Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

miércoles, 20 de enero de 2016

Salario mínimo: cómo embolataron el aumento

César Giraldo**

{image}{/image}Sin concertación, sin emplear la cifra de inflación para los sectores más pobres y sin tomar en cuenta la productividad real, el gobierno impuso un reajuste que en efecto significa nuevas pérdidas en el poder adquisitivo de los trabajadores colombianos*.



El gobierno aumentó por decreto el salario mínimo en un 7 por ciento, una cifra inferior a la inflación registrada entre la población de más bajos ingresos, que fue de 7,26 por ciento. Esto producirá sin duda una pérdida en el poder adquisitivo de una gran parte de los trabajadores colombianos.


Uno de los puntos discutidos en la negociación del mínimo fue el crecimiento en la productividad, ya que la Ley 278 de 1996 ordena que, además de la inflación, el reajuste  del mínimo deba tener en cuenta la productividad es decir, el valor del producto por cada trabajador ocupado.


El gobierno dijo que en 2015 la productividad tuvo una disminución de 0,5 por ciento. Aplicando la fórmula legal, esto implicaría disminuir el salario mínimo por este concepto- y de este modo se justificaría la diferencia entre una inflación de 7,26 por ciento y el ajuste de solo 7 por ciento-. 
    

Pero resulta que según las cifras oficiales presentadas en la Mesa de Concertación del Salario Mínimo, la productividad aumentó un 0,89 por ciento en 2015. La diferencia no es menor porque entre el -0,5 por ciento del gobierno y el 0,89 por ciento presentado hay una diferencia de 1,4 puntos porcentuales que le quitaron al aumento del salario mínimo.


Entre el -0,5 por ciento del gobierno y el 0,89 por ciento presentado hay una diferencia de 1,4 puntos porcentuales que le quitaron al aumento del salario mínimo.


Las cifras presentadas en la Mesa de Concertación del Salario Mínimo para 2015 fueron:


    Un crecimiento de la economía de 3,3 por ciento, y

    Un crecimiento de la población ocupada de 2,41 por ciento.


Estos dos datos implican que el producto por cada trabajador – la productividad-  aumentó    en 0, 89 por ciento (la diferencia entre los aumentos del producto y de la población trabajadora).


Esto lo conoció el gobierno en el momento de la discusión y fue presentado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Por lo tanto, todavía está pendiente una respuesta concreta sobre el desfase, porque en este caso no solo se trata de cumplir la ley sino de la transparencia y la democracia del país.


¿Cómo medir el cambio de la productividad?


 La diferencia proviene de que en el cálculo de la productividad que hizo el gobierno, esta se descompone en tres ingredientes:


    La productividad del trabajo,

    La productividad del capital, y

    La productividad total de los factores (PTF).


Esta última fue la que supuestamente disminuyó 0,5 por ciento y la que se tomó como referencia para el salario mínimo. Pero es ahí donde se encuentra el problema.


En efecto: además de los aumentos de productividad en el trabajo y en el capital, la PTF recoge las mejoras de productividad que serían explicados por el cambio técnico. Pero se trata de una cifra poco confiable porque resulta del cálculo de una “función de producción” (o ecuación donde se estiman los aportes de los distintos factores productivos – trabajo, capital- al producto total), y esto se hace  sobre la base de supuestos o parámetros que tienen débil  soporte técnico o económico.


Aparte de la relatividad de la cifra, que la hace poco fiable, surgen otras dos preguntas bastante complejas:



    ¿Se le puede achacar productividad al capital?

    ¿La PTF es una medida de productividad?


- Sobre lo primero hay que decir que el capital, entendido como el conjunto de los activos productivos (maquinaria, equipo, infraestructura básica) no produce bienes y servicios por sí mismo, o sin la intervención del trabajo humano. Disponer de tales instrumentos hace que el trabajo humano sea más productivo, pero lo mismo sucede si se tiene una mejor organización de los procesos productivos, instituciones eficientes, buena cooperación o un mejor lenguaje y cultura laboral, de manera que habría que asignarle también un valor de productividad a cada uno de estos elementos.


