exageración que revela que el análisis de Lander es esencialmente político y no analítico. Tal afirmación es totalmente ahistórica y, nuevamente, se presta a esconder la colonialidad en la dinámica venezolana.

La lógica del Estado-Nación, cuando se ve bajo amenaza su propia institucionalidad-existencia, es la de defenderse, de suspender “derechos” o desconocerlos aun más, de establecer en la práctica estados de excepción, de meter gente presa (los “sediciosos”), de fortalecer los aparatos de seguridad y de dudar de las lealtades de sus ciudadanos. ¿Acaso cuando un Estado occidental se ve en esa amenaza a ese estilo no hace lo mismo (Ej. Patriot Act), bajo la justificación de defender el “estado de derecho” o la “modernidad”? ¿Qué pasa cuando lo hace un Estado no-occidental, especialmente uno del mal llamado Tercer Mundo? Rápidamente se sospecha de sus intenciones. Eso, precisamente, es parte de los planes de EE. UU.: el provocar que la institucionalidad de los Estados del mal llamado Tercer Mundo se vea vulnerada, para provocar las mismas reacciones que ellos tendrían, pero con el privilegio de la presunción de intenciones “democráticas” y de “derechos”. Contrariamente, si lo hace un grupo gobernante de Estados del mal llamado Tercer Mundo, rápidamente hay sospechas, por su calidad inherente de “incivilizado” y “bárbaro”, azuzadas por el aparato de prensa occidental. Venezuela está siendo expuesta a esta lógica brutalmente racista, y Lander se presta a legitimarla porque invisibiliza las relaciones de poder mundiales y los privilegios de la gente del norte respecto al sur.

Lander, haciendo equivalencias entre el estalinismo (que nunca fue un movimiento popular, en un país que no fue nunca una colonia) y el chavismo, lo que hace es ratificar la lógica de la colonialidad. Acomodar una realidad del norte a la del sur. Esto es inaceptable para un pensador decolonial. No es comparable Stalin con Maduro (ni de cerca), el pueblo venezolano con el ruso, la época entre guerras mundiales con la actual geopolítica actual (y el proyecto reoccidentalizador de EE. UU. en el continente) y mucho menos reducir la izquierda del socialismo del siglo XXI a las izquierdas de la internacional socialista. Lander lo que hace es cuestionar moralmente la izquierda que apoye al chavismo, para quitarle legitimidad con argumentos eurocéntricos, ahistóricos y totalmente descontextualizados. Claro que hay que ser críticos con las acciones del chavismo (que no debemos confundir con Maduro), pero con argumentos serios que amplíen la complejidad, ofrezcan aprendizajes y extiendan las opciones a la izquierda precisamente para seguir siendo izquierda, pero movible, pertinente, crítica y vanguardista.

La comparación con Cuba es más aceptable, dentro de lo ahistórico del argumento. Pero no olvidemos –a pesar de todas las críticas que podemos hacerle legítimamente al gobierno de Cuba–: ¿hubiese llegado el fidelismo hasta hoy en día con la posibilidad, que todavía tiene, de continuar con sus reivindicaciones populares originales y de hoy unirse al proyecto de la desoccidentalización, sin esas prácticas de coacción y persecución que institucionalizó para defenderse de la dinámica geopolítica mundial? ¡Claro que no! ¿Hubiese sido diferente el gobierno cubano sin la amenaza de EE. UU. de derrocarlo constantemente? Claro que sí. Hay una responsabilidad (entendible, aunque no aceptable) en el gobierno cubano por sus prácticas represivas. No obstante, no quitemos de la ecuación a EE. UU. como el desencadenante de tales prácticas. A un Estado moderno no le pidamos lo que no puede dar. Bajo amenaza, un Estado convierte el derecho en su razón, no en el derecho de sus ciudadanos.

El punto es que la amenaza a la institucionalidad de un Estado del sur no alineado a EE. UU. tiene grandes réditos para Occidente porque desembocará en una repuesta firme de ese Estado en preservarse y, en la razón del Estado moderno, el “derecho” es, por desgracia, del Estado, no del ciudadano. Una vez que EE. UU. hace eso, activa la colonialidad del poder, cuestionando las intenciones y la calidad humana de los gobernantes del sur para proteger el “estado de derecho”. Recordemos, los “regímenes” están en el sur, el “estado de derecho” en el norte.

