Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿Reforma política o cosmética santista?

El presidente Santos planteó desde un comienzo una reforma política “para restablecer el equilibrio de poderes”, la cual se basaba en tres ejes fundamentales: eliminar la reelección presidencial, unificar y ampliar los periodos de los alcaldes, gobernadores y del Jefe de Estado y acabar la circunscripción nacional de Senado. Junto con la reforma tributaria que centra las preocupaciones sobre hasta adónde se seguirá recargando en ingresos del trabajo y no del capital, la reforma a la Justicia y la discusión sobre el proyecto de ley estatutaria del Marco jurídico para la paz, constituyen un paquete que da la impresión de que el ejecutivo no estuviera pensando en un gran giro histórico sobre su presente, su pasado y su futuro: la paz con justica social.




El conjunto de propuestas de supuesta reforma política no toca ni de lejos los elementos del punto dos de la Agenda de La Habana ni mucho menos las exigencias del movimiento popular y la izquierda que reclaman garantías reales de una apertura democrática que permita aclimatar de verdad un proceso de paz con justicia social y libertades.


La relación gobierno parlamento mantiene la misma complicidad que exhibió con el primer Santos. La ley estatutaria del marco jurídico para la paz puede ser aprobada, como lo fue éste y el referendo, a espaldas de acuerdos con la insurgencia. “Con Farc o sin Farc”, la paz total, proyectada como “victoria total” pretende ser impuesta, suave y sin dolor, para luego ser ratificada en referendo. Manes de la experiencia de Guatemala. Pero también reciclaje del viejo Frente nacional: el “acuerdo” de los de arriba se lleva a referendo, para incubar la nueva tragedia del resto del siglo XXI.


El  parlamento surgido del 9 de marzo no tiene ni la más mínima de las condiciones para abordar con seriedad los cambios que el país reclama. Sus mayorías de derecha y ultraderecha, sus expectativas, sus contradicciones, sus vínculos con la corrupción y los  límites que le imponen a la libertad de sus debates son un retrato real del régimen dominante. Las voces independientes y de izquierda hace más notoria esta característica. Porque, en realidad, en nuevas expresiones de la rebeldía del pueblo está madurando la necesidad de importantes reformas. Las  exigen la construcción de la paz, la creación de otras formas de convivencia con igualdad y derechos democráticos, el establecimiento de garantías para la Unión Patriótica y el Partido Comunista pero, ante todo, las condiciones para la incorporación masiva al quehacer político de millones de ciudadanos del común, excluidos por las insoportables presiones de la persecución política y el “relato oficial” de una falsa e inaceptable “democracia”, cundida de genocidios. Hay que decir ¡Basta ya! Santos fue rescatado de su derrota electoral por el voto responsable y exigente de la izquierda y los movimientos populares. Las reformas esenciales que reclama el país están planteadas por todas las acciones, resistencias y luchas organizadas de los movimientos agrarios, rurales, urbanos, de los derechos humanos, la salud, l@s trabajador@s, l@s artistas, la Universidad y correlacionadas con las propuestas de izquierda sobre Estatuto de oposición, reforma electoral, garantías para las protestas sociales, verdad, justicia y reparación para las víctimas. Justamente, el Frente amplio por la paz con justicia social reúne simpatías alrededor de varias coincidencias que pueden poner en marcha acciones comunes.


Dos conclusiones: alerta frente a las reformas sin reforma, al ajuste cosmético del fin del reeleccionismo presidencial y los mayores cerramientos del sistema electoral, como la imposición de las listas cerradas, la reducción de la circunscripción nacional o el proyecto uribista de voto obligatorio, en las actuales condiciones de antidemocracia. Y dos: todo eso legitima la necesidad de una Asamblea nacional constituyente.



Jaime Caycedo

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