Cabría argumentar que la productividad del capital refleja la contribución que hacen los propietarios del capital al proceso productivo. Pero si se limitan a ser sus propietarios, estas personas están pidiendo una renta (no merecida) por el aumento supuesto de la productividad de sus activos. Y en el  caso de los propietarios que participan en la organización del proceso productivo, bien sea directamente o a través de sus representantes, su contribución no se da por la propiedad de los medios de producción sino por el trabajo que realizan.


- La PTF por su lado se basa en suponer que una parte de la productividad no puede ser imputada al trabajo o al capital sino al cambio técnico que hace que la sociedad sea más productiva.


El cambio técnico tiene las mismas consecuencias sobre la productividad que tienen, como ya dije, las instituciones, el lenguaje, la cooperación, la organización de los procesos productivos, la cultura y el propio stock de capital. En este caso, se vuelve a lo mismo que argumenté anteriormente.
Deuda histórica


Desde que se negocia el salario mínimo en el marco de la Comisión de Concertación (Ley 278 de 1996) se ha tomado la PTF como medida de la productividad. Tomar esta variable en lugar del producto por trabajador – como hice yo al concluir que la productividad aumentó en 0,89 por ciento -  ha hecho que el salario mínimo se rezague. Si se toma el dato a partir del año 2003 (Gráfica 1), se encuentra que en 2015 se había acumulado un rezago de 14,5 por ciento por este concepto.


El hecho de que en el reajuste del salario mínimo no se tenga en cuenta el aumento de la productividad del trabajo ha hecho que la remuneración de los asalariados pierda participación en el PIB, porque dicho aumento está por debajo de la contribución que hacen al producto.


Como se puede ver en la Gráfica 2, la remuneración de los asalariados ha perdido 4,5 por ciento de participación en el PIB, al pasar de 37,3 por ciento en 1999 al 33,8 por ciento en 2013 (último dato disponible).



 De manera que el aumento del salario mínimo para 2016 debió recoger el 7,26 por ciento de inflación de ingresos bajos y el 0,9 por ciento de la productividad, lo cual daría 8,2 por ciento.

Si a esto se suma el 14,5 por ciento que le han desconocido a los trabajadores por excluir el valor real de la productividad en los últimos 12 años, se estaría hablando de un aumento del  23 por ciento.


Salario en la herida


El aumento del salario mínimo para 2016 debió recoger el 7,26 por ciento de inflación de ingresos bajos y el 0,9 por ciento de la productividad, lo cual daría 8,2 por ciento.


Concluyo pues que el salario mínimo está muy por debajo de lo que legal, constitucional y democráticamente debería ser. Concretamente son tres los reparos que se pueden hacer al reajuste de este año:


    Que la cifra de inflación debió ser 7,26 por ciento correspondiente a los ingresos bajos,  no el 6,77 por ciento que tomó el gobierno – de modo que el reajuste  no compensa la pérdida del poder adquisitivo,

    Que ese salario no cubre el valor de la canasta mínima de una familia, y

    Que el cálculo de la productividad está equivocado.


Además, el aumento del salario mínimo no se alcanzó por consenso entre trabajadores y empleadores sino que fue decretado por el gobierno.


De hecho, los empresarios nunca se movieron de la cifra inicial que propusieron: 6,8 por ciento, un valor equivalente a la inflación promedio; y es extraño que no hayan hecho  mejora alguna en su oferta, como tradicionalmente ha sucedido. Si los empresarios no se movieron y el gobierno puso sobre el tapete una cifra negativa de productividad, era muy claro que no había ningún interés en la negociación.  Pero si se trataba de no negociar, ¿para qué citaron a la Comisión de Concertación? Y si la citaron, ¿para qué manipularon la información?


El aumento del salario ha dejado muchas dudas. Es más, no se puede hablar de aumento en términos reales porque no se recuperó la pérdida del poder adquisitivo sino que, por el contrario, se acabó con una pérdida real del 0,26 por ciento.




* El autor es asesor de la Central Unitaria de Trabajadores.


**Doctor en Economía de la Universidad París 13 y profesor de la  Universidad Nacional de Colombia.



Razón Pública


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