Por tanto, son entendibles las acciones del chavismo para defender la institucionalidad del Estado que está siendo realmente amenazado interna y externamente (y al que Lander le da cobertura tan solventemente). Por entendibles, no debe significar ser aceptables. Lo que tocaría como “izquierda” es pensar cómo hacer frente a esas amenazas reales sin llegar a institucionalizar la coerción y el acoso a fin de mantener el curso del proyecto político chavista (que es politizar las clases populares, reconocer su dignidad y la naturaleza estructural de su exclusión, instituir organizaciones regionales que fortalezcan al peso de la región en el mundo en detrimento de la influencia de EE. UU., y construir otros medios institucionales para el comercio y la inversión no-capitalistas).

Por supuesto, las utopías enmascaran las dinámicas de la colonialidad. Empero, considero que este no es el caso de Venezuela, porque el chavismo no puede invisibilizar sus errores (ya quisieran ellos hacerlo). Todo lo contrario, se magnifican por la colonialidad mundial, que se despliega vía los aparatos de propaganda occidental. Precisamente, eso es lo que hace Lander: magnificar los errores del chavismo para invisibilizar las relaciones de poder mundial.

Infantilismo político

Las conclusiones de Lander al final son infantiles. No puedes esperar de un Estado que sea lo que no puede ser por la dinámica del sistema interestatal mundial, de la economía-mundo capitalista y de la estructura epistemológica que las reproduce y legitima. El Estado chavista es un Estado organizado para la desoccidentalización. No se puede esperar más de eso. No le pidas naranjas al árbol de manzanas. Empero, sí se puede obtener con las naranjas otras cosas, y el proyecto chavista tiene varias avenidas interesantes para tomar, que no están desarrolladas. En caso contrario, las opciones al chavismo que tiene Venezuela ahora mismo son el proyecto político de la “derecha” (que no cambiará mucho la financiarización de la economía). ¿De qué puede haber opciones ahí? Claro que sí. Seguramente el Estado se salga de muchas dinámicas sociales y el mercado no las quiera tomar, dejando espacio para nuevas cosas a nivel local. Pero es más probable una salida nominal del Estado solo para que entre la lógica del mercado, ahora con cobertura estatal (que dejó en su día el chavismo) que se reconfiguró con la nueva reoccidentalización del Estado.

En resumen, el análisis del estimado pensador venezolano es reduccionista y descontextualizado, pidiéndole a la izquierda latinoamericana y mundial que le quite legitimidad al chavismo bajo argumentos esencialmente eurocéntricos y sin fundamento y bajo una acusación exagerada y desproporcionada al chavismo por desconsiderar las relaciones de poder internas y externas y sus dinámicas en Venezuela.

Crítica a la incondicionalidad de la izquierda

No se deben confundir las críticas al gobierno de Maduro para criticar el proyecto político del chavismo, y tampoco hacer de las limitaciones del proyecto político chavista el pie forzado para deslegitimar las acciones del gobierno de Maduro. Eso es precisamente lo que hacen la prensa occidental y la OEA, pero lo hacen por diseño, a fin de confundir y deslegitimar un proyecto que atenta contra los privilegios occidentales.

Empero, Lander no tiene clara esta diferencia, por lo que su petición a la izquierda de no ser incondicional con el gobierno de Venezuela termina cuestionando políticamente al mismo proyecto político del chavismo. Por tanto, su petición es pedirle a la izquierda que deje de ser izquierda. Eso puede ser una opción política para Lander, dejar o no querer ser de izquierda, pero no es una opción política para la izquierda (dejar de ser ella misma). No le abre opciones a la izquierda para seguir siendo izquierda y para que el proyecto chavista tenga diferentes avenidas. Así que la petición a la izquierda de no ser incondicional con el gobierno de Venezuela no tiene mucho sentido en términos políticos para la propia izquierda, según lo plantea Lander.

Además, el proyecto chavista es uno genuinamente latinoamericano, con límites, sí, pero nuestro, con una importante visión geopolítica (no muy dada en la región). Y cuando digo genuinamente lantinoamericano es porque toca problemas latinoamericanos desde lo latinoamericano, al menos, desde “lo criollo”. Es en su criollismo donde están sus limitaciones, pero no deja de plantear problemas y soluciones legítimos que deben ser dialogados desde lo indígena y lo negro. En ese cálculo, se saca a Maduro de la ecuación, porque el proyecto chavista no es el gobierno de Maduro. Empero, Lander tampoco hace mucho por aclarar este importante aspecto, a pesar de ser un pensador decolonial.

En suma, la entrevista al estimado pensador venezolano Eduardo Lander, en esta ocasión, tiene poco que ofrecerle a la izquierda, a los seguidores de la decolonialidad y a los que buscan entender la complejidad de lo que ocurre en Venezuela, tanto en su dimensión interna como geopolítica.


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